Iniciado por luisito2 Ver Mensaje
La idea opuesta, aunque equivalente de los marxistas que establece que todo esfuerzo, aunque sea empleado de la manera más estulta posible generará garantizadamente el mismo valor es, además de una idea mágica, una idea extremadamente peligrosa porque hace pensar que nada malo puede suceder poniendo a Leire Pajin como Ministra de Sanidad o que el esfuerzo productivo invertido en un aeropuerto sin aviones o en prepararse para una oleada turística alienígena imaginaria generarán automáticamente el mismo valor que si se hubiesen empleado productivamente. La teoría marxista del valor derivado automáticamente del coste es un grito de “gloria a la inteligencia” y el poder tiene siempre la razón por muy menso que sea el poder.
Por qué? Me parece una afirmación sin base ninguna.
Si se da carácter fundamental a la idea de que el coste de producción de un bien causa como efecto el valor de ese bien, la eficiencia, la productividad o en general la racionalidad en las decisiones económicas desaparece de la ecuación.
Ernesto Guevara era un completo ignorante pero sostenía con completo fanatismo las cuatro tonterías de la teoría marxista en las que creía como en un dogma religioso. Se enfrentó intelectualmente y escandalizó incluso a los académicos de la Academia de Ciencias Soviética en Moscú, que ya de por sí eran un atajo de gañanes, pero no tanto como Guevara.
De vuelva a Cuba decretó que era innecesaria la mecanización del cultivo y la cosecha de caña y de la producción industrial de azúcar.
La tesis de Guevara era que el que la producción artesanal requiriera más horas de trabajo por tonelada de azúcar era irrelevante porque si el Estado, o sea él, decretaba como útil socialmente ese trabajo superfluo esa tonelada de azúcar que había consumido inútilmente un 70% más de horas de trabajo también tendría un 70% más de valor económico porque habría un 70% más de trabajo "cristalizado" en ese azúcar.
Esta idea es completamente estulta, por supuesto, pero ideas muy cercanas habitan en las mentes también enfermas de los políticos y planificadores centrales modernos.
La delirante propuesta de gastar ingentes recursos y horas de trabajo en construir las defensas contra una oleada turística alienígena imaginaria del demente Krugman, no son más que otra versión de este delirio.
Un delirio que se basa en la idea de que sin importar lo estultamente que se empleen los recursos ese gasto de recursos producirá como resultado siempre el mismo valor, ya que es el coste lo que causa el valor del bien producido.
La teoría keynesiana al uso, en su falacia contable, incluye esta suposición.
Por ejemplo: las administraciones españolas, aparte de planes E, han construido varios aeropuertos sin aviones y centenares de kilómetros del AVE y túneles ferroviarios en secciones aisladas de trazado que no conducen a ningún sitio ni están conectadas con ninguna otra red.
En términos marxistas estos delirantes despilfarros de recursos valiosos no han destruido valor porque todo el trabajo directo o indirecto que han consumido han tenido forzosamente que crear una cantidad proporcional de valor.
En términos keynesianos, si se han tirado a la papelera bienes económicos por valor de 12.000 millones en estos dislates, ningún valor ha sido destruido porque el gasto de esos 12.000 millones ha generado necesariamente ingresos adicionales de 12.000 millones a otros agentes de la economía. O sea, si los contribuyentes han perdido 12.000 millones, "alguien" ha tenido que ganar esos 12.000 millones lo que dejaría a la economía en su conjunto inalterada.
La introducción de un nuevo producto más efectivo, no hace que caiga el valor, el valor es el mismo, por eso dejas de producir el antiguo, porque al tener el mismo valor no resiste la competencia del nuevo
No, a ver.
Si en el año 2.000 había un volumen considerable de ventas y de producción de cámaras de película a un precio de 600 euros es porque el coste, para los productores, era algo inferior a 600 euros (pongamos 580) y el valor de esas cámaras, para los consumidores, era algo superior a 600 euros (pongamos 620).
La introducción de las nuevas cámaras digitales, que son una solución que resuelve mejor el problema de obtener fotografías, reduce el valor de las antiguas cámaras, que ahora, habiendo una solución mejor, se convierte en una solución peor.
