Poti se pasa mucho.
Pero mucho.
Qué parque más raro ¿dónde está eso Bygul?
Y lo que pasa.
Me he puesto a investigar sobre el parque (me ha molao) y he tropezado con la biografía de su patrocinador, el Duque de Osuna:
Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin Archivos - Periodista de Opinión
No voy a copypastearlo entero, voy a colocar lo más llamativo:
Son sus costumbres y hay que respetarlas.
Perdón por el tochaco, pero creo que merece la pena conocer a este personaje.
Pero mucho.
Qué parque más raro ¿dónde está eso Bygul?
Y lo que pasa.
Me he puesto a investigar sobre el parque (me ha molao) y he tropezado con la biografía de su patrocinador, el Duque de Osuna:
Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin Archivos - Periodista de Opinión
No voy a copypastearlo entero, voy a colocar lo más llamativo:
Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin, XII duque de Osuna, nacido en Madrid, tiene en su haber, con completa seguridad, un récord que no está al alcance de cualquiera: pulir en 37 años una fortuna gigantesca y dejar tras de sí una deuda que multiplicaba varias veces la herencia que recibió en la juventud. Hay que tener arte incluso a la hora de derrochar. Y Mariano Téllez-Girón (1814-1882) lo tenía. Tanto que su vida es pura leyenda.
Su patrimonio era gigantesco. Se decía de él que podría haber recorrido media península sin salir de sus tierras. Pero no solo eso: podía ir de Madrid a Rusia y hacer noche siempre en una casa de su propiedad. Una casa donde tendría preparada cama y comida, porque pronto dio orden de que todos los días del año sus palacios estuvieran en funcionamiento como si él fuera a residir en ellos. Daba igual que se tratara del tiempo de su cargo de embajador en San Petersburgo: todas sus casas en España y Europa debían estar abiertas, la comida caliente y la cama lista. En Madrid, llegó al extremo de ordenar que en la estación de tren estuviese siempre su carruaje esperándolo, por si se le ocurría llegar en cualquier momento. Y como tenía un tren privado sus criados no se podían fiar de los horarios del servicio regular.
Su generosidad era célebre ya en sus primeros años como titular del ducado. Se dice que repartía tarjetas de visita por todo Madrid y los destinatarios podían presentarse de improviso en cualquiera de sus dos palacios para comer, alojarse, montar a caballo o pasar la tarde, incluso aunque él no estuviera en casa. Sus criados eran los mejor pagados del país y repartía propinas con enorme prodigalidad. Incluso mandó construir un hospital para atender a sus sirvientes enfermos y ancianos. Y si no paraba en gastos, tampoco era de quienes reclamaban los mayores honorarios. Más bien lo contrario: mientras estuvo al servicio de la Corona como embajador, se negó a cobrar por ello. Aún más: las legendarias fiestas que organizó en las embajadas corrían de su cuenta.
Ya se ha dicho que disponía de un tren propio. Pues bien, estando en Rusia dio la orden de que ese tren uniera de forma continua la capital de los zares y Madrid. En el mismo viajaban varios emisarios que, además de informarle de cuanto pasaba en España, le atendían en sus numerosos encargos. Numerosos, variados y continuos. Un ejemplo: el duque de Osuna tenía por costumbre regalar rosas blancas a las mujeres que le gustaban. Y no eran pocas, así que el tren llevaba siempre un importante cargamento de flores. En una ocasión, durante una cena, algunas damas probaron unas naranjas que había hecho llevar desde Valencia y alabaron su sabor. El duque les habló entonces del árbol que las produce y de las flores de azahar. Como quiera que las mujeres se interesaron por la planta, hizo llevar varias decenas de árboles que recorrieron en tren el continente para llegar hasta orillas del Báltico. Sus fiestas eran una apología del exceso. En una ocasión, uno de los invitados comentó ante una copa de champán que hacía tiempo que en su casa no lo probaban. Ni corto ni perezoso, el duque lo atiborró de espumoso y en un alarde de chulería difícil de igualar ordenó que llenaran unos cubos y se los dieran de beber a los caballos de su visitante. Hasta los animales tenían derecho a disfrutar de su bodega.
Se preparaba la mesa de gala en todas sus múltiples casas de España y las que tenía en las diferentes capitales de Europa, por si don Mariano llegara inesperadamente. Un tren se desplazaba diariamente desde Valencia hasta su residencia de San Petersburgo para llevarle flores con las que adornar su palacio. Sus cocheros y lacayos se vestían con capotes de pieles que por su gran valor solo las podía llevar el zar, para obtenerlas, tuvo que organizar una cacería en Siberia. En las grandes fiestas de su palacio, los caballos saciaban su sed con champán. Después de dar un banquete a los zares y a toda su corte, vieron con sorpresa, como los criados tiraron por las ventanas de su palacio al río Neva, la vajilla de oro en la que habían servido la comida. Pagó una fortuna por un trotón, que utilizó en una noria para sacar agua. Solía salir de paseo acompañado de un criado que llevaba un puñado de monedas de oro, que repartiría a los pobres que se encontraran…
En Rusia adquiría pieles carísimas para sus abrigos y los de quienes estaban a su servicio. Durante su estancia, se puso de moda una piel de una variedad de astuta hasta entonces desconocida de la que se habían descubierto unos pocos ejemplares en una zona de Siberia. El zar organizó una expedición para cazar unos cuantos animales. Sin embargo, los abatidos fueron tan pocos que sus pieles apenas dieron para una pequeña capa para la zarina. Osuna, bueno era él, financió su propio grupo de cazadores, que capturaron tantos animales que se pudieron hacer dos hermosos abrigos… que regaló a sus criados.
Son sus costumbres y hay que respetarlas.
Perdón por el tochaco, pero creo que merece la pena conocer a este personaje.
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