Profesor.Poopsnagle
P V R A S A N G R E ™
Comer y que aparezca la hinchazón. Gases durante todo el día. Dolor abdominal. Cólicos. Puede que una persona no padezca ninguna patología digestiva diagnosticada, pero parte de lo que coma le siente mal. Sin entrar en especificaciones, lo mejor será acudir a un profesional de la salud que busque solución al problema.
Las causas escondidas detrás de un abdomen inflamado, con sensación de tirantez, son muchas y variadas. Desde un caso de síndrome del intestino irritable, a una intoxicación alimentaria o una comida demasiado copiosa. «También dependerá del estado en el que nos encontremos. Puede que por estar pasando por una época de estrés, comamos algo como las legumbres, y la digestión se haga más complicada», precisa Ángela Moreno, dietista-nutricionista especializada en patologías digestivas.
Con todo, el sistema digestivo es complejo, único e intransferible. Contiene millones de bacterias, y otros microorganismos, que se encargan (de manera simplificada) de convertir los alimentos que consumimos en nutrientes esenciales para el correcto funcionamiento del organismo. Es la microbiota, una comunidad que unida a la que habita en la piel, la sangre y otros órganos forman el microbioma de cada individuo.
Sari Arponen, experta en microbiota: «Una persona adulta no debería comer más de dos o tres veces al día»
UXÍA RODRÍGUEZ
Está más que demostrado que los hábitos de vida influyen directamente en su composición, lo que a su vez hace que nuestra salud empeore o mejore. Esta alteración (conocida como disbiosis) suele derivar en síntomas como la hinchazón, el dolor de estómago, los gases, la acidez o el reflujo. Vaya, lo que de toda la vida se ha definido como digestiones pesadas. Y ojo, porque de normal tiene poco. «En consulta veo que se tienden a pasar por alto estos signos que les ocurren siempre, se normalizan. Y para mí esto es el principio de un estado fisiopatológico», precisa.
La sensación después de una comida no tendrá que ser de pesadez: «Con la excepción de una ingesta copiosa, después de comer deberíamos sentirnos ligeros, no debería darnos un excesivo sueño o una distensión muy agravada, tampoco tener la sensación de que no podemos ni beber», precisa la dietista-nutricionista.
Defecar después de cada comida tampoco es lo más habitual. Suele ocurrir en personas con hipersensibilidad visceral, lo que les obliga a visitar el baño de forma urgente después de cada ingesta. «Si bien es cierto que no expulsarán lo que acaban de comer, hay gente que presenta mayor sensibilidad ante ciertos alimentos. Y eso, tampoco es normal, entraría dentro de lo patológico», cuenta Moreno.
Se puede explicar la distensión abdominal por diferentes motivos.
En el apartado patológico destaca el Síndrome de intestino irritable, aunque en realidad oculte algo más: «En muchos casos, cuando comenzamos a indagar y a hacer las pruebas adicionales, nos damos cuenta de que es en realidad una celiaquía sin diagnosticar, o un sobrecrecimiento bacteriano o de arque», cuenta la experta. Así, aparece la inflamación que puede ser la causa de múltiples intolerancias alimentarias como puede ocurrir con la fruta.
A nivel individual, existen una serie de medidas que puedes poner en práctica para prevenir la distensión abdominal, especialmente, si el problema que esconde no es una enfermedad, solo una escasez de hábitos dietéticos y sanitarios: mucho sueño, mala comida y poco movimiento. «Hay casos en los que las malas digestiones pueden mejorar con una dieta saludable, beber más agua, hacer ejercicio y masticar», precisa Angela Moreno, que añade: «Esto último puede parecer una banalidad, pero hay que entender que es el primer paso de nuestra digestión. Si nos lo saltamos, todo irá a peor». Tampoco es cuestión de contar cada mordisco, pero sí de dedicarle el tiempo necesario: «Invertir de 20 a 25 minutos como mínimo, sin distracciones, para masticar adecuadamente», explica la dietista-nutricionista.
«Depende». Ángela Moreno recuerda que si la razón que lo explica es adelgazar o tener una dieta más saludable «carece de sentido, porque no habría una necesidad». En cambio, es una opción que se debe valorar si existen molestias digestivas, y así lo aconseja un dietista nutricionista especializado en esta área. La profesional habla de celiaquías infradiagnosticadas: «Hay un porcentaje de personas con celiaquía, de en torno el 70 %, que la padecen y no han sido diagnosticados. Se conoce como el iceberg de la celiaquía», precisa.