El valor que los usuarios ven ahora en las viejas cámaras de película baja de 620 a 420 (imaginemos) pero el coste que para los fabricantes sigue teniendo el producir esas cámaras no ha cambiado si sigue siendo de 580
Todo esto crea un colapso que hace que la demanda caiga a cero y que la oferta y la producción caigan también a cero.
Las teorías que nos dicen que el valor es una consecuencia del coste o que el coste causa o produce el valor, no pueden explicar este colapso: si el coste de producir una cámara sigue siendo de 580, el valor de esas cámaras en el mercado debería seguir siendo 600 pero esto no es cierto, el valor de esas cámaras es ahora de 400, lo que hace inviable mantener la producción.
Las teorías que se basan en que el mercado ajusta o asigna los costes en función del valor de los bienes que decretan los consumidores según sus preferencias, teorías en los que el valor causa o justifica el coste, predicen que según el valor de las cámaras cae desde 600 hasta 400 al cambiar las preferencias de los consumidores, ciertos productores tendrían que ser capaces de reducir sus costes de producción desde 580 hasta 380 pero esto es algo que no ocurre en el mundo real.
El coste de producir una cámara tradicional es una magnitud "dura" decretada por restricciones físicas e industriales y completamente independiente de los deseos o preferencias de los agentes. La disminución del valor de esas cámaras no arrastra los costes hacia abajo.
Otro hecho digno de tenerse en cuenta es que, a pesar de que las cámaras tradicionales reducen su valor por una decisión de los consumidores eso no significa que la tabla de preferencias de los consumidores haya cambiado.
Hasta cierta fecha no existía como opción las cámaras digitales y por eso todos los consumidores optaban por una cámara tradicional. A partir de cierto momento, los avances técnicos hacen aparecer la opción de las cámaras digitales y muchos consumidores comienzan a optar por estas nuevas cámaras.
Es perfectamente posible suponer que los consumidores fueran unos robots con una tabla de preferencias o función de respuesta a los estímulos pre-programada y fija y que si comenzaron a elegir las nuevas cámaras fue simplemente porque esas nuevas cámaras comenzaron a estar disponibles. Podría ser que los consumidores cambiasen su comportamiento no como consecuencia de una decisión libre autónoma, sino como efecto de un cambio de los inputs
En cualquier caso, la teoría austríaca "predice" que habrá una disminución progresiva de la preferencia de los consumidores por las viejas cámaras y una disminución progresiva de los costes de producción de las cámaras tradicionales y de sus volúmenes de venta y producción.
Lo que ocurre no es eso: Lo que ocurre es que el coste de producción sigue siendo de 600 euros pero la demanda a ese precio de 600 euros es ahora cero. Seguiría habiendo demanda, una demanda similar a la de antes a un precio de 350 euros pero los costes de 600 euros de esas cámaras hacen que la oferta al precio de 350 euros sea cero.
Este colapso súbito de la producción hasta cero no pueden explicarlo ni las teorías en las que el coste causa el valor ni las teorías en las que el valor causa el coste.
---------- Post added 02-may-2014 at 20:39 ----------
Creo que los austríacos no están diciendo algo diferente a lo que estás expresando. Por supuesto que las preferencias subjetivas no son la única fuente de valor, la escasez, algo completamente objetivo y observable, es la otra.
La ecuación que podríamos considerar es algo como
Valor = F(preferencias, mundo físico)
dado que las preferencias personales dependen, además, de la realidad observable. Cuando uno que está en el desierto es conocedor de que allí hay poca agua, dará más valor a una botella de agua. ¿Son sus preferencias personales? Evidentemente, pero estas no son algo fuera del mundo. Así que
Preferencias = G (mundo físico)
Insisto, la teoría subjetiva del valor no significa que el valor sea una entidad irracional o irreal, sino que los deseos de las personas, difícilmente modelizables, son parte de la ecuación, que incluye la realidad objetiva del mundo físico.
El carácter subjetivo de algo implica que ese algo no es observable y el hacer que variables clave de un sistema sean no observables de manera fundamental abre la puerta a la superstición.
En la teoría marxista el valor de un bien está causado por el trabajo añadido pero no por el trabajo tal como lo mide un reloj sino por ese tiempo de trabajo objetivo y observable multiplicado por un factor de corrección que es la "utilidad social"
Esa "utilidad social" es inobservable o solo puede observarse como una variable ad hoc que toma el valor necesario en cada caso para que la predicción marxista coincida con la observación.
