8. Fogar de JEHOWA.
La Masonería es una sociedad secreta (o «discreta», según la coqueta definición con la que de sí mismos gustan presentarse los hermanos del mandil), que ha tenido siempre una fuerte implantación en Galicia y que, al menos oficialmente, tiene a sus espaldas una tradición de dos siglos. Su «edad de oro», aseguran sus apologistas, tuvo lugar entre los años 1868 y 1898. Durante esa etapa dorada de su historia «la masonería gallega dominará la clase media del momento, entiéndase por tal a los oficiales del ejército, a los comerciantes, a los propietarios, a los profesionales liberales, a los funcionarios, etc»
[1].
Ese periodo de esplendor de la masonería gallega se producirá oficialmente recién se inaugure en España el llamado Sexenio Democrático, que daría comienzo en septiembre de 1868 tras la formación de un Gobierno Provisional, el cual unas semanas más tarde promulgará un decreto, firmado por el marrano Práxedes Mateo Sagasta, a la sazón ministro de Gobernación de dicho Gobierno Provisional, por el que quedaba legalizado el derecho de asociación. «Y es aquí, en sus confusos inicios de los últimos días de aquel septiembre del 68, cuando vamos a descubrir entre los más destacados y ardorosos personajes de aquellos convulsos momentos, tanto en las algaradas callejeras como en las constituciones de sus primeras Juntas Revolucionarias, a todo un selecto elenco de lo que es o va a ser la flor y nata del segundo período de la historia de la masonería gallega» que ejerció «un fuerte ascendiente dentro de los círculos políticos y culturales de la Galicia urbana de ese crucial periodo»
[2].
Un estudio histórico detallado sobre el tupido entramado tejido por la masonería en esta comunidad desde la primera mitad del siglo XIX, nos permite llegar a la inevitable conclusión de que, efectivamente, ha sido ésta el poderoso foco irradiador que posibilitará la subversión demoliberal, además de articular los movimientos republicanos y fomentar la penetración del primigenio obrerismo marxista y libertario. Finalmente, la estrategia conspirativa de la secta, tras ampliar su círculo de influencia, estará encaminada a favorecer abiertamente el nacimiento y desarrollo del nacionalismo gallego, ya sea en su versión regionalista (pretendiendo para Galicia una autonomía plena similar a la concedida a Cuba), o simplemente acaudillando, como anteriormente había hecho en Latinoamérica, las aspiraciones independentistas del «país gallego», que desde el medioveo han estado sostenidas «con el apoyo judío o contaron con sus fuentes de financiación»
[3]. Ellos mismos lo confiesan ya sin pudor:
«El galleguismo y la corriente nacionalista gallega no se entenderían sin la aportación de los masones», revela Antonio Carro
[4], quien ostenta el cargo de Muy Sabio Maestro del Soberano Capítulo de la Rosa Cruz «Antonio Romero Ortiz» 317.
Todas estas celebridades de ideas librepensadoras, republicanas, federalistas y regionalistas, se encuentran entre los grandes impulsores de las letras gallegas y entre los próceres del actual Gobierno autonómico, cuyo despropósito únicamente encuentra razón en el desarme y desmantelamiento de la unidad de España junto con sus características raciales (eje central de la agenda mundialista), y hunde sus raíces en la tradición esotérica, teosófica, esperantista, enciclopedista, ocultista y cabalista, que por aquellos años, finales del siglo XIX y principios del XX, había conscientemente arraigado entre las personalidades más cultas de la Galicia decimonónica
[5], dando lugar a un tupido entramado que acabaría tejiendo fraternales vasos comunicantes con la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y las logias masónicas, antesalas de la sinagoga.
Así se pronunciaba el conocidísimo masón y anticlerical Curros Enríquez, «venerado en la actualidad en todas las logias gallegas como uno de sus más nobles figuras» (declara una fuente masona
[6]) y uno de los grandes protectores de los que gozó Murguía, de quien era «amigo íntimo», durante el acto de inauguración del Centro Gallego de Madrid que tuvo lugar en el Teatro de la Comedia el 27/03/1893 y que presidió D. Manuel Becerra Bermúdez, ministro de la Corona y máxima jefatura de la masonería española:
«Afóganme as bagoas! Que non é para menos,
Ver aquí o meu pobo, ¡pobo d’Israel!,
Porque como él cruza desertos estensos,
Porque como él ceiba doloridos trenos,
Porque como él sofre, porque é bon como él».
