Así expresado me parece bastante más coherente. Pero insisto; hablas de materias primas puras, en las que influye mucho más el coste, por la sencilla razón de que no hay transformación de la materia. Un Ferrari cuesta 200.000€...¿cuánto cuestan a peso sus materiales? En la extracción de una materia prima el valor añadido del extractor es mínimo en comparación.
El problema de las teorías marxistas es que intentan hacer una proporción directa entre lo que cuesta la producción de un bien, el trabajo empleado y el precio final, como si fuera una foto fija e inmutable.
Lo que está dispuesto a pagar el cliente, el precio que subjetivamente otorga a ese bien es la variable más importante. Porque es la que decide la demanda que tendrá ese bien, si hay lugar para la competencia que mejore el proceso y baje precios, o si por lo contrario se quedan los almacenes sin vender.
Es un asunto complicado y largo de explicar.
Un primer hecho notable cuando observamos un mercado libre es que el valor (tal como lo expresa el precio de mercado) y el coste de los bienes coinciden. Esto es, si el coste de un bien, es 456 el precio de ese bien en el mercado es precisamente 456. (En este coste se incluye la remuneración del capital (el beneficio o plusvalía) al tipo de interés actual de la economía)
Esta peculiar propiedad ha generado a partes iguales ingentes cantidades de confusión o ascua-sardinismo.
El que la realidad de un mercado libre nos muestra coincidentes el coste y valor de mercado de un bien y por tanto los cambios en el coste y en el valor estén sincronizados según una precisa coreografía da lugar a una poderosa trampa intelectual: la tentación de suponer que hay una relación causal directa entre coste y valor.
Quienes ingenuamente caen en esta trampa tienden a crear dos familias opuestas, pero equivalentes, de teorías del valor. Las teorías del valor en las que el coste actuando como causa, crea el valor como efecto y las teorías en las que el valor, actuando como causa, crea el coste como efecto.
Dentro de la familia de teorías del primer tipo, en las que el coste crea el valor, o el valor es una consecuencia o producto del coste, la más conocida es la teoría del valor trabajo marxista.
En la teoría marxista, el único coste de producción es el trabajo pero esto, obviamente es un simple dogma de agenda y en la lógica más general de estas teorías, el valor es creado como efecto del “esfuerzo” de producción, entendido de forma más general, y el valor creado es proporcional al esfuerzo empleado.
La otra familia de teorías basadas en la coincidencia de coste y valor, las teorías en las que primero está el valor que actúa como una causa que justifica o determina el coste, la principal es la teoría subjetivista austriaca.
El cómo el coste o esfuerzo invertido en producir algo generaría un bien con un valor proporcional al esfuerzo empleado es más obvio. Lo contrario, el que la economía sea capaz siempre de producir un bien con el coste que coincida con el valor que previamente ha asignado “por razones subjetivas” la demanda o los consumidores a ese bien puede parecer más esotérico pero hay mecanismos que permiten ese “ajuste hacia atrás”
En un ejemplo cigotofritístico, podríamos tener un agricultor que produce dos tipos de verdura: calabazas y coliflores. Si expresamos el precio por kilo, podría ocurrir que el precio de las coliflores sea 124 y el de las calabazas 35. Si observamos el proceso productivo del agricultor (y suponemos que su trabajo es el único coste significativo) veríamos que dedica 30 horas a producir cada tonelada de coliflor y 8,2 horas a producir cada tonelada de calabazas.
El agricultor dedica un 366% más de horas de trabajo a producir cada tonelada de coliflor y consigue un producto que tiene un precio o valor de mercado un 354% mayor.
Un marxista simplemente diría que las coliflores tienen más valor porque, o a causa de que, el agricultor ha invertido más trabajo en ellas.
El austríaco, suponiendo que aceptase mancharse las manos con vulgares números por una vez en la vida, nos diría que el agricultor simplemente reparte sus horas de trabajo de acuerdo a unos valores de las verduras que la demanda de los consumidores ha establecido previamente según simplemente sus preferencias.
Sería largo explicar por qué el agricultor haría algo así pero el caso es que puede demostrarse que ajustar sus asignación de trabajo en proporción a los precios de venta es la opción más beneficiosa para el agricultor (Los agricultores obtendrían un salario por hora diferente con cada verdura si no asignasen sus horas en proporción a los precios de mercado de las verduras. Si los agricultores obtienen salarios por hora más altos con unas verduras que con otras, terminan concentrándose en las verduras que les proporcionan mayores salarios pero eso crea una escasez de las verduras que ya no son cultivadas que hace aumentar sus precios de mercado al mismo tiempo que reduce el precio de la verdura en la que se ha concentrado la producción. El caso es que finalmente se llega a un equilibrio en el que el salario hora de los agricultores es independiente de la verdura que produzcan en cada momento porque la asignación de horas es proporcional al valor de mercado de cada verdura)
En estas dos familias de teorías del valor basadas en la relación causal entre coste y valor de un bien, aparecen grandes oportunidades para que cada grupo deposite sus dogmas y prejuicios ideológicos.
