Es un claro ejemplo de corrupción y negligencia Funcionarial.
Mirad cómo fueron las pruebas, que era indetectable por la noche y cómo se les ve el plumero a los corruptos Funcionarios de la Armada.
Decidida y aprobada la nueva serie de experiencias, el submarino zarpó el día 22 de mayo de 1890, en compañía del crucero COLON, buque designado para ser su antagonista y conducir a la comisión. El mal estado del mar aconsejó la vuelta a puerto, motivada además por el agotamiento de las baterías del submarino. Tres días después realizó otra corta salida para terminar de agotarlas y poder proceder a su recarga posteriormente. Aquello debía irritar a Peral que ya en las preliminares habría navegado 230 millas con su buque, y pensaba que poco se podía añadir con esas repeticiones, con lo que el tono y las mutuas suspicacias con Montojo no dejaron de empeorar y de acrecentarse.
El día 6 de junio el submarino volvió a salir de puerto y se sumergió, a buque parado, en el bajo Diamante con una sonda de 14 metros, durante ocho minutos hasta nueve metros de profundidad con el objeto de recular los pesos del submarino.
Al día siguiente salió a las 9.35, a las 10.30 comenzó a hacer algunas inmersiones previas. Tras liberarse de los barcos de curiosos, se sumergió hasta cuatro metros de profundidad a las 11.46 por 6 minutos navegando a cuartas baterías.
A las 11.59 repitió la inmersión ahora a seis metros, saliendo a los tres minutos.
Renovó el aire interior y volvió a sumergirse a las 12.31, pero debió emerger rápidamente al entrar agua en el buque por haberse dejado inadvertidamente abierta una válvula.
Tras comunicar el incidente a Montojo, Peral volvió a sumergirse a las 2.43 a siete metros, saliendo a la superficie a las 2.52. Realizadas esas comprobaciones, Peral afrontó la prueba exigida: navegar una hora bajo el agua. A las 3 se sumergió a 10 metros, navegando con rumbo Oeste, con total normalidad a bordo. Cuando faltaba un minuto para la hora se dieron tres vivas a S.M. la Reina, a España y a la Marina «por el éxito que para ellos acabábamos de obtener» luego se invirtió la acción del aparato de profundidades, se achicaron los tanques de lastre y el submarino emergió ante el asombro de todos los testigos del acontecimiento y de toda España….
… De momento, el submarino entró en dique a pintar fondos, maniobra repetida a menudo, con el evidente fin de conservar bien el casco y de calafatearlo en lo posible para impedir filtraciones.
El 21 de junio por la mañana, se reunió la Junta con Peral en la cámara del COLON para establecer las condiciones del simulacro de combate entre el crucero y el submarino. La Junta expresó que evidentemente no se podía llegar al total realismo, pues el COLON no podía intentar embestir al submarino, lo que era su mejor defensa. Peral añadió por su parte, que efectivamente las condiciones no eran reales, pues la dotación del crucero no estaría dedicada al bombardeo de la plaza, con su visión obstaculizada por los humos, sino que con un horizonte limpio, toda la dotación se dedicaría a avizorar su buque, por lo que consideraba que sus inmersiones debían de ser de 15 minutos en vez de los cinco propuestos. Señaló además que podían utilizarse en otro ataque señuelos en forma de falsas torres ópticas (el periscopio, no confundir con la torrecilla de submarino) para sembrar la confusión en el enemigo. La Junta «celebró la original ocurrencia del señor Peral».
Para evitar choques o abordajes, se determinó que el COLON hiciera un rumbo fijo, con dos calderas, a un máximo de nueve millas de velocidad, pero pudiéndole variar, así como accidentalmente su rumbo mientras el submarino esté a la vista, o sólo hacia fuera si estuviera sumergido.
Si el crucero divisaba al submarino dispararía una pieza y enarbolaría dos banderas en el palo de mesana, mientras que si el ataque era exitoso izaría una sola en el trinquete. El Peral navegaría a medias baterías y no dispararía sus torpedos (sin cabeza) a menos de 150 metros. Los cañoneros COCODRILO y SALAMANDRA impedirían que otros buques ajenos a la prueba entraran en el sector reservado a ella.
A las 10 y 20 de la mañana, con cielo despejado, viento fresquito del SO y «mar muy tendida del Oeste» dio comienzo la prueba.
A la 1.04 minutos se vio la torreta del submarino a más de una milla de distancia, haciéndose la señal correspondiente, se le volvió a ver a los nueve minutos a 900 metros de distancia y de nuevo a la 1.48 a setecientos metros. El COLON se salió de su trayectoria para expulsar de allí a un vapor mercante, y poco después saludó a la corbeta de guerra chilena ABTAO que enfilaba hacia Cádiz.
