Cristo es Dios hecho hombre, luego tenemos una imagen de Dios concreta, adorable en presencia y venerable en imagen. Ningún católico adora su imagen atribuyéndola los poderes propios de los ídolos, es decir, el poder de la imagen es sí. Ver a Cristo en una imagen no equivale a confundir a Cristo con esa imagen. En serio, alguno debería meditar si él mismo pertenece a alguna raza de esas que se consideran superiores...
Para un católico la cruz y el crucificado son lo mismo porque evocan Su sacrificio, ergo no es un símbolo del cristianismo sin más, como su fuera una rueda o una esvástica. Su poder evocador -evocador no equivale a presencia real de lo evocado- será más poderoso en tanto describa con más dramatismo Su sacrifico, y ahí se pone, de nuevo, una frontera a la imaginación, recordando a todos que llegó al extremo de dar su vida por nosotros cambiando para siempre el significado del sacrifico al Padre. Ésto me ha llamado siempre la atención porque sin imágenes capaces de fijar la imaginación en hechos reales que admitimos como tales los cristianos, y conformes al relato del Evangelio, la tentación de evitar la parte sacrificial por considerarla demasiado dura, devolverá una "imagen" distorsionada de la obra de Cristo y del significado profundo de Su sacrificio. Dudo mucho que se pueda alcanzar esa profundidad si se aparta de la imaginación del creyente la dureza de su entrega por nosotros.
Así como Cristo es "antipático" para muchos "buscadores de la verdad" en tanto acota radicalmente esa tendencia natural del hombre a hacer dioses a su medida, la prohibición de sus imágenes -evocaciones, no ídolos con sustancia propia- vuelve a facilitar la formación de una imagen de Cristo y de sus Obra a la medida de cada creyente.