Los estados vienen y van, porque nuestras percepciones están en base logarítimica, y porque ellas mismas no dependen del estímulo en sí si no del estado en el que te encuentres; es necesario bajar a la miseria jovenlandesal o dejar desbocado el temperamento para recordarnos el porqué hacemos las cosas que hacemos y qué no nos gusta de nosotros y pontenciamos.
Pienso lo mismo y no dejo que nada me haga cambiar de opinión. Si consideras que tu estado de ánimo depende de lo externo y no de lo interno quedas a la deriva de los acontecimientos y resulta difícil llevar las riendas de la vida. Si en cambio consideras que la percepción y evaluación de lo que sucede tiene una base interna al menos tienes la posiblidad de adaptar la percepción a lo que necesitas.
Y aún así hay situaciones objetivamente difíciles. Lo cual no quita para que controles tú cómo la percibes, si como algo difícil pero manejable o algo difícil e insuperable. Mi situación es objetivamente difícil y requiere mucha inversión de tiempo, atención, energía y discernimiento, no me puedo permitir verla como insuperable porque entonces será insuperable. Si algo no me falta es fortaleza para pasar por todas las experiencias por desagradables que hayan sido y templanza para dar cara a lo peor buscando siempre la línea de menor resistencia para pasar por ella. Pero hay días.... afú... hay días en que necesito ver correr la sangre, cuando la presión dentro de la olla es excesiva (quizás por mal manejada o simplemente porque ha aumentado el calor que la alimenta) y esa no es nunca la solución.
Ya os he hablado de mi hijo. Tiene casi 15 años y tiene una enfermedad crónica de la que se desconoce origen, pronóstico y tratamiento. Apenas sale de casa porque está todavía en el proceso de aceptar lo que le pasa y hacer de tripas corazón para adaptarse a las circunstancias. Lo educo yo en casa con ayuda de un profesor y de personas puntuales a las que recurrimos para temas concretos. Respecto a esto último estoy contenta, hace años que quería sacarlo del sistema educativo tradicional. Además yo padezco la misma enfermedad que él aunque lo mío es más limitado. Su padre desapareció de su vida un buen día y no ha vuelto a dar señales de vida, ni le contesta las llamadas. Yo le mantengo informado de todo cuanto va sucediendo a la espera de que un día abra los ojos y se dé cuenta de la barbaridad que está cometiendo, por el momento su respuesta es el silencio.
Ayer dimos un gran paso. El mismo admitió que se estaba aislando del mundo y que quería hacer algo para evitarlo. Lo tiene difícil, no puede correr 100 metros sin necesitar después 2 días para recuperarse del agotamiento. Como lleva así varios años (el recorrido por los médicos y hospitales da para un libro surrealista) sus amigos simplemente acabaron dejándole de lado porque no le apetecía salir, dejó las actividades deportivas...
A mí la situación no me hunde ni me atormenta pero hay días que el peso resulta muy grande y me pongo de mala gaita cuando no encuentro una solución factible al problema que se presente. Ayer hablé con uno de sus antiguos amigos, algo mayor que él, y quedamos en que vendría a casa un par de veces por semana para ayudarle a repasar mates, en realidad no lo necesita pero no estará de más y le servirá para volver a relacionarse con la gente de su edad. Y así me paso la vida, siempre buscando agujeros por donde drenar el agua para que no nos ahogue