La "máquina del valor" de la economía, el sudoku que determina el valor de unos bienes en función de otros, contiene multitud de precios y variables que no son las preferencias de los consumidores.
Esta máquina trata todas estas variables de forma uniforme y los cambios de preferencia de los consumidores son tratados como son tratadas todas las otras variables.
El cambio en los precios provocado porque se ponga de moda el pescado tras cierto programa televisivo de cocina es indistinguible del cambio de precio provocado por una mala temporada de capturas pesqueras.
El postular que todos los precios en la economía se calculan según el esquema de las preferencias es tan absurdo como lo sería que todos los precios de la economía son variantes de malas o buenas temporadas pesqueras.
En particular, hay una ingente laguna en el esquema austríaco.
Los austríacos intuyen que el capital, la capitalización de una economía, y las distorsiones en la asignación del capital o en la estructura de capital de una economía tienen efectos cruciales en la capacidad de creación de valor o en la erradicación de la pobreza.
Una economía próspera podría tener un sector de bienes de consumo del 55% y un sector de producción de capital del 45%.
El valor de cada bien de capital tiene una influencia crucial en la asignación del capital y en que ese capital adopte la configuración más eficiente y la escuela austríaca tiene serios problemas no reconocidos con esto.
El valor de un bien de capital, un horno siderúrgico, por ejemplo, no puede razonablemente estar determinado por las preferencias subjetivas.
(Los ingenieros y demás profesionales tienen sus manías o simpatías técnicas más o menos caprichosas que influyen pero que no deberían influir. Son errores o ineficiencias del sistema)
El valor de ese horno de producción de acero es indistinguible del valor de un medicamento o de un viaje de placer a la Costa Azul. El valor económico es una magnitud uniforme que afecta a todos los bienes.
El valor de ese horno y el que sea una buena o mala inversión producirlo deben depender el valor (neto) del acero que producirá y el valor de ese acero debe depender de los bienes de consumo que podrán producirse con él.
Esos bienes de consumo último podrían estar determinados, al menos en parte, por las preferencias libres, subjetivas y cualitativas de los consumidores pero el resto de los valores implicados y las relaciones que los enlazan tienen que ser relaciones "duras" y bien definidas de forma determinista. Todo esto exige que el valor económico de ese horno de acero sea una cantidad cuantitativa bien definida, como 89.500 y que el construirlo sea una buena inversión para un coste de inversión de 85.000 y una mala inversión para un coste de 95.000
La determinación más o menos caprichosa del valor de un bien por parte de un consumidor concreto tiene que ser un caso particular de un mecanismo de determinación del valor más general que se aplica a toda la economía y no el mecanismo general de la economía una generalización de ese mecanismo caprichoso.
Si en el caso particular del valor que un consumidor asigna a un bien el valor parece ser nebuloso, cambiante o inexplicable es simplemente porque las variables que el consumidor introduce en la máquina son nebulosas, cambiantes o inexplicables no porque esa máquina económica sea difusa o indeterminada.
Una adolescente puede sentir un amor apasionado por cierta falda solo porque el tonalidad de esa falda hace aflorar en su interior ciertos recuerdos o emociones. Una semana más tarde puede encontrar odiosa esa falda porque ha habido un cambio radical de los vientos dominantes.
Estas entradas erráticas sin motivo aparente generarán cambios bruscos en la máquina del valor de la economía en ese punto concreto pero igualmente producirían salidas erráticas si se alimentan a un tabla de logaritmos.
Nada de todo esto son fenómenos económicos ni puede decirse razonablemente que esos erráticos cambios sean cambios que se producen en una propiedad económica, como es el valor, de esa falda que no tiene la culpa de nada.
Creo que las escuelas marginalistas nunca han sido capaces de explicar correctamente la máquina del valor de la economía. La linea neo-mercantilista se limitó a construir una superchería pseudomatemática usando ese valor marginal para dar entrada al análisis en la economía en un intento de imitar el éxito (político) de la revolución newtoniana (otra superchería) Y la escuela austríaca, más honesta intelectualmente, aunque rechazó la superchería matematizante de los neo-mercantilistas, siempre ha sido incapaz de aceptar plenamente las consecuencias del marginalismo.