A mayores, «casi el 6 % de la población tiene sensibilidad al gluten no celíaca, que si bien el mecanismo por el cual se produce el daño en el organismo no es el mismo que la enfermedad celíaca, se ha visto que retirar el gluten funciona muchísimo», explica Moreno.
Eructos, gases e hinchazón
No todos los gases son iguales. Los que están presentes en el tubo digestivo están constituidos por diferentes composiciones según la parte de la que hablemos. Por ejemplo, «en el esófago y en el estómago hay mayor presencia de nitrógeno, oxígeno y dióxido de carbono procedente de la deglución del aire o de la respiración», explica Javier Alcedo, jefe de Sección de Motilidad y Patología Funcional y coordinador del Grupo de Neurogastroenterología de la Asociación Española de Gastroenterología (AEG). Lo mismo si se consumen bebidas gaseosas, las cuales harán acto de presencia en el estómago y en el intestino delgado.
A medida que se avanza por el tubo digestivo, la concentración de bacterias que fermentan los alimentos van dando a los gases nuevos compuestos como el hidrógeno, el metano, el sulfuro y otros compuestos volátiles. Precisamente, la forma de emisión del gas, flatulencia o eructo, determinará los ingredientes que lo componen.
Pasar de sentir gases de manera ocasional, a considerarse una patología dependerá «o bien de una deglución excesiva de aire, del aumento de bebidas gasificadas o bien, por el crecimiento en su producción intestinal», explica el doctor Alcedo. Precisamente, esta última razón se ha relacionado con cambios en la microbiota intestinal causados a raíz de la toma de antibióticos o una diarrea reciente. ¿Cómo solucionarlo? «Se entiende que una alimentación variada, como la dieta mediterránea, favorece la diversidad bacteriana y a su vez un mejor estatus de salud», apunta el profesional.
¿Cuáles son las causas más comunes?
El doctor Javier Alcedo recuerda que en la mayoría de los casos «no se identifica con un trastorno digestivo subyacente grave que lo justifique». Se debe entender que tener gases «es un elemento característico de la fisiología normal de la digestión» y común en sujetos sanos. De ahí, que sea esperable sentirse más lleno después de una comida copiosa o «la necesidad de expulsar las flatulencias regularmente a través del ano o eructos», indica el doctor Alcedo. Con todo, comenzará a considerarse patológico cuando interfiera en el día a día del paciente
Si la sensación de hinchazón de abdomen, o la necesidad de expulsar gases, se presentan de manera ocasional «no constituye un dato clínico de alarma». Bastaría con introducir ciertas recomendaciones dietéticas. El diagnostico varía si son acompañados de pérdida de peso inexplicable, dolor abdominal intenso, vómitos, diarrea frecuente, aparición de anemia, o bien si la distensión abdominal no mejora aun habiendo introducido cambios en el estilo de vida.
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Lucía Cancela Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre una de mis pasiones, la nutrición.
Lucía Cancela. La Musa de la ocre.
Sari Arponen. Reinota de la Microbiota.
Las causas escondidas detrás de un abdomen inflamado, con sensación de tirantez, son muchas y variadas. Desde un caso de síndrome del intestino irritable, a una intoxicación alimentaria o una comida demasiado copiosa. «También dependerá del estado en el que nos encontremos. Puede que por estar pasando por una época de estrés, comamos algo como las legumbres, y la digestión se haga más complicada», precisa Ángela Moreno, dietista-nutricionista especializada en patologías digestivas.
Con todo, el sistema digestivo es complejo, único e intransferible. Contiene millones de bacterias, y otros microorganismos, que se encargan (de manera simplificada) de convertir los alimentos que consumimos en nutrientes esenciales para el correcto funcionamiento del organismo. Es la microbiota, una comunidad que unida a la que habita en la piel, la sangre y otros órganos forman el microbioma de cada individuo.
Sari Arponen, experta en microbiota: «Una persona adulta no debería comer más de dos o tres veces al día»
UXÍA RODRÍGUEZ
Está más que demostrado que los hábitos de vida influyen directamente en su composición, lo que a su vez hace que nuestra salud empeore o mejore. Esta alteración (conocida como disbiosis) suele derivar en síntomas como la hinchazón, el dolor de estómago, los gases, la acidez o el reflujo. Vaya, lo que de toda la vida se ha definido como digestiones pesadas. Y ojo, porque de normal tiene poco. «En consulta veo que se tienden a pasar por alto estos signos que les ocurren siempre, se normalizan. Y para mí esto es el principio de un estado fisiopatológico», precisa.
