ElBillet
Madmaxista
- Desde
- 12 May 2011
- Mensajes
- 5.062
- Reputación
- 12.285
La ONG Yes We Help despluma a cientos de voluntarios españoles y los deja tirados en África y Asia
El caos llegó al máximo cuando el fundador de YWH, el empresario barcelonés Yago Zarroca, despidió a los cuatro Project Managers y puso en su lugar a un grupo de voluntarios que apenas acabar de salir de la adolescencia.
“Nos han intentado tratar de orates. Se pensaban que, como no controlamos la situación, podrían hacer y deshacer sin que nos diéramos cuenta. Pero no ha sido así”, explica Alicia (nombre ficticio). Su sentimiento es el mismo que el de la mayoría de los más de 300 jóvenes y adolescentes españoles en Ghana y Sri Lanka que creían que iban a pasar el verano de su vida realizando un voluntariado y se han encontrado unas desastrosas -y hasta peligrosas- colonias en un país exótico. Culpan de su mala experiencia a Yes We Help . Esta organización, que hasta hace poco se definía en Instagram como una ONG, ha utilizado esta red social para, gracias a la ayuda de algunos influencers, aprovecharse del boom de los voluntariados entre los milenials. Durante todo el verano enviarán a cientos de jóvenes, la mayoría entre los 16 y los veintipocos, a un voluntariado absolutamente desorganizado y calificado por todas las personas con las que ha contactado La Vanguardia de “posible estafa”. A juzgar por lo relatado, más que una experiencia solidaria, lo que se está viviendo sería una versión 2.0 de ‘El Señor de las moscas’.
El caos en la organización ha llegado al extremo de que el pasado 20 de julio un nuevo grupo de unos 130 jóvenes y adolescentes llegaron a Ghana para enterarse de que, no sólo no podrían dormir en la residencia de Winneba como les habían prometido, si no que la organización no les proporcionaría comida ni bebida hasta el domingo, pese a que el programa empezaba el viernes. Como justificación, YWH alegó que no era justo darles de comer a partir de aquel día cuando parte del grupo no llegaba hasta dos días más tarde. “No hay suficientes camas para todos, se las van a tener que ir turnando, y los baños son peores que los de una prisión”.
A pesar de todo, la promoción funcionó de maravilla, especialmente entre jóvenes de familias con un nivel adquisitivo alto, ya que la inversión total en el viaje ronda entre los 1.500 euros y los 2.000. Como ejemplo, entre los ‘helpers’ de Winneba se encuentra la hija del torero Francisco Rivera y la aristócrata Eugenia Martínez de Irujo, Cayetana. A pesar de eso, también han habido jóvenes que han relatado a La Vanguardia como han estado ahorrando todo el año con mucho esfuerzo para poder cumplir su sueño.
A la llegada del grupo, compuesto en su mayoría por jóvenes que no pasan de los 20 años, descubrieron que de los cuatro proyectos que les habían prometido -orfanato, educación, sanidad y deporte-, no existía ninguno. El orfanato se había evaporado, en las escuelas no les dejaban dar clase, en los hospitales los tenían de observadores en prácticas, y no había nada preparado para realizar actividades deportivas. El caos llegó al máximo cuando el fundador de YWH, el empresario barcelonés Yago Zarroca, despidió a los cuatro Project Managers y puso en su lugar a un grupo de voluntarios que apenas acabar de salir de la adolescencia.
“Yago es un tipo muy inteligente. Cuando vio que todo era un fracaso, se quedó en un segundo plano y puso por delante a los Project Manager. Al cabo de una semana, cuando la gente empezó a quejarse de que no había nada, intervino como si fuera el salvador y les culpó a ellos. Después los echó y ahora trabaja con cinco helpers de 20 o 18 años que no tienen ni idea de nada”, asegura Luis.