Se avistó repetidamente al submarino, y a las 3.51 se hizo nueva señal distinguiéndole a 960 metros. A las cuatro, Peral dio por terminada la prueba y se dirigió a puerto, disintiendo Montojo, pues debiendo durar ésta seis horas, y habiendo comenzado con retraso, debería haberse prolongado hasta las seis de la tarde. Además, y según Montojo, Peral dijo que no podía atacar con éxito al COLON por lo extremo del sector de operaciones, debiendo esperar, su paso, y molesto por el «mar tendido» que era uno de los principales enemigos de la estabilidad de su buque por su efecto sobre los tanques de lastre.
Peral en su parte disiente de lo expresado, afirma que salió a las 5.55 de su base, y que tras la conferencia en el COLON, volvió a su buque. Nada más salir de puerto vio la arboladura de su enemigo a 5 millas del puerto. Dio el primer ataque pero fue descubierto a 1.200 metros. Después de esto decidió salir al mar, tomando el barlovento del crucero, pero como eso, según creía, dejaba a la plaza indefensa, continuó a sotavento, interponiéndose entre Cádiz y el crucero. Nuevamente file avistado a 800 metros, aunque Peral consideró que ésta era ya una distancia a la que su ataque hubiera tenido éxito.
Hecha una reculación para sumergirse y estando observando a su enemigo por la torre óptica, de repente dejó de tener una visión clara, pues el submarino se había sumergido accidentalmente, debido nuevamente al fallo de los tanques de lastre. Vuelto a la superficie, decidió continuar la prueba sin sumergirse totalmente, pero poco después, comprobando que si esperaba al COLON para atacarlo al paso, la mar tendida cogía al submarino de través haciéndole dar grandes balances, tras un ataque descubierto a 400 metros, decidió suspender la prueba.
Resultó evidente la disparidad entre las distancias apreciadas por el COLON y desde el PERAL, así como el peligro que significaba para este su defectuoso trimado.
Ya en puerto se convocó otra reunión para determinar las condiciones de la prueba nocturna, en general idénticas a la diurna, llevando el COLON una velocidad menor, de seis millas en un trayecto a tres millas del faro de S. Sebastián y cuyo recorrido eran 13 millas. El «COCODRILO» vigilaría a posibles intrusos.
Persistía la mar tendida y la edad de la luna en ese día era de 4 jornadas. El COLON comenzó la prueba entre las 9 y 10, sufriendo 35 minutos después el primer ataque, encendió entonces su reflector de estribor para barrer la superficie del mar y divisar a su enemigo. ¡Curiosa defensa contra un submarino en una operación nocturna! y puso sus luces de situación. Pronto la Junta pudo observar que, evidentemente, el reflector no les servía de nada más que para delatarse, así que se decidió suspender la prueba en cuanto el submarino diera otro ataque, lo que efectuó a las once menos cuarto llegando a 150 metros del crucero. A las 11 se concluyó la prueba, volviendo todos a puerto. Un primer juicio de la Junta estimó que «en la prueba de día se vio al PERAL a gran distancia, y estuvo casi siempre a la vista, no consiguiendo dar ningún ataque, pero en la de noche por su invisibilidad logró atacar con éxito al COLON».
Peral en su parte da nuevos detalles, como que la noche era muy oscura.
Para avizorar mejor, el Teniente de Navío Cubells permaneció fuera sobre la tórreta del submarino, mientras que Peral observaba por los cristales de la torreta, siendo evidente que el periscopio no era suficiente de noche.
A doscientos metros del crucero, y habiendo tenido éxito, se hizo la señal correspondiente, encendiendo el submarino su faro eléctrico.
A las 9.56 faltó un guardín del timón, la avería quedó reparada a las 10.01 minuto. A las once menos veinte (ni en las horas parece haber completo acuerdo) se colocó a 200 metros del COLON e hizo nueva señal de ataque conseguido.
Repitiéndose el ataque y el éxito a las 10.47 y a las 10.56 que probablemente la Junta no tuvo en cuenta por producirse con tan escasa diferencia de tiempo.
Concluía Peral: «Como resumen de estas operaciones militares creo indudable la inmensa ventaja sobre los otros torpederos de este buque de mi mando para el ataque nocturno, pues no habiendo yo dejado de ver nunca aún desde el interior de la torre al COLON ni al COCODRILO he podido acercarme hasta 15 metros (dice haber oído incluso voces de mando) a este último buque sin que se notase mi presencia, cosa que sería imposible con un torpedero ordinario».
Realmente la prueba nocturna había sido todo un éxito. Resulta sorprendente el índice de la maduración no sólo técnica, sino táctica de las ideas de Peral, el que el ataque nocturno se llevara a cabo con la torreta en superficie, y un oficial en ella, de modo análogo a como operaron posteriormente los submarinos alemanes en parecidas circunstancias durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a presentar mayor blanco, el PERAL nunca fue divisado por su enemigo.
