Cuenta el historiador Heródoto de Halicarnaso que en el año 499 a.C., cuando las ciudades jonias preparaban una gran rebelión contra los persas, Histieo de Mileto se encontraba en la corte del rey persa, sin forma de ponerse en contacto con su compatriota Aristágoras para indicarle que debía dar comienzo el alzamiento. Al final tuvo una idea: hizo afeitar la cabeza a un esclavo y le tatuó sobre el cuero cabelludo el mensaje que quería tras*mitir y luego esperó a que le creciera el pelo, con lo que el mensaje quedó oculto. A continuación lo envió a Mileto, donde le volvieron a afeitar la cabeza y pudieron leer el mensaje. El procedimiento era muy ingenioso, porque el propio mensajero no podía conocer el mensaje y, por tanto, no habría podido revelarlo aunque hubiera sido sometido a interrogatorio o tortura.
TÉCNICAS MILITARES EN LA ANTIGÜEDAD
Eneas el Táctico, un autor griego del siglo IV a.C., dedicó un capítulo completo de su tratado de técnicas militares, a los procedimientos de tras*misión de información secreta. Él proponía diversos métodos esteganográficos: escribir el mensaje en unas hojas atadas como remedio medicinal a una herida; hinchar una vejiga y escribir sobre ella, de forma que, al deshincharse, el mensaje quedara oculto y al volver a hincharla se pudiera recuperar la información; escribir los mensajes en laminillas de plomo que luego se enrollaban y se ponían las mujeres como si fueran pendientes...
También sugería enviar a un mensajero con una información intrascendente y la noche antes introducirle un mensaje entre la suela de las sandalias sin que él lo supiera, e incluso usar animales, como un perro a cuya correa se cosía un mensaje y que, al soltarlo, volvería con su dueño llevando la información.
Un método de ocultamiento con un componente más técnico era el de las tintas de varios tipos que, al tratarse adecuadamente, dejaban ver el mensaje que estaba oculto, como mencionaba el propio Eneas el Táctico. Tampoco faltaban las tintas “invisibles" a las que aluden los poetas Ovidio y Ausonio.
Los antiguos no ignoraban tampoco el uso de códigos y sistemas de encriptación, tan desarrollados en la actualidad. A veces se usaban métodos más bien simples. Por ejemplo, el famoso orador romano Cicerón, en sus cartas, para no revelar información e impedir que las opiniones que vertía en ellas se utilizaran en su contra, solía recurrir a nombres ficticios para referirse a algunos de los principales personajes de la política romana del momento. Así, daba a Pompeyo los nombres en clave de Epicrates, Sampsiceramus, o Arabarches. En otros casos, en cambio, se recurría al cifrado propiamente dicho, sustituyendo las letras de un mensaje por otras letras o símbolos.
Eneas el Táctico recogía el método de sustituir las vocales de las palabras por puntos. Trasponiéndolo al alfabeto latino (Eneas usaba el griego), se sustituiría la "a" por un punto, la “e" por dos, etcétera.
LOS MÉTODOS DE JULIO CÉSAR
Por su parte Julio César usaba un método algo más sofisticado. Según Dión Casio, "acostumbraba a proceder de otra forma cuando enviaba algo secreto a alguien, escribiendo siempre la cuarta letra en vez de la que correspondía, de forma que los escritos fueran ininterpretables para la mayoría". Platón, por ejemplo, se escribiría toesq. Augusto copió este método, aunque cambiando las letras una sola posición. Otra posibilidad de cifrado consistía en escribir latín utilizando el alfabeto griego, desconocido para los enemigos. César recurrió también a este expediente, según su testimonio en la Guerra de las Galias: "Esta la envía escrita en letras griegas para que si nuestra carta era interceptada por los enemigos no se puedan conocer las decisiones. Si no puede llegar, le ordena que arroje la jabalina con la carta pegada a la correa dentro de las fortificaciones del campamento".
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La escítala y otros gadgets
Una de las herramientas de espionaje más conocidas en la
escítala laconia. El método consistía en enrollar un papel alrededor de una escítala (un palo, vaya) y se escribía el mensaje. El destinatario del mensaje tenía una escítala del mismo grosor y longitud para poder envolverla con el papel que recibía y así coincidieran las palabras para poder leer el mensaje. Para las barreras impuestas por la distancia, se experimentó con la
antorcha hidráulica. Era un sistema por el que emisor y destinatario ya tenían un código propio con mensajes útiles. En un recipiente colocaban un corcho sosteniendo una antorcha, y se llenaba o vaciaba de agua haciendo subir o bajar la señal lumínica. Según la altura a la que estaba la antorcha el receptor sabía qué información le indicaba el emisor.
No es todo, no, hay
métodos aún más llamativos. Los espartanos se enteraron de la oleada turística persa del 480 a.C. gracias a la astucia de
Demarato. Los griegos tenían
tablillas de cera en las que podían escribir y borrar tantas veces como quisieran. Demarato retiró toda la cera de una tablilla y raspó su mensaje sobre la madera, que volvió a cubrir con cera para ocultar su letra.
Hárpago fue un noble medo que, vestido de cazador,
le llevó una liebre a Ciro I. Le dijo que debía desollarla él en persona y, al hacerlo, Ciro encontró un
mensaje en las tripas del animal, sabiendo que Hárpago lo apoyaría si atacaba a los medos.
Así actuaría 007 si hubiera nacido en la antigua Grecia
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Aunque el arte de ocultar información en fotografías, vídeos o textos sea reciente, los humanos llevamos siglos utilizando la esteganografía. Los griegos grababan mensajes en la cabeza de sus esclavos, María I de Escocia los guardaba en barriles de cerveza, los franceses tras*portaban microfilms...
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AES-256 sigue mandando, nadie se lo ha fockado entodavía.
Codex Rohonczi manda
del 1430 y aún no está claro si está descifrado