Petirrojo Europeo
Lonchafinista
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Los Trabajos y días para que te hagas pequeño burgués capitalista como debe ser.
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Quién es el traductor?Este finde me han regalado "El asno de oro" de Apuleyo, comprado a 1 euro en la Cuesta de Moyano en Madric, en la edición (muy bonita) del Círculo de Amigos de la Historia
Ver archivo adjunto 2065577
Este finde me han regalado "El asno de oro" de Apuleyo, comprado a 1 euro en la Cuesta de Moyano en Madric, en la edición (muy bonita) del Círculo de Amigos de la Historia
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Curioso, tengo exactamente ése. Tres euros me parece que me costó.Este finde me han regalado "El asno de oro" de Apuleyo, comprado a 1 euro en la Cuesta de Moyano en Madric, en la edición (muy bonita) del Círculo de Amigos de la Historia
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Dioscorides de botánica y farmacología.Pues eso, chavales
He leído, y de vez en cuando vuelvo a hacerlo, la Ilíada, la Odisea, la Eneida, las Metamorfosis de Ovidio, la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, la Teogonía de Hesíodo, y la Expedición de los Diez Mil de Jenofonte
En casa de mis padres recuerdo la Guerra de las Galias del divino Julio, la Descripción de Grecia de Pausanias, y alguna cosa más
Ahora estoy con las Vidas Paralelas de Plutarco, y los Himnos de Píndaro. Estos dos me parecen crema pura, unas frases e historias potentísimas que confirman por enésima vez el erial plebeyo en el que vivimos, el mundo en ruinas postmoderno del que habla Evola
Pero al mismo tiempo me dan energía, visiones y belleza
Qué más material recomendáis?
Qué ediciones?
En general, no me interesan obras actuales sobre el mundo clásico. Es más, muchas están escritas por "estudiosos" que en realidad odian Grecia y Roma, como la fruta cortesana de Mary Beard
A PELO, A PELO SIEMPRE
Por qué dices lo de ruina?Por cierto, me estoy leyendo "Historia de Alejandro Magno" de Quinto Curcio Rufo, y está muy guapo
Mirad la descripción del ejército de Darío:
Era costumbre antigua de los persas no poner en marcha su ejército hasta haber descubierto sus rayos el sol, con cuyas resplandecientes luces, ilustrado el día, se daba la señal por medio de una trompeta en la tienda real, donde expuesta sobre ella la imagen del sol, colocada entre cristales, marchaba en este orden. Llevaban primero sobre unas andas de plata el fuego que llamaban sagrado, a quien seguían los magos cantando himnos al estilo de su patria, acompañados de trescientos sesenta y cinco jóvenes, en correspondencia de los días del año, vestidos de ropas de púrpura. Después un carro, consagrado a Júpiter, conducido de dos caballos blancos, y tras él uno de extraordinaria grandeza, a quien llamaban el sol, y los que los seguían con vestiduras blancas y una baqueta de oro en la mano. No lejos diez carros, esculpidos de gran cantidad de figuras de oro y plata, seguidos de un cuerpo de caballería, compuesto de doce naciones, diferentes en armas y en costumbres, y éste de diez mil de los que llaman los persas inmortales; los cuales, adornados de collares de oro, ropas de tela de oro, y ciertos sayos de crecidas mangas, cubiertos de pedrería, excedían en suntuosidad a todos los demás bárbaros.
A treinta pasos de distancia iban quince mil primos del rey, cuya turba, compuesta de adornos poco menos que mujeriles, sobresalía más en la profanidad de éstos que en la hermosura de sus armas. Llevaban poco después de ellos los que llamaban doríforos la real vestidura delante del carro del rey, en quien se ofrecía con la majestuosa pompa que pudiera en un trono. Hermoseaban y enriquecían este carro imágenes de dioses de oro y plata, en medio de cuyo yugo, cubierto todo de pedrería, sobresalían dos estatuas de un codo de altura, que representaban a Nino y a Belo, entre quienes se interponía un águila de oro en el ademán y acción de desplegar las alas para tomar su vuelo.
Nada, empero, igualaba a la magnificencia del rey. Adornaba su persona un sayo de púrpura, cuajado de plata, sobre quien llevaba una dilatada ropa resplandeciente con el oro y la pedrería de que estaba cuajada, y sobrepuestos en ella dos halcones de oro, reclinándose el uno sobre el otro, dándose entre sí con los picos. Ceñíala femenilmente una banda, de quien pendía su cimitarra, cuya vaina cubría preciosa pedrería; y la tiara azul, insignia real, a quien llaman cídaris los persas, que llevaba en la cabeza, una faja de púrpura mezclada de blanco. Ocupaban sus lados doscientos parientes suyos, de los más cercanos, seguidos de diez mil hombres, con picas guarnecidas de plata y de oro en las puntas, y de retaguardia treinta mil infantes. Después de los cuales llevaban a la mano cuatrocientos caballos del rey.
A distancia de un estadio iba Sisigambis, progenitora de Darío, en un ostentoso carro, así como en otro su mujer, y detrás todas las damas de ambas reinas a caballo. Seguíanlas quince grandes carros, a quienes llamaban armamaxas , y en quienes iban los hijos del rey, las personas a cuyo cuidado estaba su educación y gran cantidad de eunucos, los cuales lograban estimación entre aquellos pueblos. Procedían luego con real aparato trescientas sesenta concubinas, seguidas de seiscientos machos y trescientos camellos, que llevaban la plata del rey, con escolta de ballesteros. Después las princesas y las mujeres de los que ejercían los puestos de la corona y de los mayores señores de la corte; luego gran muchedumbre de aguadores, leñadores y mozos del ejército, y a lo último algunas compañías, armadas ligeramente, con sus capitanes, los cuales cuidaban de reunir las tropas y hacer que anduviesen.
Tal era el ejército de Darío, bien diverso en todo de los macedonios, en el cual se veían hombres y caballos resplandecientes, no con el oro ni con los suntuosos adornos y variedad de colores que aliñaban el traje, sino con el bruñido acero y pulido bronce. Tropas siempre prontas a marchar, a acampar y a combatir; ni cargadas del bagaje, ni embarazadas de gente inútil; obedientes, no sólo a la señal, sino al menor ademán de sus cabos; abastecidas siempre de víveres, y siempre dispuestas a alojar en cualesquiera parajes; por lo cual no le faltaron el día del combate soldados a Alejandro y sí a Darío; el cual, habiéndose empeñado inconsideradamente en ciertos lugares estrechos, no pudo pelear en medio de la innumerable muchedumbre con que dio principio a la batalla, sino con igual número al corto que en su enemigo había despreciado.
(Ésta es la traducción de 1699; yo me estoy leyendo la de Pejenaute que es de 1986)
Cuando lees estas cosas, te das cuenta de que vivimos en un mundo en absoluta ruina, por mucho iPhone16 de 2000 euros que haya