En la teoría en la que el origen o causa del valor es el coste o la oferta (que algo sorprendentemente es la teoría marxista) el trabajo es considerado como causa única del valor económico.
En la teoría de la demanda (que de nuevo algo sorprendentemente es la teoría austríaca) serían las decisiones soberanas y libres de los consumidores la causa única del valor, un valor que además sería propio de cada ciudadano: cada ser humano decretaría, según sus decisiones libres, el valor económico de cada bien en un universo propio.
Todo esto, tanto lo de unos como lo de otros, es puro ritual mágico-supersticioso-religioso y forma dos formas construcciones del pensamiento mágico. La austríaca es ingenua pero relativamente inocua mientras que la marxista es extremadamente tóxica.
La idea de que los consumidores puedan construir libremente sus preferencias y que ciertas leyes económicas no explicadas garantizarán que los productores podrán producir los bienes a los costes que los consumidores han decretado arbitrariamente es.. bueno, eso, una idea mágica.
La idea opuesta, aunque equivalente de los marxistas que establece que todo esfuerzo, aunque sea empleado de la manera más estulta posible generará garantizadamente el mismo valor es, además de una idea mágica, una idea extremadamente peligrosa porque hace pensar que nada malo puede suceder poniendo a Leire Pajin como Ministra de Sanidad o que el esfuerzo productivo invertido en un aeropuerto sin aviones o en prepararse para una oleada turística alienígena imaginaria generarán automáticamente el mismo valor que si se hubiesen empleado productivamente. La teoría marxista del valor derivado automáticamente del coste es un grito de “gloria a la inteligencia” y el poder tiene siempre la razón por muy menso que sea el poder.
Estas dos teorías son falaces, por supuesto, y su falacia está en el origen, al suponer que la coincidencia entre coste y valor indica una relación causal directa. Aunque el coste y el valor coinciden, ni el coste produce el valor ni el valor causa el coste.
Es trivial encontrar experimentos mentales o casos reales que refutan claramente tanto una teoría como la otra. Es fácil encontrar situaciones sencillas en los que un gran aumento del trabajo empleado en producir un bien, por ejemplo introduciendo deliberadamente ineficiencias, no produce aumento alguno de valor, lo que demuestra que el mero invertir más trabajo no garantiza que más valor será creado. En el mundo existen además muchos bienes con gran valor, como un campo petrolífero, que no han sido creados con trabajo. También es fácil encontrar ejemplos que refutan la tesis de que el valor causa el coste. Hay miles de ejemplos en los que el valor de un bien cae pero su coste no. Por ejemplo: la introducción de la fotografía digital hizo caer el valor de las cámaras o las películas pero no redujo su coste de producción lo que condujo a que cámaras y películas dejasen de producirse porque se vendían a un precio muy inferior a su coste que no había cambiado.
El que sea trivial encontrar millones de ejemplos en los que ninguna de las teorías religiosas del valor sea capaz de lograr que valor y coste o coste y valor coincidan como esas teorías dicen que deberían coincidir se debe a que en general, el valor y el coste de un bien no coinciden.
Si cuando miramos las economías de libre mercado del mundo real observamos esa coincidencia es solo porque estamos observando estados económicos muy especiales: equilibrios de mercado o situaciones cercanas. Cuando una economía de mercado está en equilibrio, o equivalentemente, cuando una economía ha alcanzado una configuración de máxima eficiencia, aparece esa extraña coincidencia entre coste y valor pero no porque el coste cause el valor o porque el valor cause el coste sino porque esa propiedad es una propiedad de esos estados de equilibrio o máxima eficiencia.
No puede deducirse ninguna ley económica de la relación causal directa entre coste y valor porque no existe esa relación directa.
Si observamos los planos de un avión, y los medimos, comprobaremos que su ala izquierda tiene un área que coincide con al área del ala derecha. Si estudiamos el proyecto de un submarino, comprobaremos que el peso del submarino coincide precisamente con el peso de un volumen igual al volumen del casco del submarino (salvo que sea un submarino diseñado por Navantia)
Deducir que hay una ley física o ley de la realidad que garantiza directamente este resultado sería un error (como puede atestiguar Navantia) porque no hay una relación causal directa entre un ala y el otro ala de un avión ni entre el volumen y el peso de un submarino. El que las dos alas de un avión o de un pájaro tengan el mismo área o el que un submarino pese lo mismo que al agua de mar que desplaza su volumen es una propiedad de ciertas soluciones al diseño de aviones o submarinos y cuando se adoptan esas soluciones aparece esta coincidencia como un efecto secundario.
En economía, el coste de un bien causa como efecto su valor al mismo tiempo que el valor de un bien causa como efecto su coste, lo que implica que tanto el coste como el valor son a la vez causas de sí mismos y efectos de sí mismos.
La economía es un sistema masivamente realimentado en el que tanto el coste como el valor de cada bien se origina o está causado por el coste y el valor de todos los demás bienes de la economía. Una teoría del valor económico tiene que explicar la estructura de estas relaciones entre los bienes económicos y su valor y no encontrar una causa o razón última del valor económico porque no existe esa causa o razón última.