I. de A.
Madmaxista
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La huida.
El 6 de Noviembre, Barea fue llamado al despacho de su jefe Rubio Hidalgo.
El ambiente era de mudanza apresurada. Rubio anunció oficialmente a Barea lo que ya sabía todo Madrid: que las tropas rebeldes habían llegado al Manzanares, la caída de la capital era inminente.
El gobierno se trasladaba a Valencia y los funcionarios debían seguir al gobierno. Barea –que sólo era un voluntario interino–, debía quedarse para cerrar la oficina y después intentar salvar su propio pellejo.
Le entregaron dos meses de salario: “para que si las cosas vienen mal se pueda bandear un poco.”
Si el Gobierno hubiera tomado la decisión de marchar a Valencia tres o cuatro semanas antes, su alejamiento habría simulado responder a un plan. Pero ahora, con los insurgentes en Carabanchel, aquello parecía una humillante huida.
Barea estaba pensando en esto [o algo parecido,] cuando se fijó en unas fotos.
"Encima de la mesa, una hilera de fotografías con brillo de seda me mostraban una sucesión de niños muertos."
Entonces preguntó a su jefe:
— ¿Qué va usted a hacer con esas fotografías?
— Quemarlas, y los negativos también. Queríamos haberlas usado para propaganda, pero conforme están las cosas, al que le cojan con estas fotos le vuelan los sesos en el sitio.
En "La LLama," [el último libro de su trilogía autobiográfica,] Barea asegura que eran las fotos de unos niños fallecidos por el bombardeo de un Junker sobre la escuela de Getafe, les habían prendido un número para identificarlos:
— ¡Déjeme usted llevármelas!
Rubio se encogió de hombros y le alargó la caja con los negativos:
— Si quiere usted arriesgar el pellejo, es cuenta suya.
[En cursiva extractos de la trilogía "La Forja de un Rebelde", de Arturo Barea.]
Barea se queda en Madrid y llegan los nuevos jefes.
Arturo Barea decidió quedarse en la oficina de prensa desobedeciendo las órdenes recibidas. No quiso huir –al contrario–, mientras Madrid resistiera decidió que mantendría funcionando el servicio de censura y daría a conocer al mundo el horror de aquellas fotos.
El nuevo gobierno militar-municipal del General Miaja le confirmó en el cargo y dos rusos: Mijail Kolstov y Vladimir Gorev pasaron a controlar la censura.
El primero era corresponsal de Pravda y espía personal de Stalin en Madrid. El segundo era agregado militar de la embajada soviética y jefe de la delegación del GRU, el servicio de inteligencia militar.
Con los nuevos jefes la censura se profesionalizó. Ya no se trataba tanto de bloquear la información, como de convertirla en un aparato al servicio de la causa.
La tragedia de España atraía la atención mundial y el objetivo era que el proletariado del mundo [unido] levantara el puño saludando a Madrid. Cuantos más políticos e intelectuales rechazaran la política de no intervención de sus gobiernos, mejor.
Entre ellos, Ilse Kulcsar, una austriaca rellenita de voz suave que acabó siendo la mujer más importante de la vida de Barea [estaba casado, con hijos y tenía una amante cuando la conoció.] Ilse hablaba cinco idiomas.
Arturo Barea decidió entregar las fotos de los niños muertos en Getafe a su amigo del partido comunista. “Había un chiquitín con la boca abierta de par en par en un grito que nunca acabó.”
Tiempo después tuvo viajar a Valencia a entrevistarse con su antiguo jefe. Luis Rubio no aceptaba de buen grado que Arturo Barea ocupara ahora su antiguo despacho. La huida le había dejado en desairada situación.
Pasó unos días en Valencia antes de que su antiguo jefe se dignara a recibirlo en el palacio que habían incautado para instalar las nuevas oficinas del Servicio de Prensa y Propaganda y mientras esperaba se dedicó a pasear por la ciudad.
Las tiendas rebosaban de fruta, pollos, pescado y toda clase de alimentos que escaseaban en Madrid. En la plaza de Emilio Castelar, tocaba una banda de música y, frente al ayuntamiento, pudo ver un gigantesco cartel de propaganda con las fotos de los niños de Getafe.
La guerra continuó y los problemas de Barea con los jefes de Valencia no se solucionaron. En 1938, tuvo que exiliarse, junto con Ilsa Kulcsar, en Francia. La guerra no había terminado y el S.I.M. le seguía los talones.
Nunca regresaron, Barea acabó teniendo pasaporte inglés, pero esa ya es otra historia...
BIBLIOGRAFÍA.
“La Forja de un Rebelde.” Arturo Barea Ogazón. Ed. Debolsillo. (2010)
“Corresponsal en España,” H. Edward Knoblaugh. Ed. Fermín Uriarte (1967)
“Hotel Florida, verdad, amor y fin en la guerra civil,” Amanda Vaill. Ed. Turner (2014)
[Hemos escrito una reseña de los tres libros anteriores en este artículo de nuestro blog.]
"Idealistas bajo las balas" Paul Preston. Ed. Debate (2007.)
"Guerra Gráfica, fotógrafos, artistas y escritores en guerra." Michel Lefebvre-Peña. Lungwerg Editores (2013)
Corresponsales en la Guerra de España. Centro Virtual del Instituto Cervantes.
Colección de posters de la guerra civil de la UC San Diego.
La matanza de los inocentes de Getafe. Interesante estudio de José María Real Pingarrón, un vecino de la localidad.
La huida.
El 6 de Noviembre, Barea fue llamado al despacho de su jefe Rubio Hidalgo.
El ambiente era de mudanza apresurada. Rubio anunció oficialmente a Barea lo que ya sabía todo Madrid: que las tropas rebeldes habían llegado al Manzanares, la caída de la capital era inminente.