“Llegamos a las 6 de la mañana y no había nadie recibiéndonos”, recuerda Marta, una de las pocas ‘helpers’ que llegaron a Winneba con titulo universitario y experiencia en sanidad. “Empezó a levantarse la gente y vino una chica de unos 18 años y se puso a llamar puerta por puerta a ver donde había una cama libre. A la hora, aparece el famoso Yago con cara de dormido y nos dice que nos vayamos a dar una vuelta. Nos perdimos. Luego vimos que había cogido a cinco o seis helpers para ponerse al mando. A mi edad, viendo a esta gente tan joven intentando liderar a tantas personas, me quedé alucinando. Me di cuenta de que me habían engañado”, reconoce todavía desde Ghana.
Pasados los primeros días de desconcierto, algunos helpers empezaron a preguntarse a dónde iba a parar su dinero si ninguno de los proyectos prometidos por Yes We Help estaba en marcha. Se suponía que de los 850 euros que cada voluntario pagaba por su estancia (sin incluir visados, banderillas y billetes de avión), 150 iban a parar íntegramente a los proyectos. “Yo quiero saber que ese dinero se ha invertido en el país”, afirma González desde España. La única respuesta que ha dado la organización es que se trata de una inversión a largo plazo. Una excusa que no ha convencido a la inmensa mayoría de los helpers.
Pero las dudas sobre la gestión del dinero van más allá. Según se lee en la web de YWH, de los 850 euros del viaje, 600 euros van destinados a comida y alojamiento. “Llevamos un mes comiendo arroz. Ayer el menú cambió y comimos de primero plátano frito, de segundo plátano cocido y de tercero plátano tostado”, cuenta Marisol. A muchos de los helpers no les salen las cuentas y temen que Yes We Help, que todavía opera como empresa a pesar de que lleva meses diciendo que está en proceso de convertirse en fundación (afirman que ya tienen el CIF provisional), se esté quedando con más dinero del que dice.
El caos en la organización ha llegado al extremo de que el pasado 20 de julio un nuevo grupo de unos 130 jóvenes y adolescentes llegaron a Ghana para enterarse de que, no sólo no podrían dormir en la residencia de Winneba como les habían prometido, si no que la organización no les proporcionaría comida ni bebida hasta el domingo, pese a que el programa empezaba el viernes. Como justificación, YWH alegó que no era justo darles de comer a partir de aquel día cuando parte del grupo no llegaba hasta dos días más tarde. “No hay suficientes camas para todos, se las van a tener que ir turnando, y los baños son peores que los de una prisión”, explicaba una helper que pudo ver el recinto donde los habían instalado. “Querían venir a nuestra residencia para comer, pero es imposible, a penas nos llega para los 150 que estamos allí”, afirma. Tras horas sin que nadie les diera ningún tipo de explicación, una de las helpers que ayudan a Zarroca (y que al menos tres personas con las que ha hablado La Vanguardia identifican como su “novia”), se dirigió al grupo para indicarles donde se encuentra un restaurante donde les darían de comer. Pagando, claro. Tras muchas protestas, el sábado la organización les proporcionó la comida.
Lo mismo está ocurriendo en Sri Lanka. “El primer día no nos dijeron nada, el segundo tampoco, el tercero vienen y nos dicen que el proyecto del orfanato no existe, porque no les habían dado permiso, y nos informan de que iremos guarderías. Los de educación irían a unos colegios a dar clases, pero los de sanidad tampoco podría ir a hospitales y que de momento darían clases de sanidad en colegios -tipo enseñar a lavarse los dientes- cuando se suponían que venían a atender a personas que no se podían costear la sanidad”, relata Raquel, de 19 años, desde Karapitiya, al sur del país.
La desorganización llegó al punto de que, cuando los voluntarios llegaban a los colegios, eran expulsados porque nadie les esperaba. “Muchos acabaron tirados en la calle de una ciudad que no conocían en absoluto con gente que no sabe casi hablar inglés”, denuncia la ‘helper’. Por otra parte, los asignados a sanidad, se encontraron con hospitales perfectamente equipados en los que no necesitaban ninguna ayuda. Y del proyecto de deportes, nunca más se supo. Posteriormente la organización proporcionó algún proyecto que hacer, como ayuda en una residencia de ancianos o en un orfanato con niños adolescentes unas cuantas horas por las tardes. “No era eso lo que nos prometieron”, denuncian.