A través de exaltación del victimismo y las pasiones tribales, de la demagogia política y los movimientos antiestatales —junto con las reivindicaciones democráticas— encontrará siempre el galleguismo el trampolín imprescindible y necesario para la consecución de las metas y ansias hegemónicas ―el cual, al igual que ocurre con el vasquismo, el catalanismo, etc, es objetivamente separatista—, pues éste arranca de un proceso histórico revolucionario fruto de una vasta y solapada conspiración contra nuestra Patria que en su origen y en su naturaleza es radicalmente opuesto a la unidad política y racial de los españoles, puesto que, como señalaba el anarquista judío Rudolf Kayser,
«la idea de Estado es una noción no judía»[7].
Solo a través de la destrucción de los Estados nacionales y de la raza blanca —sumergida en el más abominable mestizaje― puede encontrar acomodo el mundialismo y la globalización, es decir, el dominio universal del gobierno mesiánico judío —que incluye sus expresiones laicas, bolcheviques y anarquistas―, pronosticado por los profetas de Israel. «Sión es la roca fundamental, el lecho y la base del edificio mesiánico de la humanidad», declaraba el célebre filósofo y editor judío Martin Buber
[8]. Para llegar a la era mesiánica había que abolir el Estado de los «goyim», tarea en la cual los judíos ―en virtud de su milenario desarraigo, debido a su condición de pueblo apátrida e internacional—, como a través de la Masonería y de sus múltiples colaterales, Club de los Rotarios, Club de los Leones, Sociedades Económicas, Sociedades Patrióticas, Ligas de los Derechos del Hombre, etc ―a las cuales pertenecían los impulsores más destacados del galleguismo—, desempeñarán un papel de primera magnitud. Otro prohombre del judaísmo, Najum Goldmann, quien presidió simultáneamente la Organización Sionista Mundial y el Congreso Judío Mundial, lo manifestó abiertamente: «Soy un adversario enardecido de la noción de Estado y, sobre todo, de su concepción moderna […]
el ideal judaico debería ponerse a la cabeza de aquellos que luchan contra el Estado. Ese me parece ser el gran movimiento revolucionario de mañana»
[9].
No puede resultar extraño que toda la trayectoria político-cultural del denominado nacionalismo gallego, políticamente democrático, económicamente capitalista y culturalmente marxista ―que incluye la imposición de la multicultural más degradante, de ahí su peligrosidad, lo que a la postre se traducirá en la destrucción de la base genética y las características raciales de dicha población—, se haya manifestado siempre y en todo momento, como así lo ha reflejado toda su actividad vital a lo largo del tiempo, completamente favorable a la victoria del judaísmo internacional en 1945 por medio de la alianza demoplutocrática-soviética. Con razón declaraba el masón y galleguista Eduardo Blanco Amor, periodista snob y afrancesado ―quien en una absurda pirueta se definía como «izquierdista sin comunismo y galleguista sin separatismo»—, que frente a las aspiraciones que exigían un «autogobierno» para Galicia (que no estuviese «controlado e interferido por partidos nacionales manipulados desde Madrid»)
[10], «se opone hoy un solo enemigo universal de todo espíritu: el nancy-fascismo. Contra él hay que centrar toda la fuerza de nuestra acción»
[11].
Por lo tanto, el galleguismo no es más que el medio por el cual los poderes fácticos —Judaísmo y Masonería― se valen en la actualidad para allanar en dicha comunidad el camino hacia el mundialismo. La musiquilla podrá ser oficialmente en muchas ocasiones «nacionalista», «identitaria», «populista», etc, sin embargo, la letra es siempre mundialista y globalizadora, puesto que, «el nacionalismo gallego debe ser esencialmente democrático, ampliamente liberal y profundamente antidogmático ―declaraba en cierta ocasión el abogado y político socialista Xoán Xesús González—. Yo no concebiría un nacionalismo gallego que no participara de estos tres principios […]»
[12].
