Yo he estado visitando esos altares en diversos emplazamientos, y todavía tienen abundantes restos de sangre, al cabo de 500 años. Es algo sórdido. Tras todo el rollo supuestamente religioso lo que se escondía es un déficit grave de proteínas, y la casta se inventó todo eso para zamparse a aquellos pobres desgraciados.
No sé cómo será ahora, pero en alguna crónica me pareció leer que algunos lugares estaban manchados por capas y capas de sangre, acumulada durante siglos. Pero no recuerdo exactamente en qué crónica aparece eso.
---------- Post added 19-jun-2013 at 05:56 ----------
«En esta fiesta [Panquetzaliztli] sacrificaban de los tomados en guerra o esclavos, porque casi siempre eran éstos los que sacrificaban, según el pueblo, en unos veinte, en otros treinta, o en otros cuarenta y hasta cincuenta y sesenta; en México se sacrificaban ciento y de ahí arriba.
«Y nadie piense que ninguno de los que sacrificaban matándolos y sacándoles el corazón, o cualquiera otra fin, que era de su propia voluntad, sino por fuerza, y sintiendo muy sentida la fin y su espantoso dolor.
«De aquellos que así sacrificaban, desollaban algunos; en unas partes, dos o tres; en otras, cuatro o cinco; y en México, hasta doce o quince; y vestían aquellos cueros, que por las espaldas y encima de los hombros dejaban abiertos, y vestido lo más justo que podían, como quien viste jubón y calzas, bailaban con aquel cruel y espantoso vestido.
«En México para este día guardaban alguno de los presos en la guerra que fuese señor o persona principal, y a aquél desollaban para vestir el cuero de él el gran señor de México, Moctezuma, el cual con aquel cuero vestido bailaba con mucha gravedad, pensando que hacía gran servicio al malo [Huitzilopochtli] que aquel día honraban; y esto iban muchos a ver como cosa de gran maravilla, porque en los otros pueblos no se vestían los señores los cueros de los desollados, sino otros principales. Otro día de la fiesta, en cada parte sacrificaban una mujer y desollábanla, y vestíase uno el cuero de ella y bailaba con todos los otros del pueblo; aquél con el cuero de la mujer vestido, y los otros con sus plumajes» (Historia I,6, 85-86).
Diego Muñoz Camargo, mestizo, en su Historia de Tlaxcala escribe: «Contábame uno que había sido sacerdote del malo, y que después se había convertido a Dios y a su santa fe católica y bautizado, que cuando arrancaba el corazón de las entrañas y costado del perversos sacrificado era tan grande la fuerza con que pulsaba y palpitaba que le alzaba del suelo tres o cuatro veces hasta que se había el corazón enfriado» (I,20).
Estos sacrificios humanos estaban más o menos difundidos por la mayor parte de los pueblos que hoy forman México. En el nuevo imperio de los mayas, según cuenta Diego de Landa, se sacrificaba a los prisioneros de guerra, a los esclavos comprados para ello, y a los propios hijos en ciertos casos de calamidades, y el sacrificio se realizaba normalmente por extración del corazón, por decapitación, flechando a las víctimas, o ahogándolas en agua (Relación de las cosas de Yucatán, cp.5; +M. Rivera 172-178).
En la religión de los tarascos, cuando moría el representante del dios principal, se daba fin a siete de sus mujeres y a cuarenta de sus servidores para que le acompañasen en el más allá (Alvear 54)...
Las calaveras de los sacrificados eran guardadas de diversos modos. Por ejemplo, el capitán Andrés Tapia, compañero de Cortés, describe el tzompantli (muro de cráneos) que vio en el gran teocali de Tenochtitlán, y dice que había en él «muchas cabezas de muertos pegadas con cal, y los dientes hacia fuera». Y describe también cómo vieron muchos palos verticales, y «en cada palo cinco cabezas de muerto ensartadas por las sienes. Y quien esto escribe, y un Gonzalo de Umbría, contaron los palos que había, y multiplicando a cinco cabezas cada palo de los que entre viga y viga estaban, hallamos haber 136.000 cabezas» (Relación: AV, La conquista 108-109; +López de Gómara, Conquista p.350; Alvear 88).