Hola, Buenas Noches:
# Kovaliov: Hombre, el Oro se tendrá que "intercambiar" por algo si se llega a esa situación...
Y dejo esto... ¡Ojo! por si se produce...
Wall Street’s Sky-High Expectations Are About to Collide With Reality
Saludos.
Hombre, Fernando, claro que se podrá intercambiar por algo. Tendrá valor, lo que no tendrá es precio. Como no lo tenía en marcos en el Berlín de la hiperinflación, pero se podía intercambiar una onza por una manzana de casas, como dice la leyenda que ocurría, a lo mejor algo exageradamente.
Herr Baron, es el procedimiento habitual aquí. -¿Desde cuándo? ¡Esto es ultrajante¡ ¡No es culpa nuestra, señor¡ ¿De dónde ha sacado este tipo de cambio? Usted sabe muy bien que a las doce eran veintiséis mil millones (el dólar). -¡Pero ahora son las dos de la madrugada, Herr Baron! Tenemos que defendernos...(…) El cálculo da menos de veinticinco mil millones por dólar -anunció Christoph, que había estado haciendo cuentas en el reverso de un menú. -Herr Baron, tenemos que defendernos -dijo el gerente. (…) -¡Usted está cobrando en dólares, hombre¡ -dijo Christoph en tono de plaza de armas-, ¡Mañana por la mañana valdrán más¡ Por supuesto, ellos lo sabían perfectamente. Si yo hubiera tratado de pagar la cuenta en marcos - suponiendo que hubiese podido llevar al comedor más de setecientos noventa mil millones de marcos- no los hubieran aceptado. ¿Qué hacía la gente si no tenía dólares, libras, florines o francos? Algo que seguro no hacían era cenar en el Hotel Adlon”.
Arthur R. G. Somssen. Una princesa en Berlín. “Pedí la cuenta. Cuando la trajeron, estaba cuidadosamente detallada y sumaba 650. 000.000 de marcos. Muy serviciales, habían calculado al cambio especial de 31 dólares con 63. - ¿Puedo ver esa cuenta? -preguntó Alfred, poniéndose las gafas de leer y, antes de que yo pudiera evitarlo, la tomó. Christoph se puso de pie, miró por encima del hombre de Alfred y sacó la estilográfica (...) ¡Herr camarero¡ -gritó Alfred. Un momento -protesté-. Esta es mi fiesta, sé que el lugar es caro... No me prestaron atención. En un abrir y cerrar de ojos, el maître, el gerente y un cajero se habían reunido en torno a nuestra mesa