Pero en el caso de Karapitiya, el asunto más polémico ha sido la comida. Los voluntarios firmaron un contrato y recibieron unas guías en las que afirman que se especificaba que se les proporcionaría comida durante los siete días de la semana. En realidad, YWH sólo costea la comida (básicamente arroz, pan y agua) de lunes a viernes. Los fines de semana, la comida corre de los bolsillos de los helpers. “En mi caso, me pagué yo el viaje y vine aquí con el dinero justo para una emergencia”, lamenta Raquel. Zarroca se ha disculpado en conversación telefónica con La Vanguardia alegando que era un “error de escritura” y que los documentos pasaron por muchas manos sin ser debidamente revisados.
Además, los ‘helpers’ han obtenido fotografías de las condiciones en que se encuentra la comida que les proporciona la organización. Una de las imágenes muestra una bandeja llena de trozos de un pescado de un tonalidad entre gris y verde tirada en el suelo junto a una escoba y restos de suciedad. En la otra, se ve la salsa con la que “a veces” riegan el arroz también depositada en un suelo que no parece en absoluto limpio. “Esa comida no vale los 600 euros de manutención que hemos pagado. Aquí una comida cuesta un euro” afirma Raquel.
La indignación de los voluntarios fue a más cuando empezó a correr el rumor de que deberían abandonar su residencia el día 20 de julio, y no el 25 como dicen que ponía en el contrato. Tras días de incertidumbre, los dos responsables de YWH les explicaron que tenían dos opciones: “O hacer un ‘Final Trip’ por valor de 200 euros o buscarte la vida y cogerte un hotel por su cuenta”, afirma una participante. Dando que los organizadores habían explicado a los ‘helpers’ que con 300 euros para gastos iban “sobrados”, algunos jóvenes voluntarios con escasos recursos se han encontrado en una situación de desamparo absoluto. Preguntado por este asunto, Zarroca afirma que se envió un email “antes de ir a Sri Lanka” explicando que deberían dejar la casa antes del final de su estancia en el país.
El caos llegó al máximo cuando el fundador de YWH, el empresario barcelonés Yago Zarroca, despidió a los cuatro Project Managers y puso en su lugar a un grupo de voluntarios que apenas acabar de salir de la adolescencia.
“Nos han intentado tratar de orates. Se pensaban que, como no controlamos la situación, podrían hacer y deshacer sin que nos diéramos cuenta. Pero no ha sido así”, explica Alicia (nombre ficticio). Su sentimiento es el mismo que el de la mayoría de los más de 300 jóvenes y adolescentes españoles en Ghana y Sri Lanka que creían que iban a pasar el verano de su vida realizando un voluntariado y se han encontrado unas desastrosas -y hasta peligrosas- colonias en un país exótico. Culpan de su mala experiencia a Yes We Help . Esta organización, que hasta hace poco se definía en Instagram como una ONG, ha utilizado esta red social para, gracias a la ayuda de algunos influencers, aprovecharse del boom de los voluntariados entre los milenials. Durante todo el verano enviarán a cientos de jóvenes, la mayoría entre los 16 y los veintipocos, a un voluntariado absolutamente desorganizado y calificado por todas las personas con las que ha contactado La Vanguardia de “posible estafa”. A juzgar por lo relatado, más que una experiencia solidaria, lo que se está viviendo sería una versión 2.0 de ‘El Señor de las moscas’.
El caos en la organización ha llegado al extremo de que el pasado 20 de julio un nuevo grupo de unos 130 jóvenes y adolescentes llegaron a Ghana para enterarse de que, no sólo no podrían dormir en la residencia de Winneba como les habían prometido, si no que la organización no les proporcionaría comida ni bebida hasta el domingo, pese a que el programa empezaba el viernes. Como justificación, YWH alegó que no era justo darles de comer a partir de aquel día cuando parte del grupo no llegaba hasta dos días más tarde. “No hay suficientes camas para todos, se las van a tener que ir turnando, y los baños son peores que los de una prisión”.
