3. La República ****omasónica y la disolución nacional: Taifas y Estatutos.
Uno de los principales cometidos del estrenado régimen republicano fue establecer un nuevo modelo de organización territorial para el Estado, que sería recogido en el Título primero de la Constitución, promulgada en diciembre de 1931. Los nuevos «padres de la patria», sensibilizados por el problema de las «nacionalidades» en España, adoptaron una fórmula relativamente novedosa en nuestro país, el «Estado integral», compatible con las autonomías de los municipios y las regiones.
Dicho concepto había sido tomado del constitucionalismo centroeuropeo, concretamente de la Constitución de la nefasta República de Weimar y en especial, de autores como Rudolf Smend y muy especialmente del judío Hermann Heller, a quienes ya presentamos, bien conocidos por los veintiún componentes parlamentarios españoles encargados de redactar la Constitución de la Segunda República, de los cuales al menos nueve eran masones (comenzando por su presidente Luis Jiménez de Asúa
[1]), puesto que muchos de ellos habían pasado largas temporadas de estudios en Alemania. No es de extrañar que así obrasen nuestros ilustrados próceres pues, como reconoce el profesor israelí Haim Avni, los judíos desempeñaron «un descollante papel dentro del gobierno de Weimar»
[2]. El «padre» de la Constitución de Weimar (1919), era el mismo un judío, el Dr. Hugo Preuss (1860-1925), Secretario de Estado de Interior
[3].
Con la promulgación de la Carta Maga, la República española siguiendo consignas internacionales más elevadas, dejaba fijada la «legalidad» necesaria para que las regiones con «personalidad propia» que así lo solicitasen (el término «nacionalidades» no sería incluido en el corpus legislativo hasta la promulgación en 1978 de la nueva y también ****omasónica Constitución «española»), pudieran acceder a un régimen autonómico pleno (que incluía el reconocimiento oficial del bilingüismo) con la consiguiente descentralización administrativa del Estado, aunque éste en última instancia siguiese manteniendo el control efectivo sobre todo el territorio. Con esta finalidad se constituyó en julio de 1932 una Comisión encargada de redactar un Anteproyecto de Estatuto de Autonomía. Esta Comisión estuvo compuesta esencialmente por figuras que destacaban por su militancia galleguista, entre ellos Enrique Rajoy, abuelo del ex presidente del gobierno español, Mariano Rajoy.
Dicho Anteproyecto quedó concluido en septiembre de ese mismo año y aprobado definitivamente tres meses más tarde por la Asamblea de Concellos de Galiza, presidida por el más que seguro masón Bibiano Fernández Osorio-Tafall (1902-1990), alcalde de Pontevedra. En junio de 1937 accedería a la presidencia de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética (AUS), razón por la que el embajador soviético en España, el judío Marcel Rosenberg, lo invitó en diciembre de ese mismo año, junto con otros destacados intelectuales republicanos, a viajar a Moscú para asistir a la celebración del XX aniversario de la Revolución. Deslumbrados por los logros alcanzados en el «paraíso del proletariado», Tafall y la delegación española que le acompañó, regresó entusiasmada a nuestro país impartiendo un ciclo de conferencias, principalmente en Barcelona y en el Ateneo de Madrid, en la que dejaron testimonio de su gran admiración por el GULAG soviético, fiel aliado de la democrática república española.
El segundo obstáculo por superar era la ratificación popular del Anteproyecto por medio de un plebiscito en las urnas. Para cumplir este requisito se nombró un Comité Central de Autonomía, cuya principal función era conseguir del Gobierno de la República el Decreto necesario para la convocatoria del plebiscito, que sería aprobado en mayo de 1933. Con este derecho plebiscitario garantizado y fijado detalladamente en el texto constitucional, Galicia pretendía ensayar su primer intento de autonomía política con la finalidad de convertirse en una «democracia ejemplar»
[4]. Efectivamente, el talante democrático será una de las principales características del Estatuto. Antonio Villar Ponte afirmaría que incluso era «más democrático que la Constitución y que el de Cataluña»
[5].
Resulta claro que la manida «democracia» ha sido siempre el trampolín imprescindible y necesario para la consecución de las metas y ansias hegemónicas del «galleguismo» ―el cual, al igual que ocurre con el vasquismo, el catalanismo, etc, es objetivamente separatista—, pues éste arranca de un proceso histórico revolucionario fruto de una vasta y solapada conspiración contra nuestra Patria que en su origen y en su naturaleza es radicalmente opuesto a la unidad política y racial de los españoles, puesto que, como señalaba el anarquista judío Rudolf Kayser,
«la idea de Estado es una noción no judía»[6]. Solo a través de la destrucción de los Estados nacionales y de la raza blanca —sumergida en el más abominable mestizaje― puede encontrar acomodo el mundialismo y la globalización, es decir, el dominio universal del gobierno mesiánico judío —que incluye sus expresiones laicas, bolcheviques y anarquistas―, pronosticado por los profetas de Israel. «Sión es la roca fundamental, el lecho y la base del edificio mesiánico de la humanidad», declaraba el célebre filósofo y editor judío Martin Buber
[7]. Para llegar a la era mesiánica había que abolir el Estado de los «goyim», tarea en la cual los judíos ―en virtud de su milenario desarraigo, debido a su condición de pueblo apátrida e internacional—, como a través de la Masonería y de sus múltiples colaterales, Club de los Rotarios, Club de los Leones, Sociedades Económicas, Sociedades Patrióticas, Ligas de los Derechos del Hombre, etc ―a las cuales pertenecían los impulsores más destacados del galleguismo—, desempeñarán un papel de primera magnitud.
La sedicente campaña a favor del Estatuto había sido respaldada por casi todos los Concellos, Diputaciones y grupos políticos, pero especialmente por comunistas y galleguistas. «El Estatuto era ahora una demanda programática del Frente Popular y una prioridad del nuevo Ejecutivo salido de las elecciones de febrero de 1936»
[8]. Efectivamente, con el advenimiento del criminal gobierno del Frente Popular se dará el máximo impulso a los anhelos separatistas que reclamaban la constitución de un «estado gallego», como así lo muestra la primera página de “La Voz de Galicia” del 28 de junio de 1936 —junto con grabados de Pondal, Rosalía, Curros Enríquez, Murguía, etc―, donde se hacía un resumen de la historia que había seguido el proyecto de estatuto gallego, en el cual se decía: «Tuvo que advenir al poder el Frente Popular, como consecuencia de las elecciones de 16 de febrero último, para que otra vez, la propaganda autonomista encontrase ambiente y pudiera desenvolverse en el país con plena libertad, y ahora asistida por colaboraciones de todos o casi todos los sectores de izquierda y muchos elementos de derecha, fundidos en el amor a Galicia y en el propósito de lograr para la región progreso y bienestar».
Muchas son las personalidades que en este compromiso por el «autogobierno» de Galicia cobraron un protagonismo esencial. No obstante, quienes sin duda merecen un lugar aparte por su contribución al proceso estatutario, al margen del señalado Portela Valladares, son la figura de otros dos conocidos y destacados masones: Angel Casal Gosenge e Isaac Díaz Pardo (foto).
Tras diversas experiencias, el primero fundaría finalmente en solitario en la ciudad de La Coruña un proyecto denominado Nós, «la gran editorial galleguista»
[9], la cual, a partir de 1931, se trasladaría a Santiago de Compostela. La nueva sede quedaría ubicada de manera provisional, precisamente en el local que el citado escenógrafo y «hermano tres puntos» Camilo Díaz Baliño utilizaba como taller, centro neurálgico del galleguismo. Homenajeado por el BNG en agosto de 2019, Angel Casal no solo llegaría a ser vicepresidente de la Diputación de La Coruña y alcalde de Santiago de Compostela tras el triunfo del Frente Popular, sino el editor más importante de Galicia antes de la guerra civil. En la imprenta coruñesa de Casal se producirían durante el gobierno primorriverista, según sus propias declaraciones recogidas en septiembre de 1934 en una entrevista con Alvaro de las Casas para “El Pueblo Gallego”, «registros frecuentes de la policía», pues funcionaba, en palabras suyas, como «escondite de todos los complots contra la dictadura»
[10].
Su compromiso nacionalista le llevó a imprimir no solo «buena parte de la propaganda del plebiscito autonómico de 1936»
[11] y del Seminario de Estudios Gallegos
[12], sino a editar libros sin interrupción de Castelao, Risco, Cotarelo, Cabanillas, Pedrayo, Cunqueiro, Carballo Calero, Villar Ponte
[13], etc, así como la revista “Nós” y el diario “A Nosa Terra”, que mantuvo una tirada de 500 ejemplares hasta 1934, momento en que se situa en 1.100. A lo largo de sus páginas se defenderá insistentemente la república, la democracia y la necesidad de establecer un régimen federal descentralizado, de autonomía «integral» para Galicia, Cataluña y Euzkadi, además de contar con la presencia habitual de numerosos autores portugueses.
El segundo personaje, de ascendencia ****oconversa, es hijo del matrimonio formado por Camilo Díaz Baliño (miembro de la logia compostelana «Libredón nº 6»)
[14] y Antonia Pardo Méndez, el cual se adhirió a las Irmandades da Fala en 1918
[15], desarrollando una intensa labor proselitista. El domicilio de los Díaz-Pardo en Santiago de Compostela, convertido en casa de estudios, biblioteca y museo al mismo tiempo, es descrito como «templo del galleguismo» y «verdadero centro de la dinamización cultural compostelana de los años veinte y treinta»
[16]. Efectivamente, su residencia se convertirá en punto de encuentro habitual por el que pasaron «los más importantes intelectuales, políticos y artistas del momento […] todos miembros de las Irmandades da Fala, de la Xeneración Nós, del Partido Galeguista o del Seminario de Estudios Gallegos»
[17]. Además, asegura otra fuente, «Es muy probable que muchas de las reuniones en aquella mítica casa de la Tumbona
[18] en la calle de las Hortas de Santiago, fuesen reuniones de la logia compostelana»
[19].
También fue masón su hijo Isaac Díaz Pardo
[20], que se incorporó a las Irmandades siendo aun un adolescente, entonces militante de las juventudes unificadas socialistas y comunistas. Su colaboración activa en la elaboración de la cartelera política ayudó a ganar el plebiscito de autonomía de Galicia. De hecho, su padre, el escenógrafo Camilo Díaz Baliño, dirigía el Taller de Arte y Propaganda ubicado en Santiago de Compostela,
en el que «se hizo toda la propaganda del plebiscito»[21].
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[1] Manuel Guerra,
La trama masónica, p. 30. Jiménez de Asúa se había iniciado en 1927 en la logia «Dantón» de Madrid, donde utilizó en nombre simbólico de «Carrata».
[2] Haim Avni,
Argentina y la historia de la inmi gración judía, 1810-1950, Universidad Hebrea de Jerusalén y AMIA Comunidad de Buenos Aires, Editorial Universitaria Magnes, 1983, pp. 313-314.
[3] El canciller de la proclamada República de Weimar no era otro que el socialista Philipp Scheidemann (1865-1939) —no judío―, no obstante, su mujer era israelita.
[4] Francisco Fernández del Riego,
O río do tempo, Sada-A Coruña, Ediciós do Castro, 1990, p. 89.
[5] “Eco de Galicia”, núm. 364, 15-X-1933, p. 16.
[6] R. Kayser,
Der Neue Bund, Der ****, Berlín, 1918-1919, vol. III, pp. 524-526; cit. Michael Löwy,
Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa Central, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1997, p. 164.
[7] M. Buber,
Sionismo verdadero y falso, en
Escritos escogidos, vol. II, 1978, 2ª (ed), p. 282.
[8] Prudencio Viveiro,
O Estatuto galego durante a II República, Ediciós do Castro, 2007, p. 113.
[9] Freire Lestán, 1995: 75. Angel Casal había sido con anterioridad administrador de otra editorial galleguista: LAR. A esta editorial se incorporará como artista gráfico Alfonso Castelao. Estaba domiciliada en la vivienda del matrimonio Casal, que funcionaba como local de las Irmandades. En esa misma dirección también aparece ubicada en 1935 la logia masónica «Hércules». Cuando en cierta ocasión le preguntaron a Brañas Cancelo acerca de la condición triangular de Angel Casal y sobre «la importancia de la masonería en el galleguismo y el republicanismo coruñes», éste respondió: «Bien, Casal era masón o cuando menos mantenía fuertes relaciones con destacados miembros de la masonería, médicos y abogados de Santiago. Los del grupo de Coruña, del Partido o no, con los que mantenía constantes relaciones, eran casi todos masones» (Ernesto Vázquez Souza,
Anxel Casal. Biografía no seu contexto cultural, político e empresarial, Universidade de Coruña, 2000, p. 788).
[10] Emilio Xosé Ínsua,
A nosa terra e nosa. A xeira das Irmandades da Fala (1916-1931), Baía Edicións, 2016, p. 478.
[11] Ramón Villares,
Historia da cidade de Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2003, p. 521.
[12] Lois Tobío,
As décadas de T.L., Ediciós do Castro, 1994, pp. 129-130.
[13] Entre ellos la
Historia sintética de Galicia, de Ramón Villar Ponte y prólogo de Vicente Risco. La obra, publicada en La Coruña en 1927, fue escrita con la finalidad de condensar una «historia nacional» de Galicia. Se trata en realidad de un escrito de 315 páginas «de escaso valor metodológico e historiográfico […] No es, pues, un trabajo científico, sino una obra más de propaganda doctrinal, circunscrita en este caso a un aspecto del ideario nacionalista» (Xusto G. Beramendi,
Obra política de Ramón Villar Ponte, pp. 28-29).
[14] Carlos Pereira Martínez,
A Galicia Heterodoxa, Espiral Maior, 2010, p. 22.
[15] Ariana Fernández Palomo,
Isaac Díaz Pardo, unha mirada familiar, LEA, 2007, p. 61.
[16] Fernández Palomo, op. cit., p. 64.
[17] Xosé Ramón Fandiño,
Castelao, propagandista da República en Norteamérica, Ediciós do Castro, 2000, pp. 7 y 8.
[18] jovenlandesada habitual de la familia Díaz-Pardo.
[19] Fernández Palomo, op. cit., p. 169.
[20] Ver el capítulo del libro de Ariana Fernández Palomo que lleva por título «A Masonería e Díaz Pardo». La obra está escrita en colaboración con la mujer de este empresario marxista, Carmen Arias de Castro Montero (a) Mimina, conversa también que duda cabe, donde ambas
mujeres se deshacen en elogios a la Masonería, una asociación, aseguran, «que trata de promover la justicia, la paz y la caridad buscando el progreso del ser humano y que se rige por principios racionalistas». Mimina, fruto de un matrimonio endogámico, era sobrina bisnieta por vía paterna de Joaquín Arias Sanjurjo, emparentado con los fundadores del Banco Pastor, quien se había casado con Alejandra Martínez-Murguía de Castro (1859-1937), hija de Rosalía de Castro.
[21] Xosé Ramón Fandiño,
Isaac Díaz Pardo. A patria enteira na memoria, 2008, pp. 8 y 9.