Yo, desde que he vuelto a Esñapa, que no paro de ver gente haciendo el animal en el gimnasio.
No exagero, la mitad de la peña que va al centro deportivo en el que me acabo de apuntar está a punto de lesionarse, hasta donde veo yo. Gente que a los cuarenta tendrá destrozadas venga articulaciones, como mínimo. Venga espaldas que no aguantarán mucho más, y todo Cristo metiéndose de todo en los vestuarios, al ritmo del que no tardará en envenenarse.
Demasiado culto al cuerpo no, demasiado indocumentado.
Y lo rellenito es que cuando les intentas reorientar entran en modo cuñao, desenvainan el móvil y te enseñan el clip de un cantamañanas de Internet defendiendo barbaridades superlocas sin más bandera que sus huevones rapados.
El otro día sin ir más lejos tuve que escuchar cómo un estulto convencía a todo el puñetero mundo de que luego de entrenar fuerza debes ducharte con agua muy caliente "para mandar la sangre a los músculos". Pues nada. Todos los chavalines hirviéndose vivos el cuerpo, saliendo humeantes y coloraos y escocidos de la ducha. Una horda de pimpollos bramando y bordeando las quemaduras de primer grado y ni uno se reía. Así siguen, camino de convertirse en marisco recién cocido. Los he dejado hacer por curiosidad científica y porque ya veo que son como vosotros, gente inmune al desasnamiento... Conque yo los estudio con curiosidad y asisto al espectáculo de verles dar ascopena hasta jorobarse vivos.
Ahora han empezado a usar aftersun en vez de aceite de bebés, para luego de la ducha. Nunca dejaré de flipar.