Enfocarse en un objetivo, y no parar de trabajar hasta conseguirlo.
Eso es ideal para jorobarse la vida intentándolo y nunca llegar a nada.
Está el mundo lleno de gente que así lo ha hecho. Es lo más significativo, estadísticamente. Porque muchas de las partidas están tan amañadas que, por mucho talento y trabajo que les metas, no te darán ni la oportunidad de jugarlas.
Toda esa cosa del sueño americano es una fruta mentira, desde los ochenta o antes. Si con Topuria no lo ha sido es porque a la UFC le hacía falta ahora mismo un campeón con su perfil para poder abrir el mercado de Esñapa. Para cada uno como él que veas habrá mil que han apretado superfuerte los puñitos deseando alcanzar sus objetivos durante años hasta esmoñarse vivos para nada, para acumular palmadas en la espada y ser proclamados campeones en unos tinglados que no dan de comer. Al final han quemado su salud y los mejores años de su vida en balde. Y es que cualquiera que haya peleado en un par de jaulas te dirá que hubo luchadores mejores que Topuria en este país en años anteriores, pero no llegaron a nada porque nadie les llamó para pelear porque fruta la falta que hacía entonces una estrella como ellos en los tinglados mediáticos.
Sólo os tenéis que fijar en el perfil de luchador que contrata la UFC: tiende a ser alguien magnético, con gancho, atractivo físico, un estilo más o menos vistoso, tal vez buen inglés o proyección política y sobre todo un perfil demográfico que conecte con la clase de gente que te pueda ir llenando estadios y movilizando apuestas, los públicos que se te resisten en cada momento. De no ser así, estarían los rankings femeninos plagados de vacaburras y tiarracas del tamaño y medidas de un orco de Moria, de engendros masculinizados por encima del nivel de Invicta FC, de chinas criadas en boarding schools de san-da y esclavas thai con las espinillas osificadas a leñazos que ríete tú de las de ONE o Rizin, de rusas campeonas de lucha libre más anchas que una mesa camilla y orejas de coliflor, de boxeadoras de Harlem con lorzas y el pelo afro... pero en vez de eso ves a unas blancas guapillas que provienen del taekwondo pijo y que terminan siendo carne de Onlyfans, como Paige VanZant o Felice Herrig.
Todo son escaparates, humo, espectáculos... no queda ni un ascensor social ni queda la menor plataforma a un éxito que no pase de ser discreto y modestito. Los grandes triunfos son poco más que una lotería para los que sí hicieron los deberes, por lo que perfectamente puedes hacer los tuyos y luego aspirar a que te nombren protagonista del año entre los elegidos para la gloria, pero no, no pretendas que SOLO trabajando y soñando te dejen llegar a nada porque ya hace mucho que no funciona así.
Si en vez de tirar por ahí apuestas por poder hacer las cosas que nadie enseña en ningún sitio, la historia ya cambia y entonces ya es mucho más probable que termines haciéndote rico por tus propios medios y sin que medie una suerte excesiva. Pero claro, para eso hay que ver venir las necesidades de la sociedad antes de que las tenga y que formarse uno mismo, que abrir vías y ser pionero de algo nuevo. Y ahí ya ni llega ni quiere llegar prácticamente nadie. Todos queréis un sensei, un Dana White y una UFC que inviertan en vosotros y os guien al éxito fácil y rápido; nada de hacéroslo todo y emprender por vuestra cuenta. Para eso, además de talento y esfuerzo, hace falta visión e iniciativa. Y no te pueden pedir tanto, ¿verdad?
En fin, si todo esto te parece demasiado predatorio pues... es el capitalismo, amigo.
Con el comunismo, todos funcis. Nadie tendría que vivir todo el santo día sufriendo por el puñetero dinero o por acumularlo a raudales. Tú mismo.