En líneas similares se manifestó el hasta hace poco presidente de la Xunta de Galicia y obviamente masón Núñez Feijóo ―recientemente galardonado con el Premio Paul Harris por el Club Rotario—, cuando, el 29/06/2017, durante la entrega de las Medallas Castelao, aprovechó para reivindicar una «galleguidad sin muros» tras rechazar «levantar nuevas fronteras». Durante su discurso Feijóo hizo una defensa de «la globalización» y del actual Estatuto autonómico ―que «puede y debe ser perfeccionado», aseguró―, y describió a los agraciados con dicho galardón como «claros ejemplos del “pueblo global” que hoy es Galicia», a la que definió como «nacionalidad histórica», dentro del más puro pensamiento murguiniano.
El 18 de octubre de 1991 se celebraba en la ciudad orensana de Rivadavia el Congreso Internacional de Xudeus e Conversos na Historia siendo clausurado por el entonces presidente de la Xunta de Galicia Manuel Fraga Iribarne, instrumento fundamental de la conjura judía y masónica dentro de nuestro país (ver I, II, III), quien consideró el evento como «una importante realización cultural dentro de nuestra Galicia autonómica». El 30 de abril del 2003, en esa misma localidad, Fraga visitaba, a raíz de su creación, el Centro de Cultura Sefardí, del que expresó, que «saber de dónde venimos es la mejor forma de conocer el camino que nos queda por andar». No deja de ser también significativo el hecho de que en el segundo
Bajo horizontes tan estimulantes hizo su entrada en escena la criptojudía Asociación de Amizade Galiza-Israel (AGAI), nacida en diciembre de 2006, una de cuyas primeras medidas fue pedir una declaración en el Parlamento gallego en memoria de las víctimas del Holocausto, que se aprobó en enero de 2007. Las redes tejidas desde entonces por dicha asociación, a cuyo acto de presentación asistió el consejero de la Embajada de Israel Edwin Yabo, se han introducido en los más variados sectores de la sociedad gallega, incluyendo los acuerdos bilaterales de colaboración e intercambio empresarial entre la Xunta de Galicia y el Estado hebreo, quien, a través de uno de sus portavoces, Alona Fischer Kamm, embajadora en funciones de Israel en España, ha resaltado además el hecho de «que las ****rías gallegas pueden ser un “buen reclamo” para el turista israelí»
[13].
Figuran respectivamente como presidente y secretario general de AGAI (FOTO), el portavoz en Vigo de Esquerda Nacionalista (integrada en el BNG) Pedro Gómez-Valadés y el periodista José Miguel Alonso Boó, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santiago y ex presidente de la CRTVG, el máximo órgano rector de los medios de comunicación públicos, en este caso autonómicos. Sobre el primero, algunas fuentes indican que incluso realizó el servicio militar en Israel, según declaraciones del millonario palestino afincado en Galicia Ghaleb Jaber Ibrahim, recogidas en la revista “Novas de Galiza” (15 Mayo/Abril 2008), nº 64, pág. 05. Pero, al margen de ambos personajes, AGAI está compuesta por «una nutrida representación» del Bloque Nacionalista Galego (BNG)
[14], obviamente en su mayor parte conversos, así como también diversos dirigentes y cargos públicos del PSOE y el PP, «aunque eluden dar sus nombres»
[15].
No obstante, se conocen algunos de sus nombres, como pueden ser los casos del concejal del BNG, Abel García López, la abogada Natalia Costas Alonso, ex miembro de la ejecutiva comarcal del BNG en Vigo y el historiador Alfonso Vázquez-Monxardín. Este último, él mismo reconoce con orgullo sus raíces judías en el nº 1 de la publicación “De Compostela a Ierushalain” (1, sep. 2010) editada por la susodicha asociación proisraelí No han faltado las acusaciones que imputan a varios de sus componentes de estar en relación con el Mossad. El historiador projudío Xoán Bernárdez Vilar, histórico militante galleguista, es también socio de AGAI y miembro de la Real Academia Galega, financiada generosamente con dinero público. En cuanto a la masonería, actualmente esta «hermandad» sigue contando en Galicia con «muy buenos masones», explica Jesús Soriano, Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33. Entre ellos se encuentran «políticos e incluso sacerdotes», asegura el mismo autor en una crónica periodística, sobre los cuales «un pacto de silencio preserva el anonimato de los hermanos»
[16].
