La nobleza feudal estaba con el Emperador. La incipiente burguesía urbana estaba con el Papa.
Mira tú por donde, la victoria de los güelfos supuso la emancipación de las ciudades-estado italianas del opresivo dominio del Sacro Imperio Romano-Germánico. Sin la victoria del Papa sobre el Emperador, Florencia, Pisa, Génova, Milán no se habrían independizado, y adiós Renacimiento.
El renacimiento supuso una vuelta a los valores grecolatinos, es decir, una vuelta a la visión cíclica de la historia (que también tenían los gibelinos), en contraposición a la visión lineal de la historia propia del cristianismo guelfista-jacobino.
Con esa victoria, el papado se situaba por encima del emperador, algo que ya intentó anteriormente Leon III de forma bastante torticera al colocar la corona de
Imperator Romanorum sobre Carlomagno, al cuál le pilló el asunto ciertamente contrariado, pues éste hubiera preferido colocarse la corona él mismo.
De esta manera el papado se auto-otorgaba el privilegio de poder elegir quién era emperador y quién no. Esto traería luego consecuencias nefastas por la arbitrariedad de la elección, posibilitando la decadencia del título hasta su reaparición a finales del primer milenio.
En realidad, lo que León III pretendía era enfrentar al imperio de Carlomagno con el imperio bizantino, en una guerra fratricida contra el verdadero y único "emperador de los romanos" hasta ese momento, título que pertenecía al imperio romano de Oriente con capital en Constantinopla, y que León III pretendía usurpar con esa vil artimaña. Suerte que Carolus Magnus fué inteligiente y no entró en el juego del papa, haciéndose llamar por los suyos, así como por sus subordinados, Rey de los francos y de los lombardos, y sustituyendo la frase "emperador de los romanos" por la de "emperador del Gobierno romano", tranquilizando de esta manera a la señorita Irene, cuyos consejeros bizantinos ya estaban pidiendo sangre.
Por supuesto sobra decir que lo que hizo posible el renacimiento fué precisamente la definitiva caída del imperio bizantino ante los otomanos en 1453, puesto que muchos de sus filósofos, pensadores y artistas (helenizados) huyeron a Italia influyendo en todos los campos del saber.