Tú como humano no tienes tal libertad, tal libertad la tienes como individuo histórico enclasado en un contexto tecnológico/económico/político avanzado que te ha moldeado en una concepción sobre el bien y el mal... No porque está sea previa o inherente a la humanidad, sino que tal concepción (la que sea, no hay una) se da en el curso histórico... * De hecho se podría decir que el troquelado social va contra la libertad del ser humano en tanto entidad biológica, capaz de realizar innumerables atrocidades... El ser humano moderno no es que sea "libre", es que se ha olvidado del mundo atroz del que procede, se ha olvidado de sí mismo.
Tus dudas jovenlandesales no son las dudas de la humanidad, sino las dudas de un contexto social concreto, tu conciencia no explica al hombre, sino que el hombre y su personalidad es un resultado social.
Que no quieras que te maten no significa que no obtengas algún beneficiando matando a otro... De hecho cuando alguien va a una guerra mata a otros para que siga existiendo un pueblo, unos valores, unas ciertas personas... Y por tanto se hace necesario DESTRUIR a otros seres humanos incompatibles con esa concepción de la realidad. El "bien" de una nación o el bien de una ideología puede suponer la trituración de otras concepciones de la realidad o de otros pueblos.
Tú de lo que hablas es de la perspectiva del ciudadano adoctrinado en la incapacidad de levantar una mano aún cuando lo están pisando... Lo que decía Napoleón: "un cura me ahorra cien gendarmes"...
Bla, bla, bla, bla... Pasto, forraje materialista para «ciudadanos castrados» con un miedo insuperable a la fin y la libertad. Tan grande e insuperable que defienden el mal como única vía para no sufrir la pérdida de sus propias carnes.
La cosa es mucho más sencilla y universal: La vida es el bien más preciado que tienes, trata como quieras que te traten y no desees a otros lo que no deseas para ti. O más sencillo y como decía San Agustín, «ama y haz lo que quieras», hasta morir. A partir de ahí se construye el código jovenlandesal que permite crear todo un mundo nuevo; ayer, hoy y mañana; aquí o allá, cualquiera y en cualquier lugar. Es una razón universal, es decir Católica.
Esa fue la fe y la grandeza de España, abrazar ese principio y llevarlo como estandarte por donde quiera que pisamos. Ese fue el verdadero descubrimiento del nuevo mundo, una empresa de origen divino sellada con la sangre y la vida de españoles. Una gesta que de momento no ha sido superada, aunque sí saboteada, boicoteada, vilipendiada y machacada desde fuera y con especial ahinco desde dentro, de manos de traidores, cobardes, codiciosos y enemigos de la libertad.
Hoy os han hipotecado el alma y a cambio os han dado unas pocas monedas con las que comprar un piso, un sillón y una pantalla conectada a la red, y así os han hecho creer que sois libres; que vuestra libertad consiste en defender y aumentar ese tesoro, mientras saltáis por los árboles de las ideologías y las justificaciones que os permiten vivir como animales ocupados en satisfacer vuestros deseos y aplacar vuestros miedos.
Y defenderíais a cualquiera que os invitase a una guerra injusta si con ello pudiéseis alargar un solo minuto más vuestras insípidas vidas al servicio de la autocomplacencia. Porque tenéis miedo a morir, a dejar de estar, a la libertad, a ser... y para acallar vuestro pánico existencial cultiváis esa jungla de ideas pseudo filosóficas y científicas que justifican vuestras fobias, pero que no soportaría el más mínimo vendaval existencial de grandes magnitudes. Una jungla que además os impide ver el cielo que os vio nacer.
Toda esa argumentación que os gastáis los acojonados de la vida, muy machotes y valientes en apariencia pero muy nenazas y cobardes en el fondo, no sirve más que para un tiempo y realidad cultural concreta, esta que hoy os permite seguir respirando a cambio de ofrecer vuestras almas en el altar del nihilismo y la autocomplacencia, a cambio de rendir tributo a los vendedores de seguridad y tenedores de vuestras deudas.
Miedo, un miedo atroz a ser libres y tener que decidir por vosotros mismos entre el bien y el mal, porque el bien implica sacrificio pero eso es morir y le tenéis un terror indescriptible a la fin, como cualquier animal. Un pánico insuperable al juicio de la vida eterna. Una manada de monos cobardes con miedo a descender de los árboles para vivir y morir como hombres en libertad, eso es en lo que os habéis convertido.
La fin os da tanto miedo que habéis vendido vuestra memoria, intelecto y voluntad, vuestras almas, a cambio de seguridad, placer y comodidad en este mundo, ojalá el día que queráis recuperarlas no sea demasiado tarde.