La sensación después de una comida no tendrá que ser de pesadez: «Con la excepción de una ingesta copiosa, después de comer deberíamos sentirnos ligeros, no debería darnos un excesivo sueño o una distensión muy agravada, tampoco tener la sensación de que no podemos ni beber», precisa la dietista-nutricionista.
Defecar después de cada comida tampoco es lo más habitual. Suele ocurrir en personas con hipersensibilidad visceral, lo que les obliga a visitar el baño de forma urgente después de cada ingesta. «Si bien es cierto que no expulsarán lo que acaban de comer, hay gente que presenta mayor sensibilidad ante ciertos alimentos. Y eso, tampoco es normal, entraría dentro de lo patológico», cuenta Moreno.
Se puede explicar la distensión abdominal por diferentes motivos.
- Problemas digestivos: Esta etiqueta incluye trastornos como el reflujo gastroesofágico, el síndrome del intestino irritable o el sobrecrecimiento bacteriano. Además, si estás pasando por un episodio de diarrea o estreñimiento será probable que tu digestión empeore.
- Causas emocionales: El estrés de una época de exámenes o de mucho trabajo puede traer acarreado problemas del tracto digestivo como distensión abdominal o diarrea. Las mariposas están en el estómago por algo.
- Intolerancias o alergias: Cualquier tipo de intolerancia o alergia pueden derivar en hinchazón de la zona abdominal. Ocurre en personas celíacas, intolerantes a la lactosa, a la fructosa o al sorbitol, entre otros. Lo importante será diagnosticar qué alimentos lo producen para ponerle solución.
- Un mal patrón dietético. Una alimentación basada en ultraprocesados, con un consumo frecuente de bebidas con gas, azucaradas o del alcohol puede hacer que el abdomen se inflame.
- Malos hábitos de ingesta: comer demasiado rápido, con comidas muy copiosas y sin prestar atención a la masticación es apuntar, casi a la diana, para que el problema crezca.
- Afectación muscular: La práctica de ejercicio físico mal ejecutado, o durante el post parto, puede provocar una rotura muscular que provoque la distensión del abdomen.
En el apartado patológico destaca el Síndrome de intestino irritable, aunque en realidad oculte algo más: «En muchos casos, cuando comenzamos a indagar y a hacer las pruebas adicionales, nos damos cuenta de que es en realidad una celiaquía sin diagnosticar, o un sobrecrecimiento bacteriano o de arque», cuenta la experta. Así, aparece la inflamación que puede ser la causa de múltiples intolerancias alimentarias como puede ocurrir con la fruta.
A nivel individual, existen una serie de medidas que puedes poner en práctica para prevenir la distensión abdominal, especialmente, si el problema que esconde no es una enfermedad, solo una escasez de hábitos dietéticos y sanitarios: mucho sueño, mala comida y poco movimiento. «Hay casos en los que las malas digestiones pueden mejorar con una dieta saludable, beber más agua, hacer ejercicio y masticar», precisa Angela Moreno, que añade: «Esto último puede parecer una banalidad, pero hay que entender que es el primer paso de nuestra digestión. Si nos lo saltamos, todo irá a peor». Tampoco es cuestión de contar cada mordisco, pero sí de dedicarle el tiempo necesario: «Invertir de 20 a 25 minutos como mínimo, sin distracciones, para masticar adecuadamente», explica la dietista-nutricionista.
- Realiza ejercicio físico de forma habitual.
- Come de manera más pausada. No se trata de masticar 50 veces, pero sí de disfrutar del proceso y ser consciente de lo que te llevas a la boca. Nada de ingerir de pie y con prisas. Siéntate y dedícale un tiempo prudencial.
- No recurras a preparaciones más agresivas, como pueden ser las frituras y los rebozados. Darle prioridad a cocciones al horno, al vapor o a la plancha puede facilitar el paso a paso de tu digestión.
- Mantén el estrés a raya. Suena utópico con el ritmo de vida que se lleva hoy en día, pero ¿por qué no pruebas el mindfulness, el yoga o el pilates?
- El sobrepeso y la obesidad pueden favorecer la distensión abdominal, por lo que bajar de peso tal vez ayude.
«Depende». Ángela Moreno recuerda que si la razón que lo explica es adelgazar o tener una dieta más saludable «carece de sentido, porque no habría una necesidad». En cambio, es una opción que se debe valorar si existen molestias digestivas, y así lo aconseja un dietista nutricionista especializado en esta área. La profesional habla de celiaquías infradiagnosticadas: «Hay un porcentaje de personas con celiaquía, de en torno el 70 %, que la padecen y no han sido diagnosticados. Se conoce como el iceberg de la celiaquía», precisa.
