Espartano27
Madmaxista
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Liz Parrish, la mujer que en vez de cumplir años rejuvenece
Quien no sepa más dirá que el tiempo es muy benévolo con ella o sospechará cuánta cirugía estética habrá detrás. Seguramente en parte sea así, pero su secreto es mucho...
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Liz Parrish se ha propuesto cumplir años a contracorriente. De larga melena rubia, estilizada y con una tersura de piel envidiable, su aspecto resulta chocante en una mujer de 51 años.
Quien no sepa más dirá que el tiempo es muy benévolo con ella o sospechará cuánta cirugía estética habrá detrás. Seguramente en parte sea así, pero su secreto es mucho más inquietante: dice haber encontrado la terapia génica capaz de revertir el envejecimiento.
Según asegura, algunas de sus células ya lo han hecho y apenas superan los 30 años de edad. Su desafío ahora es continuar con el resto del cuerpo. No es científica ni bióloga ni nada similar, sino empresaria, pero se maneja en los foros que tratan el asunto de la longevidad sin dar una señal de eso que llaman síndrome del impostor.
Hace solo unos días anunciaba en redes sociales su conferencia inaugural en una cumbre de longevidad en Estados Unidos. Usa la misma soltura para hablar de cómo poner fin a las enfermedades relacionadas con la edad que para cruzar las líneas rojas de la ética médica.
¿Por qué entonces se la reclama? ¿Qué nivel de seriedad merecen sus curas genéticas? Preguntamos al doctor Ángel Durántez, uno de los referentes en España en Age Management Medicine. Después de coincidir con ella en algún foro sobre longevidad y envejecimiento saludable, como el que se celebró hace un par de años en Valencia, intuye que su aparición no deja de ser pintoresca: "Sus terapias génicas no han sido validadas ni avaladas por ningún organismo científico internacional. Nunca ha intervenido en congresos científicos, sino en escenarios abiertos al público en los que su presencia es anecdótica".
LOS COMIENZOS
Su aventura arrancó en 2013, cuando a su hijo le diagnosticaron diabetes tipo 1. No encajó demasiado bien la noticia y entendió la enfermedad del niño como un proceso de envejecimiento acelerado a causa de unas células ya programadas para enfermar. Entonces empezó a investigar el uso de tecnologías celulares y creó una startup biotecnológica, BioViva Science, con el firme compromiso de invertir toda su vida en lograr una mayor esperanza de vida saludable. Hasta aquí, su empeño no puede ser más loable.
El problema vino al diseñar su propia terapia combinando telomerasa, folistatina y otro tipo de enzimas y proteínas con la esperanza de reducir la senescencia, prevenir el cáncer, mejorar la masa muscular, optimizar las funciones cerebrales y eliminar el daño causado por el estrés oxidativo.
Entonces decidió convertirse en paciente cero de su experimento. Puesto que la legislación estadounidense prohíbe estas prácticas en seres humanos, hizo un viaje clandestino a Bogotá y se alojó en una clínica privada. Allí recibió más de 100 inyecciones en sus tríceps, muslos, glúteos y rostro.
Lo que hizo fue reprogramar sus propias células "in vivo" en un sistema con inyecciones de genes investigados y testados procedentes de bancos genéticos de humanos y otras especies.
21 AÑOS EN 12 MESES
Cuando inició el tratamiento, con 44 años, la longitud de sus telómeros indicaba una edad biológica de 65. Solo un año después, pasó a ser la de alguien con la edad de su DNI. Antes había probado en ratones. Con dieta y ejercicio óptimos, su promedio de vida pasó de 8 a 18 meses. Con un régimen de restricción calórica, hasta 30 meses. Y cambiando uno solo de sus genes, los roedores doblaron su esperanza de vida. Sin dieta ni ejercicio.
De momento, la FDA, la agencia que regula los medicamentos en Estados Unidos, no avala su técnica. Según nos confirma Durántez, la posibilidad de aplicar terapias celulares, incluso a jóvenes de forma preventiva para que no desarrollen enfermedades, aún es muy lejana: "Sus prácticas burlan cualquier límite
bioético y plantea un dilema importante en varias cuestiones que ella pasa por alto".
La mejor definición de esta mujer que se pasea por los círculos científicos con ademanes de estrella hollywoodiense podría ser la de una biohacker con un principio muy simple: "Hágalo usted mismo". Es decir, una ciudadana que hace de la ciencia una disciplina de andar por casa, una activista de la salud que experimenta con su propio cuerpo.
CUESTIONADA POR LA CIENCIA
Igual que ella, crece el número de personas dispuestas a hackear su propia biología como si fuese un pliego de papel en blanco, llegando incluso a implantar dispositivos o modificar sus genes con el sueño de optimizar su rendimiento cognitivo, mental o físico.
La vida de Parrish resulta apasionante y es el mejor ejemplo de que el envejecimiento ocupa un lugar central en nuestra conciencia, pero no evita que la propia ciencia se cuestione si este es el mejor modo de avanzar.