Buenas, vengo a quejarme de mis vecinos, los tiraflechas venidos a más.
Mi barrio es muy tranquilo, por eso lo escogí. No soporto el ruido así que tras sopesar si las campanadas cada cuarto de hora eran tolerables y decidir que sí me instalé contenta en mi casa hace algo más de dos años. Pero todo lo que no sea tener un terreno alrededor de una hectarea tiene el mismo riesgo; dar con unos vecinos molestos.
Mis vecinos tiraflechas son dos hermanos colombianos veinteañeros aficionados a la cumbia y el caraoque y a montar barbacoas en el patio de su casa mientras dejan la música dentro puesta a todo trapo. Su estilo de vida es el de nuevo rico que no es tal pero actúa como si lo fuera. Tienen una empresa de reformas y parece que se mantiene. Mi esperanza de que el negocio se les fuera a pique y se volviera a su país por el momento no parece materializarse.
El mayor tiene dos familias. Una en Colombia; esposa y tres hijas, y otra aquí; una autóctona que recientemente estrenó la cuarentena a la que a veces me encuentro llorando a moco tendido porque él no la quiere, él no deja a su familia, él la engaña, él abusa de su bondad... Una tarde entera la tuve a ella en mi casa llorando a moco tendido por todo eso. La muchacha no escogió bien a su confidente porque no suelo ser muy comprensiva con esas situaciones en las que me resulta imposible no acabar pensando que ella es una fulastre por meterse en una relación así. Sólo se lo dije ligeramente, sin ahondar mucho porque la que no quiere ver no va a ver sólo porque tú señales con el dedo. A lo poco que le dije en ese momento ella me decía que sí, que sí, pero en cuanto hicieron las paces se le volvió a hacer el chichi pepsicola y yo, que tengo poca fe en el género humano, de uno u otro sesso, tampoco me sorprendí.
La cuestión, además, es que la chica tiene un hijo adolescente que odia al novio de su progenitora. Lo sé porque cuando están solos y el chaval le dice que es una fulastre por estar con un tío que pasa de ella lo hace gritando y es inevitable oirle.
Hoy llevan todo el santo día con la cumbia a todo trapo y celebrando el énesimo cumpleaños de algún miembro de la que parece ser abundante colonia de colimbianitos del pueblo. Mientras tanto la vecina no para de hacer comida para su hombre y sus amigos, encerrada en el cocina. Sólo tengo que salir fuera para verlo. No tengo especial interés en saberlo pero hay cosas que cantan por sí solas.