A pesar de todo, la promoción funcionó de maravilla, especialmente entre jóvenes de familias con un nivel adquisitivo alto, ya que la inversión total en el viaje ronda entre los 1.500 euros y los 2.000. Como ejemplo, entre los ‘helpers’ de Winneba se encuentra la hija del torero Francisco Rivera y la aristócrata Eugenia Martínez de Irujo, Cayetana. A pesar de eso, también han habido jóvenes que han relatado a La Vanguardia como han estado ahorrando todo el año con mucho esfuerzo para poder cumplir su sueño.
A la llegada del grupo, compuesto en su mayoría por jóvenes que no pasan de los 20 años, descubrieron que de los cuatro proyectos que les habían prometido -orfanato, educación, sanidad y deporte-, no existía ninguno. El orfanato se había evaporado, en las escuelas no les dejaban dar clase, en los hospitales los tenían de observadores en prácticas, y no había nada preparado para realizar actividades deportivas. El caos llegó al máximo cuando el fundador de YWH, el empresario barcelonés Yago Zarroca, despidió a los cuatro Project Managers y puso en su lugar a un grupo de voluntarios que apenas acabar de salir de la adolescencia.
“Yago es un tipo muy inteligente. Cuando vio que todo era un fracaso, se quedó en un segundo plano y puso por delante a los Project Manager. Al cabo de una semana, cuando la gente empezó a quejarse de que no había nada, intervino como si fuera el salvador y les culpó a ellos. Después los echó y ahora trabaja con cinco helpers de 20 o 18 años que no tienen ni idea de nada”, asegura Luis.
“Llegamos a las 6 de la mañana y no había nadie recibiéndonos”, recuerda Marta, una de las pocas ‘helpers’ que llegaron a Winneba con titulo universitario y experiencia en sanidad. “Empezó a levantarse la gente y vino una chica de unos 18 años y se puso a llamar puerta por puerta a ver donde había una cama libre. A la hora, aparece el famoso Yago con cara de dormido y nos dice que nos vayamos a dar una vuelta. Nos perdimos. Luego vimos que había cogido a cinco o seis helpers para ponerse al mando. A mi edad, viendo a esta gente tan joven intentando liderar a tantas personas, me quedé alucinando. Me di cuenta de que me habían engañado”, reconoce todavía desde Ghana.
Pasados los primeros días de desconcierto, algunos helpers empezaron a preguntarse a dónde iba a parar su dinero si ninguno de los proyectos prometidos por Yes We Help estaba en marcha. Se suponía que de los 850 euros que cada voluntario pagaba por su estancia (sin incluir visados, banderillas y billetes de avión), 150 iban a parar íntegramente a los proyectos. “Yo quiero saber que ese dinero se ha invertido en el país”, afirma González desde España. La única respuesta que ha dado la organización es que se trata de una inversión a largo plazo. Una excusa que no ha convencido a la inmensa mayoría de los helpers.
Pero las dudas sobre la gestión del dinero van más allá. Según se lee en la web de YWH, de los 850 euros del viaje, 600 euros van destinados a comida y alojamiento. “Llevamos un mes comiendo arroz. Ayer el menú cambió y comimos de primero plátano frito, de segundo plátano cocido y de tercero plátano tostado”, cuenta Marisol. A muchos de los helpers no les salen las cuentas y temen que Yes We Help, que todavía opera como empresa a pesar de que lleva meses diciendo que está en proceso de convertirse en fundación (afirman que ya tienen el CIF provisional), se esté quedando con más dinero del que dice.
