Civismo en la biblioteca.
Nunca evito hacer una visita a la biblioteca cuando tengo oportunidad, sano hábito que cogí con ganas hace casi dos décadas, lástima que no hubiera sido antes. De toda la vida tenía asumido que hay que guardar un cierto silencio en aquel lugar, y grabada en la mente tengo la imagen de la típica bibliotecaria mandando callar al menor ruidillo. Eso incluía, además de la sala de lectura, la zona de estanterías, de consultas... A uno le gusta aparte de concentrarse cuando estudia, leer relajadamente algún libro o revista interesante, o simplemente buscarlo para llevárselo a casa.
Cuando empezaron la prosperar los móviles ya acechaban las primeras nubes de tormenta: Tonos estridentes, politonos chorras a 100 decibelios que sonaban de repente en plena sala de estudios, personas hablando con el móvil por los pasillos... El cartelito de apagar/silenciar el móvil es uno de los carteles menos respetados. Hasta hace poco estuve años sin visitar la biblioteca de mi ciudad y además de los tonos de móvil y las conversaciones a viva voz están los grupitos de personas que hablan en alto, como si estuviesen en un bar. Quizá todavía haya relativo silencio en la sala de estudios, pero cuando salen de ahí, aún habiendo biblioteca por medio, y sin ni siquiera haber tenido la consideración de contenerse antes de llegar al vestíbulo, ya sea para pirarse o para fumarse un pitillo, atentan contra mis oídos acostumbrados al silencio de antaño, riéndose en alto, hablando como si nada, ya sean jóvenes o mayores, ya sean usuarios o personal de la biblioteca. Triste; increíble y triste.
Un par de años sin pasar por ahí me han bastado para darme cuenta lo que se ha deteriorado el ambiente en lo que se supone que es una biblioteca... ¡UNA BIBLIOTECA!
De poco me ha servido pedir por favor, y otras veces en un plan más borde que se callaran, o la vez que se cabreó un señor porque unas chicas estaban carcajeándose con sus paridas de taberna que a nadie nos interesaba allí. Fue un rapapolvo épico. Quizá vean normal que puedas contar un chiste con los colegas mientras los demás leen, buscan o consultan, pero hasta hace poco las cosas no funcionaban así.
La biblioteca con su ambiente silencioso: Otro santuario perdido.
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