EL CURIOSO IMPERTINENTE
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A Nicolás II la información sobre Serbia le llegaba filtrada a través de su embajador en Belgrado, Hartwig, 110% austrófobo, con lo que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.
En el asesinato de Nicolás II, su mujer la emperatriz Alejandra, su hijo Alexey, sus hijas Olga, Tatiana, María y Anastasia, el doctor Botkin, el cocinero Jaritónov, la criada Demidova y el mayordomo Trupp (acribillados a balazos y atravesados con bayonetas) no hay "justicia poética" (expresión que por cierto no existe en la lengua castellana, es un calco del inglés), hay maldad demoniaca.
Y los británicos, si bien es cierto que dieron acogida a guano revolucionaria de toda Europa (entre ellos a Lenin), a veces también hacían las cosas bien, como cuando mantuvieron durante tres años un "bloqueo diplomático" contra Serbia después del golpe de estado y asesinato del rey Alexandar y la reina Draga.
Reconozco que no estuve afortunado usando esa expresión para referirme a un crimen tal abominable, pero no por ello deja de ser cierto que Nicolás II fue en última instancia responsable de su terrible final, del de su familia y de las otras víctimas de aquel horrendo crimen. La ignorancia del Zar sobre la situación interna de Serbia no justifica en modo alguno su connivencia con los terroristas que asesinaron al Rey Alejandro, a la Reina Draga Mašin, al Archiduque Francisco Fernando y a Sofía Chotek. Nada justifica que fuera a la guerra para defender a los criminales serbios, excepto que se viera obligado por las presiones de su entorno.
Tampoco los alemanes y austro-húngaros estaban libres de culpa. Su alianza con los criminales otomanos les cubrió de ignominia y les convirtió en culpables por omisión del genocidio de armenios, asirios y griegos.