El gobierno se trasladaba a Valencia y los funcionarios debían seguir al gobierno. Barea –que sólo era un voluntario interino–, debía quedarse para cerrar la oficina y después intentar salvar su propio pellejo.
Le entregaron dos meses de salario: “para que si las cosas vienen mal se pueda bandear un poco.”
Si el Gobierno hubiera tomado la decisión de marchar a Valencia tres o cuatro semanas antes, su alejamiento habría simulado responder a un plan. Pero ahora, con los insurgentes en Carabanchel, aquello parecía una humillante huida.
Barea estaba pensando en esto [o algo parecido,] cuando se fijó en unas fotos.
"Encima de la mesa, una hilera de fotografías con brillo de seda me mostraban una sucesión de niños muertos."
Entonces preguntó a su jefe:
— ¿Qué va usted a hacer con esas fotografías?
— Quemarlas, y los negativos también. Queríamos haberlas usado para propaganda, pero conforme están las cosas, al que le cojan con estas fotos le vuelan los sesos en el sitio.
En "La LLama," [el último libro de su trilogía autobiográfica,] Barea asegura que eran las fotos de unos niños fallecidos por el bombardeo de un Junker sobre la escuela de Getafe, les habían prendido un número para identificarlos:
— ¡Déjeme usted llevármelas!
Rubio se encogió de hombros y le alargó la caja con los negativos:
— Si quiere usted arriesgar el pellejo, es cuenta suya.
[En cursiva extractos de la trilogía "La Forja de un Rebelde", de Arturo Barea.]
Barea se queda en Madrid y llegan los nuevos jefes.
Arturo Barea decidió quedarse en la oficina de prensa desobedeciendo las órdenes recibidas. No quiso huir –al contrario–, mientras Madrid resistiera decidió que mantendría funcionando el servicio de censura y daría a conocer al mundo el horror de aquellas fotos.
El nuevo gobierno militar-municipal del General Miaja le confirmó en el cargo y dos rusos: Mijail Kolstov y Vladimir Gorev pasaron a controlar la censura.
El primero era corresponsal de Pravda y espía personal de Stalin en Madrid. El segundo era agregado militar de la embajada soviética y jefe de la delegación del GRU, el servicio de inteligencia militar.
Con los nuevos jefes la censura se profesionalizó. Ya no se trataba tanto de bloquear la información, como de convertirla en un aparato al servicio de la causa.
La tragedia de España atraía la atención mundial y el objetivo era que el proletariado del mundo [unido] levantara el puño saludando a Madrid. Cuantos más políticos e intelectuales rechazaran la política de no intervención de sus gobiernos, mejor.
La oficina de censura contrató americanos, polacos, franceses, austriacos, etc... expertos en idiomas, muchos de ellos adiestrados en Moscú.“La Guerra Civil española afectó de forma directa solamente a una pequeña parte del globo, pero atrajo hacia España la atención del mundo entero. (...) Por ello, durante la Guerra Civil el campo abierto a los propagandistas era amplio y diverso.” (Herbert Rutledge Southworth)
Entre ellos, Ilse Kulcsar, una austriaca rellenita de voz suave que acabó siendo la mujer más importante de la vida de Barea [estaba casado, con hijos y tenía una amante cuando la conoció.] Ilse hablaba cinco idiomas.
Arturo Barea decidió entregar las fotos de los niños muertos en Getafe a su amigo del partido comunista. “Había un chiquitín con la boca abierta de par en par en un grito que nunca acabó.”
Tiempo después tuvo viajar a Valencia a entrevistarse con su antiguo jefe. Luis Rubio no aceptaba de buen grado que Arturo Barea ocupara ahora su antiguo despacho. La huida le había dejado en desairada situación.
Pasó unos días en Valencia antes de que su antiguo jefe se dignara a recibirlo en el palacio que habían incautado para instalar las nuevas oficinas del Servicio de Prensa y Propaganda y mientras esperaba se dedicó a pasear por la ciudad.
Las tiendas rebosaban de fruta, pollos, pescado y toda clase de alimentos que escaseaban en Madrid. En la plaza de Emilio Castelar, tocaba una banda de música y, frente al ayuntamiento, pudo ver un gigantesco cartel de propaganda con las fotos de los niños de Getafe.
Las fotos habían acabado en manos de Jaume Miravitlles, jefe del Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Cataluña y las había distribuido por todo el mundo con esta sentencia: "Que el mundo civilizado juzgue."
La guerra continuó y los problemas de Barea con los jefes de Valencia no se solucionaron. En 1938, tuvo que exiliarse, junto con Ilsa Kulcsar, en Francia. La guerra no había terminado y el S.I.M. le seguía los talones.
Nunca regresaron, Barea acabó teniendo pasaporte inglés, pero esa ya es otra historia...
BIBLIOGRAFÍA.
“La Forja de un Rebelde.” Arturo Barea Ogazón. Ed. Debolsillo. (2010)
“Corresponsal en España,” H. Edward Knoblaugh. Ed. Fermín Uriarte (1967)
“Hotel Florida, verdad, amor y fin en la guerra civil,” Amanda Vaill. Ed. Turner (2014)
[Hemos escrito una reseña de los tres libros anteriores en este artículo de nuestro blog.]
"Idealistas bajo las balas" Paul Preston. Ed. Debate (2007.)
"Guerra Gráfica, fotógrafos, artistas y escritores en guerra." Michel Lefebvre-Peña. Lungwerg Editores (2013)
Corresponsales en la Guerra de España. Centro Virtual del Instituto Cervantes.
Colección de posters de la guerra civil de la UC San Diego.
La matanza de los inocentes de Getafe. Interesante estudio de José María Real Pingarrón, un vecino de la localidad.