Quedaba sin embargo la espina del ataque diurno, pero Peral recordaba «[.„] las circunstancias que me han impedido dar los ataques en las condiciones más ventajosas en que aún este mismo barco (pese a los defectos de construcción señalados) puede hacerlo y en tal caso estoy seguro de que hubiese puesto los tres torpedos sin ser visto ni aún de día a pesar de las desventajas inmensas con que yo combatía, de tener mucha menor velocidad que el COLON, de tener que defender un sector extraordinariamente grande con un solo submarino, cuando dividiendo dicho sector en tres trozos para tres submarinos, el COLON no hubiera estado ni un momento libre de los ataques de uno o dos o tres simultáneamente, aún tomando un radio de ataque tan extenso como el de las 5 millas de distancia a la plaza atacada, asimismo ha sido una gran desventaja para el PERAL no tener más que un solo buque enemigo que batir [...]» señalaba además los entorpecimientos de los curiosos y tras*eúntes.
Concluía que si se hubiera tratado de un combate real, el simple hecho de que se hubiera divisado el periscopio no lo frustraba, y que aun bajo el fuego enemigo, podía haberse acercado a distancia de lanzamiento. Resulta extraño que la Junta no lo apercibiera, pues en maniobras con torpederos de superficie se consideraba que tras dos minutos de soportar el fuego de un buque, se consideraba que el torpedero estaba inutilizado o se había ido a pique.
Es decir, se avistaba al atacante, se daban órdenes a las baterías, éstas comenzaban su fuego y a los dos minutos de su inicio se juzgaba que el objetivo había sido alcanzado. Lógicamente la Junta hubiera hecho bien en aplicar una regla parecida, si bien mucho más amplia dada la mucha mayor dificultad de obtener blanco en un objetivo tan reducido.
Con ese margen y el casi doble alcance ofrecido por los nuevos torpedos, más modernos que los prestados que llevaba el PERAL, alguno de los ataques supuestamente fracasados hubiera obtenido éxito.
Debemos de nuevo hacer resaltar la exactitud de los comentarios de Peral, el simulacro de combate no reproducía en nada las condiciones de un bombardeo, sino que se asemejaba a un combate singular entre un buque de superficie y un submarino. Y en esas circunstancias, la superior velocidad de un buque de guerra, hacía al submarino muy difícil su ataque. La experiencia de las dos guerras mundiales abona el que los submarinos sólo pudieron cosechar éxitos actuando «a la espera» de sus enemigos y cogiéndolos por sorpresa. Otra cosa era los mucho más lentos y menos maniobrables buques de carga, que se convirtieron en su presa favorita. Tales circunstancias explican que durante ambas contiendas, los submarinos no se utilizaran como buques de combate contra navíos de superficie, y cuando lo fueron, los resultados fueron generalmente poco brillantes, sino especialmente como corsarios contra la navegación mercante. La misma prueba realizada una treintena de años después hubiera ofrecido resultados muy parecidos, pero falta de esa perspectiva, la Junta achacó al PERAL defectos consustanciales a todos los submarinos hasta la introducción de la propulsión nuclear.
De hecho, en reunión efectuada el día 26, la Junta rechazó las alegaciones de Peral sobre el simulacro diurno, indicando que las distancias a que fue divisado fueron mayores de las estimadas por el inventor, señalando que el buque no llegó a sumergirse completamente. Aceptó sin embargo el éxito de la nocturna.
En cuanto a los peligros que ofrecía la navegación en mar abierto con el submarino, la Junta los aceptó, decidiendo sustituirla por una navegación dentro de la bahía, para comprobar la velocidad máxima en superficie del submarino; diciendo la Junta tener ya datos suficientes para juzgar del comportamiento y navegación del submarino en mar abierto. Indudablemente, y aunque no se diga, pesaron también consideraciones de índole diplomática.
Las pruebas se realizaron a comienzos de julio entre las boyas de Los Caños del Arsenal, dándose siete millas a tres cuartos de batería durante cuarenta minutos, y a toda velocidad unas 7,7 durante 19 minutos, tras lo cual, y ante el recalentamiento de los motores, debieron suspenderse.
Paralelamente se investigó si los defectos del submarino eran subsanables, afirmando Peral que la obra sería larga y costosa, y que el submarino no quedaría perfectamente, por lo que sería mejor realizar un nuevo prototipo ya con todas las mejoras que indicaba en su Memoria, para acometer seguidamente la construcción en serie.
En agosto se hizo una indagación entre el capataz y herreros de ribera del buque, acerca de la calidad de la obra, resultando que ningún ingeniero del Departamento tuvo acceso a ella y que los obreros siguieron únicamente las órdenes de PERAL, por lo que suya era la responsabilidad de los defectos. Debemos recordar, sin embargo, que por entonces el inventor seguía dando sus clases en la Academia de Ampliación en San Fernando, y por tanto no podía vigilar constantemente obras que se realizaban en La Carraca.
Mientras se desarrollaban éstos y otros acontecimientos de importancia trascendental tanto para la historia de España como para el futuro proyecto, la muy dividida Junta elaboraba su informe técnico que no vería la luz hasta septiembre”.