El caos en la organización ha llegado al extremo de que el pasado 20 de julio un nuevo grupo de unos 130 jóvenes y adolescentes llegaron a Ghana para enterarse de que, no sólo no podrían dormir en la residencia de Winneba como les habían prometido, si no que la organización no les proporcionaría comida ni bebida hasta el domingo, pese a que el programa empezaba el viernes. Como justificación, YWH alegó que no era justo darles de comer a partir de aquel día cuando parte del grupo no llegaba hasta dos días más tarde. “No hay suficientes camas para todos, se las van a tener que ir turnando, y los baños son peores que los de una prisión”, explicaba una helper que pudo ver el recinto donde los habían instalado. “Querían venir a nuestra residencia para comer, pero es imposible, a penas nos llega para los 150 que estamos allí”, afirma. Tras horas sin que nadie les diera ningún tipo de explicación, una de las helpers que ayudan a Zarroca (y que al menos tres personas con las que ha hablado La Vanguardia identifican como su “novia”), se dirigió al grupo para indicarles donde se encuentra un restaurante donde les darían de comer. Pagando, claro. Tras muchas protestas, el sábado la organización les proporcionó la comida.
Lo mismo está ocurriendo en Sri Lanka. “El primer día no nos dijeron nada, el segundo tampoco, el tercero vienen y nos dicen que el proyecto del orfanato no existe, porque no les habían dado permiso, y nos informan de que iremos guarderías. Los de educación irían a unos colegios a dar clases, pero los de sanidad tampoco podría ir a hospitales y que de momento darían clases de sanidad en colegios -tipo enseñar a lavarse los dientes- cuando se suponían que venían a atender a personas que no se podían costear la sanidad”, relata Raquel, de 19 años, desde Karapitiya, al sur del país.
La desorganización llegó al punto de que, cuando los voluntarios llegaban a los colegios, eran expulsados porque nadie les esperaba. “Muchos acabaron tirados en la calle de una ciudad que no conocían en absoluto con gente que no sabe casi hablar inglés”, denuncia la ‘helper’. Por otra parte, los asignados a sanidad, se encontraron con hospitales perfectamente equipados en los que no necesitaban ninguna ayuda. Y del proyecto de deportes, nunca más se supo. Posteriormente la organización proporcionó algún proyecto que hacer, como ayuda en una residencia de ancianos o en un orfanato con niños adolescentes unas cuantas horas por las tardes. “No era eso lo que nos prometieron”, denuncian.
Pero en el caso de Karapitiya, el asunto más polémico ha sido la comida. Los voluntarios firmaron un contrato y recibieron unas guías en las que afirman que se especificaba que se les proporcionaría comida durante los siete días de la semana. En realidad, YWH sólo costea la comida (básicamente arroz, pan y agua) de lunes a viernes. Los fines de semana, la comida corre de los bolsillos de los helpers. “En mi caso, me pagué yo el viaje y vine aquí con el dinero justo para una emergencia”, lamenta Raquel. Zarroca se ha disculpado en conversación telefónica con La Vanguardia alegando que era un “error de escritura” y que los documentos pasaron por muchas manos sin ser debidamente revisados.
Además, los ‘helpers’ han obtenido fotografías de las condiciones en que se encuentra la comida que les proporciona la organización. Una de las imágenes muestra una bandeja llena de trozos de un pescado de un tonalidad entre gris y verde tirada en el suelo junto a una escoba y restos de suciedad. En la otra, se ve la salsa con la que “a veces” riegan el arroz también depositada en un suelo que no parece en absoluto limpio. “Esa comida no vale los 600 euros de manutención que hemos pagado. Aquí una comida cuesta un euro” afirma Raquel.
La indignación de los voluntarios fue a más cuando empezó a correr el rumor de que deberían abandonar su residencia el día 20 de julio, y no el 25 como dicen que ponía en el contrato. Tras días de incertidumbre, los dos responsables de YWH les explicaron que tenían dos opciones: “O hacer un ‘Final Trip’ por valor de 200 euros o buscarte la vida y cogerte un hotel por su cuenta”, afirma una participante. Dando que los organizadores habían explicado a los ‘helpers’ que con 300 euros para gastos iban “sobrados”, algunos jóvenes voluntarios con escasos recursos se han encontrado en una situación de desamparo absoluto. Preguntado por este asunto, Zarroca afirma que se envió un email “antes de ir a Sri Lanka” explicando que deberían dejar la casa antes del final de su estancia en el país.
Última edición: