4. Dos logias encubiertas: la Cova Céltica y la Real Academia Gallega.
Dentro de la variedad de expresiones culturales nacidas al impulso y amparo del movimiento cultural gallego conocido como Rexurdimento, destaca la Cova Céltica, nombre que recibió una tertulia que mantenían desde 1893 un grupo de intelectuales de ideología regionalista muchos de los cuales destacaron por sus nexos y vínculos masónicos y que descollarían también como figuras de primer orden en el desarrollo del galleguismo.
Entre los habituales de la Cova Céltica figurarían, por ejemplo, personajes como Antonio Villar Ponte, rotario y redactor de “La Voz de Galicia” y Manuel Lugrís Freire, venerable francmasón que gozó de excelentes intereses en el Banco Pastor
[1]. Ambos fueron fundador y director respectivamente de “A Nosa Terra”, portavoz de nacionalismo. La estrecha relación de Lugrís con la familia propietaria del Banco Pastor, «empresa judía de Galicia»
[2] constituida el 1 de enero de 1925, le permitió a ésta publicar anuncios y publicidad en el periódico “A Nosa Terra”, fundado en La Coruña en agosto de 1907, como vocero de Solidaridad Gallega. Ambos participarán en 1904 en la fundación de la Asociación de la Prensa de La Coruña, una de las más veteranas de España y la más antigua de Galicia, de la que en 1915 Villar Ponte llegaría a ser su presidente.
Curiosamente, el primer lugar de reuniones de la referida Asociación fue la librería la Cova Céltica
[3] ―germen de otras dos instituciones como La Liga Gallega y la Real Academia Gallega (RAG)—, propiedad de otro conocido francmasón, Eugenio Carré Aldao (simbólico «Gutemberg»)
[4], historiador de literatura gallega. Las tertulias que allí tenían lugar eran frecuentadas sobre todo por republicanos federales y galleguistas —que acabarían la mayoría por sentarse en los sillones de la RAG―, como Pondal, Tettamancy, Salinas, Curros, Lugrís, Barbeito, Salazar, Costales, Barcia o el propio Murguía, al que apodaban «el gnomo» por su diminuta estatura (medía 1,30 cm). Casado con la también escritora Rosalía de Castro, ambos formaron en su tiempo «una pareja rebelde y comprometida con el progresismo más radical»
[5].
De la Cova Céltica —que cerró en 1908―, partió la idea de fundar en 1897 La Liga Gallega
[6], una organización regionalista presidida por Murguía, si bien su trascendencia política no fue importante a pesar del apoyo decidido que contó por parte de “La Voz de Galicia”. En 1907, Murguía participa en la creación de una nueva organización política regionalista denominada Solidaridad Gallega, activa hasta 1912 e inspirada y apoyada desde un primer momento por Solidaridad Catalana (1906-1909), compuesta por una amplia coalición de fuerzas catalanistas cuya «aspiración suprema», era, en palabras de uno de sus dirigentes, «la reivindicación de la personalidad de Cataluña».
Solidaridad Catalana, a la que se había incorporado la Lliga Regionalista del sinuoso y
agnóstico Francisco Cambó (futuro ministro de Hacienda y presidente de la CHADE, quien fue acusado de judío y masón), estaba presidida por Nicolás Salmerón, tercer presidente de la Primera República, además de destacado krausista y masón. Precisamente la maniobra de la masonería era hacer suya ―como sigue ocurriendo en nuestros días— las reivindicaciones regionalistas. Fruto de esa estrategia fue buscar también puntos de apoyo en Galicia con la finalidad de formar un frente a los dos partidos masónicos gubernamentales surgidos al dictado de la Monarquía restaurada —consecuencia del golpe de Pavía― que allanó y posibilitó en todo momento el camino a la Revolución asesina de la Patria.
La capa de democratismo con la que se reivindicó la lucha por la «liberación nacional» de las «naciones oprimidas» por el centralismo españolista —el cual, «paradójicamente», no hará otra cosa que claudicar y hacer continuas concesiones al regionalismo, separatista, federalista o autonomista, según la ocasión y el momento―, servirá para cubrir esta ruin, pero hábil maniobra. Segundo Moreno Barcia, Santiago Casares Quiroga, Manuel Lugrís Freire y Eugenio Carré Aldao, las cuatro figuras de mayor categoría de los «solidarios» gallegos ―junto con Murguía—, serían suficientes para calificar a esta organización, homónima de sus aliados «solidarios» catalanes, tantos de ellos plutócratas, que pretendía «recabar para Galicia su personalidad, como lo hace Cataluña», de masónica a ultranza.
Centrémonos por un instante en la figura del Venerable Maestro, Segundo Moreno Barcia (1841-1909), simbólico «Manín», santón laico y referente del librepensamiento y el anticlericalismo coruñés. Barcia dirigió la logia capitular “Brigantina nº 24”, al parecer, muy numerosa, fundada en 1877 por dos de los republicanos más destacados de La Coruña, Santiago Casares Paz (padre de Santiago Casares Quiroga) y el industrial Juan Montero Telinge, «vivo retrato de Abraham o Moisés», escribía Pérez Galdós, también conocido como «el banquero revolucionario» Este acaudalado comerciante «pertenecía a la flor y nata de la burguesía coruñesa» y llegó a ser alcalde de la ciudad herculina. Como dato anecdótico señalar que el primer texto que vio la luz en la prensa cubana escrito íntegramente en gallego, fue el cuento en verso
Rosa e Pascual, de Montero Telinge, publicado el 26/11/1844 en el “Faro Industrial de La Habana”.
Moreno Barcia perteneció a la Junta Revolucionaria de Ribadeo (Lugo) tras la caída del régimen isabelino y fue un defensor incansable de las ideas democrático-republicanas y del federalismo pactista, junto con su amigo y correligionario Andrés de la Cavallería (ex-alcalde de Ribadeo), portador de un conocido apellido converso, llevando a cabo ambos una importante tarea proselitista de propaganda republicana en el medio rural. En junio de 1889 fue nombrado presidente de la sociedad librepensadora «Miguel Servet», formada en La Coruña. Esta sociedad, vinculada a la logia «Progreso nº 39», impulsó la creación del periódico “La República” y de la primera escuela laica gallega, cuya apertura se constituyó un año más tarde. Además de socio fundacional de la ILE y director de la Escuela de Comercio, Barcia fue también un ferviente partidario del Esperanto. En 1907 participó en la creación de Solidaridad Gallega, llegando a presidir la Junta de La Coruña, cuya herencia recogerán más tarde los impulsores de las Irmandades da Fala. Junto con su «hermano» Casares Paz, fue autor del
Proyecto de Constitución para el futuro Estado Gallego, aprobado en la II Asamblea Federal de Galiza (Lugo, julio de 1887). Era tío de Augusto Barcia Trelles (1881-1961), Gran Maestre del Grande Oriente de España y ministro de la II República en el exilio,
Diluida la Liga y Solidaridad Gallega con los inicios de siglo, el galleguismo encontrará paralelamente un nuevo vehículo indispensable para su desarrollo en la creación de la Real Academia Gallega (RAG). Su constitución marcó un hito en la toma de conciencia de la cultura de Galicia y del valor que tenía la lengua gallega en la formación de esa cultura. Una de las primeras labores que se propuso fue la confección de un diccionario y una gramática gallega
[7]. Se sabe con total certeza, que de los diez personajes clave que en 1906 participaron en la fundación de la RAG, los idolatrados intelectuales del llamado
Rexurdimento gallego, Manuel Martínez Murguía, Valentín Lamas Carvajal
[8], Francisco Tettamancy Gastón, Arturo Vázquez Núñez, Manuel Lugrís Freire, José Fontenla Leal, Manuel Curros Enríquez, Eugenio Carré Aldao, Ramón Pérez Costales y el ferviente anticlerical Víctor Said Armesto, siete eran masones, es decir, Núñez, Freire, Curros, Aldao, Costales
[9], Said
[10] y Leal
[11]. Este último en concreto, verdadero impulsor de la institución, era conocido en las logias con el nombre simbólico de «Murguía»
[12], en referencia a su compañero, lo que refuerza el hecho de la condición triangular de aquél
[13]. Otros autores han puesto de manifiesto la notable y sospechosa analogía entre el símbolo adoptado por la RAG y el signo de la Logia Masónica Portuguesa del Gran Oriente
[14].
Ramón Pérez Costales, albacea de Picasso y cofundador de la RAG. En la foto, posando para la posteridad mientras realiza el signo masón.
Que los exégetas e impulsores de la RAG, todos ellos prohombres del «galleguismo», han pertenecido en su gran mayoría a la sociedad de la escuadra y el compás ―«nuestra agentur», denominación que taxativamente emplean los Sabios de Sión para referirse a ella—, no constituye en estos momentos ningún secreto. Aunque preferimos que sea el «hermano» Carlos Pereira quien abiertamente lo confirme: «Es poco conocido y no hay ningún interés en que se sepa que los fundadores de la Real Academia Gallega eran masones», comenzando por su primer presidente, Eugenio Carré Aldao
[15]. La presidencia de honor de la Academia recayó en la condesa Emilia Pardo Bazán y de la Rúa-Figueroa (1851-1921), «campeona del feminismo»
[16] y nieta del conjurado Miguel Pardo Bazán de Mndoza, pues además de «masón» era «hombre de juntas y conspiraciones»
[17]. La acusación que imputaba a los Bazán de tener ascendencia judía, fueron en su tiempo objeto de encendida polémica
[18].
Financiada generosamente durante el régimen democrático con dinero público, esta institución tuvo como presidente durante casi veinte años, desde 1979 a 1997, a otro individuo de la misma cuerda biográfica, Domingo García-Sabell (1908-2003), delegado del Gobierno de UCD en Galicia entre los años 1981 y 1996, y persona especialmente relacionada con el mundo judío y la Embajada de Israel en Madrid
[19]. Galleguista y miembro del Club de Roma, su vinculación a la masonería tampoco sería descartable.
Las actividades políticas y culturales desarrolladas en los años sesenta por este sinuoso personaje ―primer presidente de la izquierdista Federación Universitaria Escolar (FUE) compostelana en tiempos de la República y cuya mansión de la Rosaleda se convertirá durante el franquismo en un centro de actividad política y cultural— se concentraron en dos direcciones: en primer lugar integrando el Comité Español del Congreso por la Libertad de la Cultura, al que también pertenecieron hombres de origen y convicciones tan dispares como José Luis Sampedro, Dionisio Ridruejo, Pedro Lain Entralgo, Enrique Tierno Galván, Camilo José Cela o Joaquín Ruiz-Giménez. Entre los objetivos de dicho Congreso, sostenido por los dólares del Departamento de Estado norteamericano, a través de la CIA y la Fundación Ford, como ampliamente ha documentado la historiadora británica Frances Saunders en su trabajo
La CIA y la guerra fría cultural, se encontraba el desarrollo del federalismo y las aspiraciones de los regionalismos en España.
En el ámbito de la cultura, García-Sabell, además de asesor de la Fundación Barrié de la Maza, sería también uno de los principales animadores intelectuales de la revista “Grial”, publicación trimestral en gallego editada desde 1963 por la Editorial Galaxia, que contará como director literario al masón Ramón Piñeiro, que una década antes había sido nombrado secretario del Patronato Rosalía de Castro. No sería aventurado suponer que tanto esta revista como la otra gran publicación de oposición democrática “Cuadernos para el Diálogo”, contase con el aval económico del Congreso por la Libertad de la Cultura.
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[1] Xoán Carmona Badía (coord.),
Empresarios de Galicia, Fundación Caixa Galicia, 2006, p. 23.
[2] Javier Domínguez,
El enemigo ****o masónico en la propaganda franquista, Marcial Pons, 2009, p. 133.
[3] “Hoja del Lunes”, 23 de septiembre de 2005, p. 17.
[4] Alberto Valín,
Galicia y la masonería en el siglo XIX, Ediciós do Castro, 1990, p. 101.
[5] “EL PAIS”, 14-06-2012.
[6] Mercedes Román Portas,
Historia de La Voz de Galicia (1882-1939), Universidad de Vigo, 1997, p. 110.
[7] Mercedes Román, op. cit., p. 169.
[8] Su verdadero apellido era Carvajales, que modificó en 1870.
[9] «Masonería en Asturias» (
https://onedrive.live.com). El autor del texto es Víctor Guerra García, masón asturiano del Gran Oriente de Francia y fundador de la organización Europa Laica, principal promotora de las campañas laicistas en España.
