Tal día como hoy en 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa.

"Obispo, hoy aquí morimos todos", dijo Alfonso VIII al obispo Jiménez de Rada.

Ya no hay reyes como aquellos.Ni obispos.
 
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Pues seguimos igual.


Con la morisma matando......


A ver si los echamos de una puñetera vez.
 
En el Monasterio de las Huelgas de Burgos se conserva el pendón de las Navas tomado a los jovenlandeses.

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Por cierto, mientras foreo estoy viendo el canal 24h y la noticia, naturalmente, es el intento de golpe de Estado en Turquía de anoche. Me acaba de venir a la cabeza la enorme diferencia entre cómo se celebra en España un día tan singular (este año ni siquiera se puede decir que el Rey tenga problemas de agenda porque no va a estar en la entrega de despachos en Marín) y cómo celebraron los turcos el 563 aniversario de la toma de Constantinopla.

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A día de hoy celebrar en España algo como la victoria en la batalla de las Navas de Tolosa no creo que sea ni legal. No se si podría ser considerado como delito de repruebo.
 
Menos mal que lo del pendón no es muy conocido sino tendriamos a pogremitas dando la vara con devolverlo a jovenlandia o Arabia porque conservarlo es etnocentrista y opresor.
 
"Obispo, hoy aquí morimos todos", dijo Alfonso VII al obispo Jiménez de Rada.

Ya no hay reyes como aquellos.Ni obispos.

Sera VIII no? O ando yo confundido? El septimo es el emperador de hispaniae coronado en Santiago. Hijo de Raimundo de Borgoña. Y en ese tienes razon, el mejor de los reyes medievales que vieron los reinos hispanicos.
 
Sera VIII no? O ando yo confundido? El septimo es el emperador de hispaniae coronado en Santiago. Hijo de Raimundo de Borgoña. Y en ese tienes razon, el mejor de los reyes medievales que vieron los reinos hispanicos.

Si, es el VIII.Fallo al escribir.Gracias.
 
Sera VIII no? O ando yo confundido? El septimo es el emperador de hispaniae coronado en Santiago. Hijo de Raimundo de Borgoña.

Y personaje secundario de La Venganza de don Mendo, que no se olvide:

A su conquista me lanzo,
que esa Manso es un tesoro,
y sabiendo que el de Toro,
a par de Toro era Manso,
rápido como un cohete,
puso cerco a la señora,
y al cabo de media hora,
era ya de Alfonso siete.
 
Se ha puesto ya muchas veces, pero seguro que hay alguien que no lo ha leído.

Es del 2010, pero las dos primeras líneas, cada año que pasa son mas ciertas.


La carga de los tres reyes | Web oficial de Arturo Pérez-Reverte
Ya ni siquiera se estudia en los colegios, creo. jovenlandeses y cristianos degollándose, nada menos. Carnicería sangrienta. Ese medioevo fascista, etcétera. Pero es posible que, gracias a aquello, mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle. Ocurrió hace casi ocho siglos justos, cuando tres reyes españoles dieron, hombro con hombro, una carga de caballería que cambió la historia de Europa. El próximo 16 de julio se cumple el 798 aniversario de aquel lunes del año 1212 en que el ejército almohade del Miramamolín Al Nasir, un ultrarradical islámico que había jurado plantar la media luna en Roma, fue destrozado por los cristianos cerca de Despeñaperros. Tras proclamar la yihad -seguro que el término les suena- contra los infieles, Al Nasir había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a reconquistar para el Islam la España cristiana e invadir una Europa -también esto les suena, imagino- debilitada e indecisa.

Los paró un rey castellano, Alfonso VIII. Consciente de que en España al enemigo pocas veces lo tienes enfrente, hizo que el papa de Roma proclamase aquello cruzada contra los sarracenos, para evitar que, mientras guerreaba contra el jovenlandés, los reyes de Navarra y de León, adversarios suyos, le jugaran la del chino, atacándolo por la espalda. Resumiendo mucho la cosa, diremos que Alfonso de Castilla consiguió reunir en el campo de batalla a unos 27.000 hombres, entre los que se contaban algunos voluntarios extranjeros, sobre todo franceses, y los duros monjes soldados de las órdenes militares españolas. Núcleo principal eran las milicias concejiles castellanas -tropas populares, para entendernos- y 8.500 catalanes y aragoneses traídos por el rey Pedro II de Aragón; que, como gentil caballero que era, acudió a socorrer a su vecino y colega. A última hora, a regañadientes y por no quedar mal, Sancho VII de Navarra se presentó con una reducida peña de doscientos jinetes -Alfonso IX de León se quedó en casa-. Por su parte, Al Nasir alineó casi 60.000 guerreros entre soldados norteafricanos, tropas andalusíes y un nutrido contingente de voluntarios fanáticos de poco valor militar y escasa disciplina: gente a la que el rey jovenlandés, resuelto a facilitar su viaje al anhelado paraíso de las huríes, colocó en primera fila para que se comiera el primer marrón, haciendo allí de carne de lanza.

La escabechina, muy propia de aquel tiempo feroz, hizo época. En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los temibles arcos almohades, intentando alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir, que sentado sobre un escudo leía el Corán, o hacía el paripé de leerlo -imagino que tendría otras cosas en la cabeza-, había plantado su famosa tienda roja. La vanguardia cristiana, mandada por el vasco Diego López de Haro, con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros, deshizo la primera línea enemiga y quedó frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias como la de Madrid fueron casi aniquiladas tras luchar igual que leones de la Metro Goldwyn Mayer. Atacó entonces la segunda oleada, con los veteranos caballeros de las órdenes militares como núcleo duro, sin lograr romper tampoco la resistencia moruna. La situación empezaba a ser crítica para los nuestros -porque sintiéndolo mucho, señor presidente, allí los cristianos eran los nuestros-; que, imposibilitados de maniobrar, ya no peleaban por la victoria, sino por la vida. Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían como gato panza arriba. Fue entonces cuando Alfonso VII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Jiménez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Luego, picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo. Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo a su colega, hicieron lo mismo. Con vergüenza torera y un par de bemoles, ondearon sus pendones y fueron a la carga espada en mano. El resto es Historia: tres reyes españoles cabalgando juntos por las lomas de Las Navas, con la exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Y el combate final en torno al palenque, con la huida de Al Nasir, el degüello y la victoria.

¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país fulastre, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura.
 
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