newdawnfades
Madmaxista
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El dopaje con eritropoyetina (EPO) ha dejado de ser un rumor insistente en el mundo de la medicina deportiva. Dejó de serlo exactamente el pasado 24 de julio, cuando el ciclista del equipo Festina Armin Meier (después lo harían muchos más) se convertía en el primer deportista de la historia que confesaba haberse administrado la hormona. Según sus declaraciones a la Justicia francesa, llevaba al menos dos años consumiendo EPO para aumentar su rendimiento. Meier señaló que los ciclistas se inyectaban entre ellos la hormona, en el seno de un pacto existente en el equipo, por el cual destinaban una parte de sus ganancias en las carreras a la compra de EPO en el mercado neցro (la venta de esta sustancia está prohibida fuera del ámbito hospitalario).
La eritropoyetina es una hormona que el organismo humano produce de manera natural en el riñón y cuya secreción se ve estimulada en situaciones (como la hipoxia) en las que es necesario aumentar los niveles de hematíes en la sangre. La síntesis de esta sustancia en los laboratorios -obtenida por vez primera a mediados de la década de los 80- abrió enseguida la posibilidad de ser utilizada como dopaje en deportes de resistencia.
Por sus efectos secundarios, la EPO está incluida desde hace siete años en las listas de sustancias dopantes prohibidas por el Comité Olímpico Internacional y por las diversas federaciones deportivas. El problema es que aún no se detecta en los controles de orina y por ello ha sido utilizada de forma masiva por los equipos de ciclismo profesional en los últimos años.
¿Cuáles son los efectos secundarios de la EPO? El doctor Randy Eichner, catedrático de hematología de la Universidad de Oklahoma City, ha declarado que "el uso de EPO en deportistas es peligroso porque si a un ciclista se le está administrando EPO, puede alcanzar un hematocrito superior al 55% y, si se dispone a participar en una carrera en ambiente caluroso, debido a la deshidratación, el hematocrito se acercará al 70%".
Los riesgos
En ese punto, pueden desarrollarse trombos con riesgo posterior de infarto de miocardio, embolia pulmonar o cerebral. La EPO puede apiolar, y eso lo saben bien en Holanda. Los deportistas que se inyectan esta sustancia ven subir enormemente sus cifras de hematocrito (los valores normales en un atleta se sitúan entre un 42% y 45%).
Cuando se supera la cifra del 55%, la sangre ya no circula por los vasos con fluidez. Es aquí donde reside el principal riesgo para el deportista, no sólo por la mayor viscosidad del torrente sanguíneo, sino porque la eritropoyetina eleva, además, la cifra de plaquetas. Si el trombo aparece en zonas vitales, como las arterias del cerebro o las coronarias, hay un riesgo elevado de fin súbita. Precisamente, la inexplicable fin de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón nacional Bert Oosterbosch), entre 1987 y 1990, fue rápidamente relacionada con la administración de EPO, aunque nunca se investigara.
Las muertes eran idénticas: paros cardiacos, mientras los ciclistas dormían. El aumento de la viscosidad sanguínea y la baja frecuencia cardiaca durante el sueño pudieron ser las causas. El hecho de que no se hayan registrado más muertes en los últimos años se debe a la administración de sueros y anticoagulantes de forma paralela a la inyección de EPO.
Sin embargo, el máximo peligro de la eritropoyetina es el desarrollo de una leucemia. El profesor Norbert Gorin -catedrático francés de hematología y jefe de trasplantes de médula ósea en el Hospital de Saint-Antoine- lo ha explicado así: "La EPO pertenece al grupo de las citoquinas. Estas son una clase de proteínas que regulan la médula ósea y la sangre. Existen decenas de tipos diferentes de citoquinas, y muchas se han desarrollado para tratar los inconvenientes de la quimioterapia del cáncer. Normalmente, los sujetos sanos somos portadores de células tumorales que nuestro sistema inmune va eliminando de forma natural. En el caso de un ciclista que se inyecte EPO con asiduidad, se arriesga a lo contrario, a que las células malignas sean estimuladas y terminen desarrollando una leucemia. El dopaje con EPO es relativamente nuevo y sus efectos secundarios a largo plazo pueden ser muy graves.
