Pero ¿entonces por qué sí habríamos de identificarnos con una latinidad que en América jamás y nunca ha existido?
Yo no soy español ni quiero ni me interesa serlo; tampoco soy hispanista, pues no siento ni la más mínima afinidad con la gran mayoría de países hispanohablantes, sobre todo los del Caribe.
Lo que yo soy es nacionalista, mexicanista, y por eso rechazo de manera total la latinidad, pues aparte de que en América no hay tal latinidad —por mucho que se empeñen en repetirlo—, su existencia o concepción va absolutamente en contra de mi mexicanidad, pues, como lo he dicho, la latinidad me arrebata mi identidad como mexicano, mi nacionalidad, para mezclarme en un da repelúsnte batiburrillo donde un mexicano, un colombiano, un venezolano, un cubano, un peruano, un paraguayo, un dominicano y demás son exactamente lo mismo solo por el hecho de hablar español.
Y esa visión generalista y apatridista de la latinidad viene sobre todo del mundo anglosajón, al que le dan igual las diferentes historias, culturas, nombres, banderas y razas de los países hispanohablantes de América, porque para ellos, los anglosajones, todo cabe en la bolsa de la latinidad, porque para ellos es más cómodo llamarte latino en vez de mexicano, cubano, puertorriqueño, uruguayo, ecuatoriano, chileno, etc.
Lo peor de todo es que los mismos nacidos en esos países hispanohablantes han aceptado sin rechistar esa visión generalista que los anglosajones tienen de ellos y orgullosamente se definen como latinos.