Los Estados liberales suelen tener impuestos mayores que los Estados no-liberales o las Monarquias por una razón muy sencilla: son menos legítimos.
Inglaterra después del siglo XVII se convirtió en lo que Luigi Blanch describió como “una machina per fare la guerra”, gracias a lo que se llamo la “revolución financiera inglesa”. Su razón es que tenía la capacidad ssuperior no sólo a la de los Borbones franceses sino también a la de cualquier otra monarquía europea importante) de elevar los impuestos y los préstamos sin causas crisis financieras. Cito a Di Vittorio, A., Historia económica de Europa. Siglos XV-XX, Crítica, Barcelona, 2007, p. 176-177:
“Ello era debido a la fundación del Banco de Inglaterra en 1694. Permitió al gobierno inglés obtener préstamos garantizados y establecer una estabilidad financiera sin comparación en Europa. El banco respondía ante el Parlamento y no ante el Rey. Esta independencia isntitucional respecto a la monarquía dio sensación de seguridad a los inversores en deuda pública inglesa, mientras que la estabilidad de la base de las finanzas públicas jugó un importante papel en el relativamente precoz desarrollo de los bancos provinciales de depósito y las cajas de ahorro en Inglaterra. Al contrario que en la Europa continental, donde se imponían impuestos a los grupos de inversores privados, en la Inglaterra del XVIII eran los bancos provinciales los que establecían impuestos para la Corona. Todos estos factores permitieron que los gobiernos británicos pudieran hacer frente a los gastos militares y navales que lastraban a sus rivales. El mejor ejemplo de ello es el éxito del gobierno británico en cubrir las enormes deudas que la guerra de Independencia generó mediante préstamos garantizados durante dos décadas, mientas que las muy inferiores deudas que supuso la guerra para Franca, la sumieron en la crisis final de las finanzas de la monarquía francesa, que fue la causa directa de lso acontecimientos que llevaron a la Revolución de 1789 (ibídem, 177).”
Otra cita: “En contra de la idea tradicional, por tanto, en los regímenes parlamentarios, los ciudadanos pagaban más impuestos que en las monarquías absolutas. La razón era que los ciudadanos ingleses admitían una mayor presión fiscal porque controlaban, a través del Parlamento, cómo se administraban y gastaban los impuestos” (Comín, F., Historia económica mundial. De los orígenes a la actualidad, Alianza Editorial, 2013, Madrid, p. 370.)
Luego ya en filosofía política, hay un paso importante de formas de gobierno personales al lento, pero firme avance de los Estados modernos. El Estado como forma de gobierno tiene que imponerse coactivamente por su carácter artificial. El Estado es un aparato técnico, una organización de gran capacidad coactiva que despersonaliza las relaciones de poder. Ante el Estado, la obediencia deja de ser una cuestión de fidelidad (de fides), normal todavía en el Estado Monárquico, para tras*formarse en una exigencia externa de lealtad (de lex). El Estado conforme se establece y desarrolla deviene en menos político y más administrativo. Tiende a despolitizarse. Esto es algo que ya diagnóstico Tocqueville: El Estado plenamente desarrollado, la administración es lo primero y la política algo accidental.
El Gobierno es algo natural, no el Estado.
Si algún día alguien se anima sobre un post sobre la historia de los impuestos, podría poner cosas interesantes. Nicolas de Liyre, por ejemplo, insistió en la idea de que un monarca que exigía demasiados impuestos perdía el alma y se convertía en un tirano. Hay todo un ejercicio de legitimación del impuesto a lo largo de la época moderna (cuando la presión fiscal comienza a aumentar en paralelo con la revolución militar (Parker)), justamente porque saben que no es legítimo. En la ilegitimidad del impuesto está el origen de las Cortes.