Estos tres factores, judaísmo, masonería y separatismo, que forman las tres puntas del triángulo sectario, son los que han contribuido a la paulatina y constante desespañolización de la región, que, como ocurre con el nacionalismo vasco o el gallego (más los otros «ismos» que como un cáncer se han ido desarrollando a lo largo de toda la geografía al calor de la descomposición nacional), ha encontrado en el repruebo a España el único combustible con el que ir pasando los días y justificar el mantenimiento de los privilegios de la burguesía regional con el fin de malversar impunemente bajo la cobertura del modelo de autonomías diseñado por la masonería, o lo que es lo mismo, una especie de federación o república de «naciones ibéricas» a imitación de lo propuesto por Sebastiao Magalháes Lima (1850-1928), Gran Maestre que fue del masonismo lusitano en su voluminoso libro
La Fédération Ibérique publicado en 1892 y en la que también figuraría Portugal
[17]. Y el federalismo, según el politólogo hebreo y profesor de la Universidad de Bar-Llan (Israel) Daniel Judah Elazar (1934-1999), es una «invención judía».
La imposición del federalismo a las naciones enemigas del Judaísmo es una constante estrategia política destinada a debilitar las restricciones internas y fragmentar las fuerzas jovenlandesales con la finalidad de evitar la concentración y la unificación de poder entre los gentiles. Paralelamente, se fomenta la inmi gración no blanca, entre ella la islámica. El judío es un experto en manipular conciencias y en adulterar banderas. Con esta desmembración del territorio nacional, el consorcio judío y masónico corona su obra separatista y criminal, iniciada por el ilustrado Juan Mariano Picornell ―acusado de masón, miembro de la Sociedad Económica Matritense y «alma» de la conspiración republicana de San Blas (1795)― en tiempos del inepto Carlos IV. ¡Y siempre recibiendo alientos y protecciones veladas del Gobierno masónico de Madrid!
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[1] Masonería Universal, op. cit., p. 108.
[2] Valín, op. cit., pp. 72 y 79.
[3] Onega, op. cit., p. 163.
[4] “EL PAIS”,
Ibídem.
[5] Félix Francisco Castro Vicente,
Ocultismo y teosofía en Galicia: Enediel Shaiah, Vicente Risco y el grupo teosófico Marco Aurelio (trabajo de investigación, inédito). Cit. Carlos Villanueva, 2015: 138. También la obra citada, Carlos Pereira Martínez,
A Galicia Heterodoxa, Espiral Maior, 2010.
[6] http://triangulomasonicoauriense.blogspot.com.es
[7] R. Kayser,
Der Neue Bund, Der ****, Berlín, 1918-1919, vol. III, pp. 524-526; cit. Michael Löwy,
Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa Central, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1997, p. 164.
[8] M. Buber,
Sionismo verdadero y falso, en
Escritos escogidos, vol. II, 1978, 2ª (ed), p. 282.
[9] Najum Goldmann,
La paradoja judía, Losada, Buenos Aires, 1979, pp. 118-122.
[10] “La Voz de Galicia”, 18 de octubre de 1979.
[11] «Pensar en Galicia» (“Galicia”, 18 de mayo de 1943).
[12] “El Pueblo Gallego”, 15-02-1924.
[13] «Acuerdan intensificar las relaciones comerciales, culturales y turísticas entre Israel y Galicia» (Europa Press, 15-07-2005).
[14] «50 militantes del BNG son socios del grupo proisraelí AGAI» (“EL PAIS”, 20-03-2007).
[15] «Miembros de los tres partidos se integran en un grupo proisraelí» (“EL PAIS”, 29-01-2007).
[16] «La masonería gallega entra en primera división» (“EL PAIS”, 30-11-2013).
[17] Concuerda esto perfectamente con la línea de actuación claramente formulada en la Conferencia masónica de Lisboa celebrada el 13 de mayo de 1917 y presidida por Magalháes Lima, donde se acordó que «la victoria de los Aliados debe ser el triunfo de los principios masónicos», como así sucedió, despedazando a los imperios centrales, con la salvedad de que el judaísmo, instigadora de la primera guerra mundial no pudo arrastrar a España a la contienda, lo que le costó la vida al presidente del gobierno Eduardo Dato a manos de unos anarquistas, perpetuo brazo ejecutor en nuestra patria de consignas internacionales más elevadas.