Lo más paradójico de esta situación es que, desde un punto de vista estrictamente terapéutico, no se debe olvidar que el descubrimiento de la eritropoyetina sintética representó una excelente noticia. La obtención de esta hormona por ingeniería genética aportó un avance significativo en el tratamiento de la anemia asociada a insuficiencia renal crónica, en pacientes sometidos a hemodiálisis. También es eficaz en la anemia presente en el sida, la cirrosis hepática o la artritis reumatoide.
La eritropoyetina es una hormona que el organismo humano produce de manera natural en el riñón y cuya secreción se ve estimulada en situaciones (como la hipoxia) en las que es necesario aumentar los niveles de hematíes en la sangre. La síntesis de esta sustancia en los laboratorios -obtenida por vez primera a mediados de la década de los 80- abrió enseguida la posibilidad de ser utilizada como dopaje en deportes de resistencia.
Por sus efectos secundarios, la EPO está incluida desde hace siete años en las listas de sustancias dopantes prohibidas por el Comité Olímpico Internacional y por las diversas federaciones deportivas. El problema es que aún no se detecta en los controles de orina y por ello ha sido utilizada de forma masiva por los equipos de ciclismo profesional en los últimos años.
¿Cuáles son los efectos secundarios de la EPO? El doctor Randy Eichner, catedrático de hematología de la Universidad de Oklahoma City, ha declarado que "el uso de EPO en deportistas es peligroso porque si a un ciclista se le está administrando EPO, puede alcanzar un hematocrito superior al 55% y, si se dispone a participar en una carrera en ambiente caluroso, debido a la deshidratación, el hematocrito se acercará al 70%".
Los riesgos
En ese punto, pueden desarrollarse trombos con riesgo posterior de infarto de miocardio, embolia pulmonar o cerebral. La EPO puede apiolar, y eso lo saben bien en Holanda. Los deportistas que se inyectan esta sustancia ven subir enormemente sus cifras de hematocrito (los valores normales en un atleta se sitúan entre un 42% y 45%).
Cuando se supera la cifra del 55%, la sangre ya no circula por los vasos con fluidez. Es aquí donde reside el principal riesgo para el deportista, no sólo por la mayor viscosidad del torrente sanguíneo, sino porque la eritropoyetina eleva, además, la cifra de plaquetas. Si el trombo aparece en zonas vitales, como las arterias del cerebro o las coronarias, hay un riesgo elevado de fin súbita. Precisamente, la inexplicable fin de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón nacional Bert Oosterbosch), entre 1987 y 1990, fue rápidamente relacionada con la administración de EPO, aunque nunca se investigara.
Las muertes eran idénticas: paros cardiacos, mientras los ciclistas dormían. El aumento de la viscosidad sanguínea y la baja frecuencia cardiaca durante el sueño pudieron ser las causas. El hecho de que no se hayan registrado más muertes en los últimos años se debe a la administración de sueros y anticoagulantes de forma paralela a la inyección de EPO.
Sin embargo, el máximo peligro de la eritropoyetina es el desarrollo de una leucemia. El profesor Norbert Gorin -catedrático francés de hematología y jefe de trasplantes de médula ósea en el Hospital de Saint-Antoine- lo ha explicado así: "La EPO pertenece al grupo de las citoquinas. Estas son una clase de proteínas que regulan la médula ósea y la sangre. Existen decenas de tipos diferentes de citoquinas, y muchas se han desarrollado para tratar los inconvenientes de la quimioterapia del cáncer. Normalmente, los sujetos sanos somos portadores de células tumorales que nuestro sistema inmune va eliminando de forma natural. En el caso de un ciclista que se inyecte EPO con asiduidad, se arriesga a lo contrario, a que las células malignas sean estimuladas y terminen desarrollando una leucemia. El dopaje con EPO es relativamente nuevo y sus efectos secundarios a largo plazo pueden ser muy graves.
Lo más paradójico de esta situación es que, desde un punto de vista estrictamente terapéutico, no se debe olvidar que el descubrimiento de la eritropoyetina sintética representó una excelente noticia. La obtención de esta hormona por ingeniería genética aportó un avance significativo en el tratamiento de la anemia asociada a insuficiencia renal crónica, en pacientes sometidos a hemodiálisis. También es eficaz en la anemia presente en el sida, la cirrosis hepática o la artritis reumatoide.