¡Cómo puedes comer eso! - Christophe Brusset

spektro

Himbersor
Desde
29 Dic 2015
Mensajes
1.590
Reputación
4.368
¡Cómo puedes comer eso!, es un libro de Christophe Brusset en el que denuncia los fraudes de la industria alimentaria.

Amazon.fr - ¡Cómo puedes comer eso! - Christophe Brusset, Palmira Feixas - Livres

Carne de caballo vendida como carne de buey, té verde chino rico en pesticidas, azafrán español que en realidad es iraní, mermelada de fresa sin fresas, guindilla india aderezada con excrementos de ratón, leche infantil al toque de melamina… Bienvenidos al lado oscuro de la industria alimentaria, en el que las regulaciones se estiran hasta el límite para ampliar el margen de beneficio, incluso a cambio de poner en riesgo la salud de los consumidores.

Desde las bambalinas de una industria cada vez más global, Christophe Brusset, directivo de grandes grupos de alimentación durante más de dos décadas ―en las que fue cómplice y testigo de muchas de estas prácticas―, rompe con este libro la ley del silencio que impera en un sector en el que el fraude, a menudo, es la norma, y convierte al lector en espectador privilegiado de la que parece ser una competición planetaria para suministrar materias primas cada vez más baratas, en medio de la más absoluta impunidad.

«Seamos francos y directos: lo único que les interesa de ti a los industriales, al igual que a las cadenas de grandes superficies, es tu dinero, no tu felicidad ni tu salud. Recuérdalo siempre. Así que no confíes en nadie, mantente atento y, sobre todo, ¡sé exigente! Eres tú quien, frente a los estantes de las tiendas, decide comprar o no lo que le presentan. Utiliza ese poder para lograr cambiar las cosas.»

Brusset: "La miel del supermercado es el mayor fraude" | Zen | EL MUNDO

Todo empieza con unas hamburguesas de buey -gallego, donde apenas se da la cría de bueyes- que en realidad eran de carne de caballo al 100%. La investigación salta a los medios de comunicación y se propaga como la gripe por las redes sociales. Christophe Brusset (24 de agosto de 1970, Chaumont, Francia), ingeniero agroalimentario francés, de orígenes campesinos en la Provenza y afincado hoy en China, había soportado durante 20 años el silencio consentido de la industria alimentaria francesa e internacional en la que trabajó desde su licenciatura.

Tanto fraude, tanta contaminación, tanto daño para la salud de los consumidores, tanta mentira y porquería habrían podido sellar sus sentidos, pero la madurez y la distancia, toda vez en China -"el paraíso de la corrupción y su corolario: el fraude", escribe-, y su nueva ocupación, le animó a hablar. En un libro que es "un juicio sumarísimo a la industria alimentaria" (subtítulo), de obligada lectura en nuestras casas, colegios, hospitales y restaurantes. ¡Cómo puedes comer eso! (Península) acaba de salir a la venta en España.

Las hamburguesas de la denuncia son un ínfimo ápice del iceberg de porquería que encubren las ininteligibles etiquetas del supermercado: caracoles de la Borgoña (criados en Chernóbil, vaciados y secados a la intemperie en Turquía, con la consecuente infestación de gusanos; lavadas estas conchas con sosa cáustica, vueltos a rellenar y añadida una pizca de mantequilla con perejil en Francia, luego etiqueta legal); queso fundido hecho con un 5% de origen (azul de Auvernia entre mil otros ejemplos) mezclado con agua, bloque de queso artificial (a base de leche termizada), mantequilla, proteína láctea, nata, leche en polvo, fosfato trisódico, citrato de sodio y ácido cítrico; guindilla y especias indias por doquier mezcladas y trituradas con excrementos, cadáveres y pelos de ratón; té ecológico de Ceilán aromatizado con cítrico al extracto de pesticidas cuestionados... ¿Bastan los ejemplos? Christophe Brusset examina la industria alimentaria, nosotros examinamos a Brusset.

¿Por qué decide romper su silencio, después de tantos años trabajando y colaborando en la industria alimentaria?

Quería contar aquello de lo que he sido testigo durante tanto tiempo, pero de haberlo hecho cuando trabajaba en la industria alimentaria francesa hubiera supuesto la pérdida inmediata de mi trabajo, además de ser incluido en la lista de color, persona non grata para el mercado, lo que ha ocurrido, claro. Pero ahora, al vivir en Asia, es más fácil: esto es la ley de la selva. Tampoco estaba seguro de que los consumidores quisieran saber lo que se esconde detrás de los alimentos, pero el escándalo de la carne de caballo en la lasaña preparada me hizo pensar que sí, que es mucha la gente que quiere mejorar la situación. Para ellos escribí el libro. También mi evolución personal contribuyó a ello: me he casado, tengo hijos y soy más maduro, lo suficiente para hacer esta crítica positiva que pretende mejorar la salud.

Urge al consumidor a utilizar su poder para cambiar las cosas a la hora de elegir los productos que compra pero, ¿qué poder le queda al individuo si las etiquetas, según revela, son fraudulentas?

