Y así, ganaron. A eso lo llamo reaccionar. No es bonito, pero en la guerra se trata de vencer, como sea.
En tal caso declararles la guerra es un acto menso y merecen todo lo que les pase. Sólo un fulastre empieza una guerra que no puede ganar.
Alemania no podía vencer a Inglaterra. Ni por aire ni por mar. Fin de sus posibilidades.
El día que invadieron Polonia perdieron.
En Vietnam entraron sin calcular los efectos del descontento de la población. Es un error de libro.
En Afganistán son presa de sus propias ROE. Nuevamente, error de cálculo previo a la guerra.
Los franceses podían permitirse sus cagadas (vencieron, al final), los alemanes no.
Tiene usted una curiosa y evidente animadversión contra los alemanes y sus primos austriacos.
Bueno, cada uno con sus filias y sus fobias. Pero debería ser consciente de que no posee usted la verdad absoluta, y que todo es interpretable. Será más viejo y más sabio, cuando lo comprenda.
Desde otro prisma, Inglaterra pasó de ser LA superpotencia antes de la IIGM, a un simple estado vasallo de los americanos, igual que el resto de países europeos. En los años 30 los americanos tenían planes en el cajón sobre como desbancar a los británicos como primera potencia mundial.
No les hizo falta ponerlos en práctica. Los británicos suicidaron su imperio a través de dos guerras mundiales, en su empeño por impedir el ascenso de Alemania. Les perdió su natural agresividad. Un rol más defensivo, hubiera podido alargar su poder e influencia durante mucho tiempo.
En realidad, la IIGM supone la desaparición de Europa como actor decisivo en el tablero mundial, dando paso a los nuevos amos: USA y URSS. Y el nuevo conflicto: la Guerra Fría.
Europa pasa de ser la dominadora del mundo, a un teatro de operaciones donde americanos y soviéticos juegan su partida.
A día de hoy, Alemania vuelve a ser el líder económico, industrial y demográfico de Europa, a pesar de sus terribles pérdidas tras las dos guerras mundiales. Está capada espiritualmente, pero eso es otra historia.
Se me podrá acusar de filogermánico, pero no de haber dicho ninguna mentira.