LOS HITITAS (y II)
Hacia el año 1200 a. de C., los registros arqueológicos señalan el fin de Hattusa y de otras localidades, el cese de su gobierno y el retroceso general de todo el país hacia un estadio cultural primitivo. El hecho suele atribuirse a un movimiento de pueblos de vastas proporciones, que lo mismo se hace sentir en Grecia (destrucción de Micenas, de Pilos, de Tirinto) que en el Levante asiático (oleada turística de Chipre, toma de Ugarit).
Son aquellos a los que la HO denomina "Pueblos del Mar", quienes también ocuparon el Delta del Nilo, a pesar de los ímprobos esfuerzos de Ramsés III por evitarlo.
Nadie sabe quienes eran estas gentes, surgidas de repente y prestas a destruir las ricas ciudades del entorno.
En nuestra reconstrucción, los "pueblos del mar" equivalen al conjunto de supervivientes del evento catastrófico, agrupados en bandas y obligados, por mor de las circunstancias, a procurarse su sustento diario.
En momentos de caos generalizado, la ética no tiene valor alguno. Es más, constituye un impedimento al que es necesario substituir por la solidaridad de grupo.
Y estos sucesos deben hacernos reflexionar a todos, máxime en tiempos como los que actualmente vivimos, cuando aquellos que nos dirigen y gobiernan han decidido encaminarnos hacia las lindes del abismo.
No se tienen datos suficientes para determinar con exactitud el proceso de la crisis, de forma que aunque debió ser muy rápido, no todas las ciudades hititas fueron destruidas simultáneamente. Lo cierto es que puso en marcha una cadena incontrolable de causas a efectos, por la que la estructura política, cultural y humana hasta entonces existente en todo el Mediterráneo oriental se vino abajo como un castillo de naipes.
Parece obvio que la catástrofe se cebó con las ciudades situadas cerca de los ríos, desarbolados por la inundación. Si se hubiera tratado de una oleada turística, estas hubieran sido las últimas en caer, debido a su mayor capacidad para organizar la defensa.
En los textos egipcios, supuestamente antiguos, se mencionan a esos "pueblos del mar" que se precipitaron sobre las ricas ciudades orientales: shardana, lukka, meshwesh, teresh,
ekwesh y shekelesh, entre otros.
Y sus nombres parecen traer a nuestros oídos el sonido de grupos conocidos: los sardos, los aqueos, los sículos, los tirsenos o etruscos. Es decir los que ocuparon y dieron nombre a Grecia, Cerdeña, Sicilia, Etruria y, tal vez, Tartessos.
O los "peleset", que algunos historiadores equiparan con los filisteos o palestinos.
O la ciudad de Troya, igualmente arrasada y tomada por los aqueos.
Lo que sí parece más que evidente, es la substitución de los antiguos pobladores por los nuevos recién llegados. Hecho que supone un jarro de agua fría para los fervientes nacionalistas de cualquier laya y condición, siempre apegados al calor del propio terruño.
¿Quiénes somos nosotros, los actuales habitantes de los países modernos, a los que la HO ha dotado de un cúmulo de mitos nacionales en la segunda mitad del siglo XIX y que parecen ser, más que probablemente, falsos e inventados?
¿Hijos de la diáspora?¿Vástagos de los supervivientes de un mundo azotado por el caos generalizado?
es.wikipedia.org
Quiero terminar con una mención a la geografía del río Kizilirmak, el conocido como "río de los Hititas".
A lo largo de sus más de mil cien kilómetros de longitud, florecieron las ciudades que hoy conocemos como el imperio de los hittim.
Los ríos, los hacedores de la civilización.