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Jodó! con Ynestrillas! ::
Sin embargo, a primera hora allí ya se encontraba su hermano junto a Pedro Pablo Peña y otro miembro de AUN (o de lo que quedaba de AUN). Empezó la reunión y en un momento dado, este tercero alegó que se iba a buscar unos papeles que había dejado en el coche. Al cabo de un rato llamaron a la puerta, abrió Álvaro Peñas y en lugar de aparecer solo el que se había ido aparecieron él más unos ocho encapuchados con pasamontañas que irrumpieron en la sala de reuniones. Eran “los hombres de Ynestrillas” intentando aparentar su mejor aspecto amenazador. Éste, me achacó haberlo querido marginar: le dije que, en efecto, no era la persona más adecuada para encabezar una lista electoral, acababa de extinguir una condena por delito común y las personas con problemas de imagen teníamos –y dije “teníamos” porque los comentarios que sobre mí habían aparecido en la prensa a principios de los 80 no hacían recomendable el que yo estuviera en posiciones de dirección, a pesar de que mi nombre solamente fue vinculado a episodios políticos y mi única condena fue por una manifestación ilícita, y jamás fui procesado por terrorismo, no podía evitar que la prensa me hubiera vinculado con episodios truculentos– que situarnos en segunda fila. La respuesta fue inmediata: leche en la mandíbula. La mandíbula resistió pero no las gafas que se partieron en dos. En la refriega, Pérez Corrales recibió otra leche.
En la refriega, Pérez Corrales recibió otra leche de Ynestrillas. Me llevaron a otra habitación, el despacho de dirección de DN, acompañado por Ynestrillas y dos de los payasos con pasamontañas: fue entonces cuando tuve a Ynestrillas a un palmo de distancia. Sus pupilas eran pozos sin fondo dilatadas hasta calirse de las órbitas como en los cómics de Mortadelo y Filemón.
Intentó interrogarme sobre la financiación de DN y quién estaba detrás de DN… pura paranoia, oiga. A todo esto los dos payasos disfrazados de etarras me mantenían agarrado e Ynestrillas, a lo suyo, repartiendo estopa. No eran golpes que dolieran –de hecho, tras la primera leche, las siguientes que caen en el mismo punto ya no duelen, lo supe cuando me detuvieron en Barcelona en 1983: el primer bofetón dolía, el segundo ya no; el primer golpe con porra flexible en los pies dolía, el segundo más, el tercero simplemente te cagabas en la progenitora que los pario y eso aliviaba– y la impresión que me dio es que se trataba de golpes propios de anabolizado, esto es, volumen sin potencia.
Al cabo de un rato, me llevaron de nuevo a la sala donde los payasos encapuchados seguían custodiando al resto que había oído perfectamente los golpes que había recibido en la otra habitación. Ynestrillas dio su última proclama: “Estáis avisados… etc.”, propia de un alucinado. El pobre Pedro Pablo Peña, inseparable de Ynestrillas en la época, intentó que prosiguiera la reunión. Lo tenía sentado delante y tuve que decirle: “No ves que ya está todo dicho…”. De hecho, aún hoy no atribuyo responsabilidad a Ynestrillas sobre este caso concreto: los hechos demostraron que apenas cinco días después de suceder, la policía detenía a Ynestrillas como autor de dos atracos con objeto de procurarse dinero para obtener droja. Así lo decía en la sentencia. Por tanto, no era dueño de sus actos…
Ultramemorias (IV de X). Tipologías insólitas: los odiadores | infoKrisis, el blog personal de Ernesto Milà
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Sin embargo, a primera hora allí ya se encontraba su hermano junto a Pedro Pablo Peña y otro miembro de AUN (o de lo que quedaba de AUN). Empezó la reunión y en un momento dado, este tercero alegó que se iba a buscar unos papeles que había dejado en el coche. Al cabo de un rato llamaron a la puerta, abrió Álvaro Peñas y en lugar de aparecer solo el que se había ido aparecieron él más unos ocho encapuchados con pasamontañas que irrumpieron en la sala de reuniones. Eran “los hombres de Ynestrillas” intentando aparentar su mejor aspecto amenazador. Éste, me achacó haberlo querido marginar: le dije que, en efecto, no era la persona más adecuada para encabezar una lista electoral, acababa de extinguir una condena por delito común y las personas con problemas de imagen teníamos –y dije “teníamos” porque los comentarios que sobre mí habían aparecido en la prensa a principios de los 80 no hacían recomendable el que yo estuviera en posiciones de dirección, a pesar de que mi nombre solamente fue vinculado a episodios políticos y mi única condena fue por una manifestación ilícita, y jamás fui procesado por terrorismo, no podía evitar que la prensa me hubiera vinculado con episodios truculentos– que situarnos en segunda fila. La respuesta fue inmediata: leche en la mandíbula. La mandíbula resistió pero no las gafas que se partieron en dos. En la refriega, Pérez Corrales recibió otra leche.
En la refriega, Pérez Corrales recibió otra leche de Ynestrillas. Me llevaron a otra habitación, el despacho de dirección de DN, acompañado por Ynestrillas y dos de los payasos con pasamontañas: fue entonces cuando tuve a Ynestrillas a un palmo de distancia. Sus pupilas eran pozos sin fondo dilatadas hasta calirse de las órbitas como en los cómics de Mortadelo y Filemón.
Intentó interrogarme sobre la financiación de DN y quién estaba detrás de DN… pura paranoia, oiga. A todo esto los dos payasos disfrazados de etarras me mantenían agarrado e Ynestrillas, a lo suyo, repartiendo estopa. No eran golpes que dolieran –de hecho, tras la primera leche, las siguientes que caen en el mismo punto ya no duelen, lo supe cuando me detuvieron en Barcelona en 1983: el primer bofetón dolía, el segundo ya no; el primer golpe con porra flexible en los pies dolía, el segundo más, el tercero simplemente te cagabas en la progenitora que los pario y eso aliviaba– y la impresión que me dio es que se trataba de golpes propios de anabolizado, esto es, volumen sin potencia.
Al cabo de un rato, me llevaron de nuevo a la sala donde los payasos encapuchados seguían custodiando al resto que había oído perfectamente los golpes que había recibido en la otra habitación. Ynestrillas dio su última proclama: “Estáis avisados… etc.”, propia de un alucinado. El pobre Pedro Pablo Peña, inseparable de Ynestrillas en la época, intentó que prosiguiera la reunión. Lo tenía sentado delante y tuve que decirle: “No ves que ya está todo dicho…”. De hecho, aún hoy no atribuyo responsabilidad a Ynestrillas sobre este caso concreto: los hechos demostraron que apenas cinco días después de suceder, la policía detenía a Ynestrillas como autor de dos atracos con objeto de procurarse dinero para obtener droja. Así lo decía en la sentencia. Por tanto, no era dueño de sus actos…
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