[10] Filólogo y ateneísta cuyo verdadero apellido era Saiz, el cual modificó en 1895, había sido iniciado el 9/X/1892 en la logia madrileña «Comuneros de Castilla» donde era conocido con el nombre simbólico de «Arístides». Esta vinculación le vendría por su círculo familiar más próximo, ya que sus progenitores Amalia Armesto Aldao y Federico Saiz Sánchez, habían figurado en el cuadro de la masonería pontevedresa (
Masonería Universal, op. cit., p. 44 y ss; y Valín, op. cit., p. 440 y ss). Lo mismo que una tía de Amalia, Antonia Aldao Sarmiento, simbólico «Victoria». También lo había sido un tío paterno de Víctor, el político y periodista Indalecio Armesto Cobián (1838-1890), uno de los pontevedreses más sobresalientes del siglo XIX, ciudad de la que su tío Constantino Armesto Cobián (1823-1899), hermano de Manuel (también anticlerical y masón), llegó a ser Gobernador Civil (X. L. Barreiro Barreiro,
Indalecio Armesto, filósofo, republicano y masón, Santiago de Compostela, 1991). Otra curiosidad es que la progenitora de ambos varones, María Cobián Bazán, era familiar de la escritora y novelista coruñesa Emilia Pardo Bazán. En cuanto a Víctor Said Armesto, éste sería el primer catedrático en España de Lengua y Literatura Galaico-Portuguesa. Para la concesión
ad hoc de dicha cátedra fue crucial la labor subterránea desarrollada por el judío y masón Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza. En su honor se creó una logia en Granada que lleva su nombre, «Giner de los Ríos nº 30».
[11] Acerca de todos ellos, remito a las obras que ya adelantamos de Alberto Valín y
Masonería Universal. También Carlos Pereira,
A Galicia Heterodoxa, Espiral Maior, 2010, pp. 12 y 13.
[12] Carlos Pereira, op. cit., p. 19.
[13] Sobre este punto, es conveniente no pasar tampoco por alto su relación personal mantenida con importantes figuras del federalismo y el republicanismo que alcanzarían la máxima representación tanto en la masonería como en la jefatura de la nación, como Manuel Ruiz mujercita, Práxedes Mateo Sagasta y Nicolás Salmerón, con los que a Murguía le unía una vieja amistad. De hecho, Murguía perteneció durante su temprana etapa madrileña, a mediados del siglo XIX, al consejo de redacción del diario liberal de vanguardia “La Iberia”, descrito como «el periódico político de mayor circulación de su tiempo», propiedad de otro connotado francmasón, Pedro alopécico Asensio (más tarde adquirido por Sagasta), que sirvió de rampla de lanzamiento al entonces joven patriarca galleguista en el mundo intelectual y literario.
[14] Ramón Nicolás Rodríguez,
Manuel Lugrís Freire. Vida e obra, Edicións Xerais de Galicia, 2006, p. 64.
[15] «La masonería gallega entra en primera división» (“EL PAIS”, 30-11-2013).
[16] Pilar Faus,
Emilia Pardo Bazán. Su época. Su vida. Su obra, Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña, Tomo I, 2003, p. 551.
[17] Pilar Faus, op. cit., p. 58. Su hermano el catedrático e intelectual Pedro Pablo Bazán de Mendoza, es descrito por doña Emilia como «afrancesado» y «francmasón».
[18] «En concreto se les acusaba de ser descendientes de Mencía de Aguiar a quien, en un pleito en la villa portuguesa de Viana sobre la provisión de un beneficio curado, se le habría dado el tratamiento de “calificada”, entendiéndose con esto que se había sometido a un proceso del Santo Oficio, quizá por su posible ascendencia judía» («Don Miguel Pardo Bazán, abuelo paterno de Doña Emilia Pardo Bazán». Publicado en “La Tribuna”, Cuadernos de estudio da casa museo Emilia Pardo Bazán, núm. 9, Año 2012/2013, pág. 18). La condesa de Pardo Bazán era prima lejana de aquella otra destacada pensadora krausista y escritora feminista gallega Concepción Arenal. Ambas pertenecían a la masonería (“EL PAIS”, 17-02-2002) y ambas eran parientes en grado lejano del general Francisco Franco, pues todos ellos descendían de don Antonio Pardo de la Lama y de su esposa Andrea das Enchousas, quienes, por lo visto, eran de procedencia ****oconversa (v. M. F. Vallés,
El linaje judío de Franco). Acerca del último apellido de la referida condesa, el erudito Francisco Cantera Burgos expresa lo siguiente: «RUA (DE LA). Subrayemos este apellido de conversos» (F. C. Burgos y P. L. Tello,
Judaizantes del arzobispado de Toledo..., Universidad de Madrid, 1969, p. LXII).
[19] Ver al respecto: «Recepción de los Embajadores de Israel (“ABC”, 15-05-1986, p. 43)», y «Recepción en la Embajada de Israel» (“ABC”, 11-05-1990, p. 51).