¿Estáis se guros de que el problema de Disney está en el componente ideológico de sus contenidos? A mí me gustan tan poco como al que menos, y acepto que querer meter un subtexto -por no decir un manifiesto-
pogre en cada película o serie aleja a muchos de Disney, pero seguramente también acerca a otros muchos. Después de todo, si te dedicas a la industria del entretenimiento global, tienes que pensar de manera global, e incluir a base de guiños a unos destinatarios muy segmentados.
En todo caso, si el problema fuera que a muchos nos nos gustan los contenidos de Disney y hemos dejado de consumirlos (y no sólo de criticarlos, ojo), lo que observaríamos es una caída de las ventas. Sin embargo, en Disney no se observa eso, sino otra cosa:
las ventas aumentan pero los beneficios se estancan porque los costes aumentan más todavía. Disney tiene un problema de rentabilidad y de márgenes, no de rechazo por parte de su público, aunque a quienes detestamos sus contenidos nos cueste creer que ahí fuera hay un montón de gente que se los traga encantada de la vida.
En los últimos 12 medes (aunque no aparece en la tabla de abajo) se observa una mejora en la rentabilidad. Así que yo, para invertir, me preguntaría cosas como las causas de la pérdida de rentabilidad en los últimos años, las causas de esté empezando a mejorar y el mantenimiento futuro de dichas causas, y me preocuparía menos de si me gustan o no sus contenidos, como si yo y quienes pensamos como yo constituyéramos la masa crítica de clientes (o clientes potenciales) que sostiene una compañía como Disney.
Por último, y a manera de jovenlandesaleja, me parece que la inversión va de hacer dinero, no de aprobar o rechazar los productos de una compañía. Si fuera un inversor vegano, no tendría problemas en invertir en McDonald's, de la misma manera que no tengo problema en invertir en Philip Morris, aun no siendo fumador. Obviamente, puedes no invertir en una compañía por razones jovenlandesales; eso es legítimo. Pero eso una cosa y otra muy diferente autoengañarte creyendo que existe algo así como un karma que castiga a las empresas cuyos productos atacan nuestras convicciones jovenlandesales, políticas o religiosas. Eso ya no objeción de conciencia del inversor, sino
wishful thinking (creer que la realidad acabará de un modo u otro ajustándose a nuestros deseos y preferencias) y, como cualquier otro sesgo, te puede costar dinero.