A mayores, «casi el 6 % de la población tiene sensibilidad al gluten no celíaca, que si bien el mecanismo por el cual se produce el daño en el organismo no es el mismo que la enfermedad celíaca, se ha visto que retirar el gluten funciona muchísimo», explica Moreno.
Eructos, gases e hinchazón
No todos los gases son iguales. Los que están presentes en el tubo digestivo están constituidos por diferentes composiciones según la parte de la que hablemos. Por ejemplo, «en el esófago y en el estómago hay mayor presencia de nitrógeno, oxígeno y dióxido de carbono procedente de la deglución del aire o de la respiración», explica Javier Alcedo, jefe de Sección de Motilidad y Patología Funcional y coordinador del Grupo de Neurogastroenterología de la Asociación Española de Gastroenterología (AEG). Lo mismo si se consumen bebidas gaseosas, las cuales harán acto de presencia en el estómago y en el intestino delgado.
A medida que se avanza por el tubo digestivo, la concentración de bacterias que fermentan los alimentos van dando a los gases nuevos compuestos como el hidrógeno, el metano, el sulfuro y otros compuestos volátiles. Precisamente, la forma de emisión del gas, flatulencia o eructo, determinará los ingredientes que lo componen.
Pasar de sentir gases de manera ocasional, a considerarse una patología dependerá «o bien de una deglución excesiva de aire, del aumento de bebidas gasificadas o bien, por el crecimiento en su producción intestinal», explica el doctor Alcedo. Precisamente, esta última razón se ha relacionado con cambios en la microbiota intestinal causados a raíz de la toma de antibióticos o una diarrea reciente. ¿Cómo solucionarlo? «Se entiende que una alimentación variada, como la dieta mediterránea, favorece la diversidad bacteriana y a su vez un mejor estatus de salud», apunta el profesional.
¿Cuáles son las causas más comunes?
El doctor Javier Alcedo recuerda que en la mayoría de los casos «no se identifica con un trastorno digestivo subyacente grave que lo justifique». Se debe entender que tener gases «es un elemento característico de la fisiología normal de la digestión» y común en sujetos sanos. De ahí, que sea esperable sentirse más lleno después de una comida copiosa o «la necesidad de expulsar las flatulencias regularmente a través del ano o eructos», indica el doctor Alcedo. Con todo, comenzará a considerarse patológico cuando interfiera en el día a día del paciente
- En ocasiones, tener gases puede relacionarse con una mala tolerancia, «en general a hidratos de carbono», o incluso a la malabsorción selectiva de algunos de ellos: «Lactosa o fructosa». Ambos son descritos como frecuentes por el profesional, y se atribuyen a la pérdida de enzimas intestinales responsables de su digestión. La distensión abdominal también puede deberse, aunque en menos ocasiones, «a la enfermedad celíaca, a patologías inflamatorias de la mucosa del intestino o a alteraciones del movimiento gastrointestinal», explica el doctor. Eso sí, en casos como estos irán acompañados de otros signos de alerta.
- Otro subgrupo de pacientes con distensión abdominal no tiene un aumento sustancial de los gases, sino que su pared abdominal anterior presente un movimiento alterado, «por el cual se propulsa hacia adelante, y un descenso asociado del diafragma que intensifica la molestia». Esta alteración se conoce como disnergia abdómino-frénica, y requerirá maniobras de reeducación.
- Finalmente, la presencia de grasas también pueden deberse a aun aumento de la sensibilidad visceral o a la dificultad crónica para emitir las heces. En el último caso, «será necesario descartar una dificultad mecánica evidente (estrechez o tumor) y pasar a la prescripción de medicamentos.
Si la sensación de hinchazón de abdomen, o la necesidad de expulsar gases, se presentan de manera ocasional «no constituye un dato clínico de alarma». Bastaría con introducir ciertas recomendaciones dietéticas. El diagnostico varía si son acompañados de pérdida de peso inexplicable, dolor abdominal intenso, vómitos, diarrea frecuente, aparición de anemia, o bien si la distensión abdominal no mejora aun habiendo introducido cambios en el estilo de vida.
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Lucía Cancela Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre una de mis pasiones, la nutrición.
Lucía Cancela. La Musa de la ocre.
Sari Arponen. Reinota de la Microbiota.