TYRELL
Madmaxista
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Ojalá que quede alguno vivo
SALOMÉ GARCÍA
Sin ser habitualmente partidaria de la venganza, debo reconocer que deseo que siga vivo alguno de los dirigentes de la Falange que busca el juez Garzón. Esos que se sumaron al golpe de Estado franquista con tal ahínco y asumieron tan hondamente su cruel esencia que se convirtieron en los tentáculos ideales para el régimen. Alcaldes y gobernadores civiles eran los jefes locales y provinciales del Movimiento. Convertidos en acusación, juez y verdugo, ¡con qué dedicación y soltura elegían a los culpables para que fueran paseados y olvidados después en una cuneta!
Deseo que alguno de ellos, bien criado al calor del franquismo, haya logrado sobrevivir hasta hoy. Me conformo con que tiemble al leer el auto del juez, con que tema verse sentado en un banquillo, con que pierda el sueño repasando sus años mozos y rememorando cuántas muertes le puede imputar el juez. Con que desee no vivir para verlo. No será ni la décima parte del dolor que han sentido estos 30 años las familias de esos 114.226 desaparecidos que ahora podrán dejar de serlo. De la amargura que han acumulado ante estas décadas de olvido, de la rabia que han tenido que destilar por sentirse estafados por la democracia.
Deseo que alguno viva aunque entiendo que, por viejo, nunca ingresará en prisión; aunque presumo que esta primera causa penal contra el franquismo nunca llegará a juicio. Sé que este sentimiento no me honra, pero no vean cómo me anima.
SALOMÉ GARCÍA
Sin ser habitualmente partidaria de la venganza, debo reconocer que deseo que siga vivo alguno de los dirigentes de la Falange que busca el juez Garzón. Esos que se sumaron al golpe de Estado franquista con tal ahínco y asumieron tan hondamente su cruel esencia que se convirtieron en los tentáculos ideales para el régimen. Alcaldes y gobernadores civiles eran los jefes locales y provinciales del Movimiento. Convertidos en acusación, juez y verdugo, ¡con qué dedicación y soltura elegían a los culpables para que fueran paseados y olvidados después en una cuneta!
Deseo que alguno de ellos, bien criado al calor del franquismo, haya logrado sobrevivir hasta hoy. Me conformo con que tiemble al leer el auto del juez, con que tema verse sentado en un banquillo, con que pierda el sueño repasando sus años mozos y rememorando cuántas muertes le puede imputar el juez. Con que desee no vivir para verlo. No será ni la décima parte del dolor que han sentido estos 30 años las familias de esos 114.226 desaparecidos que ahora podrán dejar de serlo. De la amargura que han acumulado ante estas décadas de olvido, de la rabia que han tenido que destilar por sentirse estafados por la democracia.
Deseo que alguno viva aunque entiendo que, por viejo, nunca ingresará en prisión; aunque presumo que esta primera causa penal contra el franquismo nunca llegará a juicio. Sé que este sentimiento no me honra, pero no vean cómo me anima.