Es muy complicado, efectivamente. La industria y los supermercados, con la complicidad de las autoridades sanitarias, no quieren que el consumidor entienda las etiquetas y que continúe comprando sin saber qué es en realidad lo que se expone en las baldas del súper. Pero el individuo debe saber al menos que comprar teniendo en cuenta sólo el precio le llevará sin duda a consumir alimentos de peor calidad. Siempre. Hay que esforzarse por conseguir información, elegir productos sin aditivos o con los menos posibles, preferentemente orgánicos, locales y estacionales. Otra forma de defenderse es apoyar a las organizaciones de consumidores. Sí es posible presionar a la industria para que cambie.

¿No sería más sencillo advertir a las autoridades y presionar socialmente para que estas prácticas tan insalubres que denuncia sean prohibidas?


Las autoridades están bajo la influencia de unos cuantos poderosísimos lobbies de la alimentación existentes en cada país y, en el caso europeo, centralizados sobre Bruselas. Dada la actual y larguísima situación de debilidad económica, los grupos políticos actúan preferentemente a favor de la industria para promover la actividad de negocio y la creación de puestos de trabajo. La laxitud en torno a la inmensa lista de aditivos legales es un buen ejemplo de lo que digo, así como la débil normativa de etiquetado o las alusiones a la salubridad de lo que consumimos. Las autoridades sólo harían algo si las asociaciones de consumidores lograran presionarles suficientemente.

Y en toda esta cadena de impunidad, ¿los grandes grupos de supermercados serían los responsables últimos?

Estas cadenas son quienes monopolizan la situación, sí. Son un puñado de firmas que dominan a miles de pequeños y medianos productores imponiéndoles constantemente la reducción de costes y, por tanto, de calidad, porque es su única manera de atraer consumidores: «¡Compre aquí a mejor precio!». Es matemáticamente imposible mejorar la calidad de lo que comemos cuando el único factor a tener en cuenta es el precio. Pero creo que el responsable último no es este monopolio, sino las autoridades que lo permiten. Las cadenas comerciales buscan el beneficio, mientras que los gobiernos debieran ocuparse de proteger al ciudadano.

Explíqueme entonces, ¿por qué recomienda en su libro elegir las grandes marcas?

Quiero decir que lo mejor es elegir las marcas más valoradas en lugar de las blancas de supermercado. No es un asunto ideológico, sino la conclusión de mi experiencia. He trabajado durante más de 20 años en la producción de ambas: marcas propias y las que estas mismas industrias fabrican para las cadenas de supermercados, productos etiquetados con otro nombre que quieren parecerse al líder de mercado, pero que les obligan a reducir costes, lo que redunda en una cualidad que en poco se parece al original.

¿Podría señalar el más increíble caso de fraude alimentario?

Difícil elegir uno, pero tal vez el fraude a gran escala de la miel haya sido el que más me siga sorprendiendo. Las asociaciones de consumidores saben por sus estudios. Yo, por mi experiencia. Y las autoridades, por sus investigaciones. El 30% de la miel que se vende en los supermercados es fraudulenta, está mezclada con azúcar, cuando no es falsa al 100%. El nivel de equipamiento y conocimiento científicos que los chinos emplean para producir miles de toneladas de miel es absolutamente increíble. Tuve que visitar una factoría china exportadora de miel y juro que su laboratorio estaba mejor equipado que el del más avanzado de los hospitales que puedas imaginar. Una visión terrorífica.

¿Podría explicarnos de forma convincente por qué es beneficioso comprar productos de proximidad, además de la razón obvia de reducir las emisiones de dióxido de carbono?

En países desarrollados, el nivel de calidad y seguridad de la producción es mucho mejor comparado con el de emergentes como China, India y otros. En Europa, los fabricantes no se arriesgan demasiado porque pueden ser multados y arruinar su reputación. No les compensa frente al margen de beneficios, mientras que en China, por ejemplo, están dispuestos a las peores prácticas, como demuestran todos los ejemplos descubiertos: recordemos el caso de la leche infantil al toque de melanina, que trascendió al mundo entero. Otra razón es que los productos locales necesitan menos química para su preservación que los tras*portados lejos y almacenados por largos períodos; además, son más frescos y proporcionan trabajo local.

¿Qué significa el término reciclaje en la jerga de la industria alimentaria?

Es el término empleado para el proceso de integrar producciones defectuosas en partidas nuevas sin perder costes. Cuando se dan cantidades no demasiado elevadas de producto caducado, podrido, contaminado por insectos o mal elaborado -los ejemplos son tan alarmantes que prefiero no especificar-, normalmente no se descarta, se recicla.

¿Y reenvasado?

Simplemente, cambiar la etiqueta por otra nueva, algo que suele hacerse para dar nueva vida a partidas de productos caducados. Es decir, una forma más de reciclar, mucho más común de lo imaginable y deseable, claro, y que pone en riesgo la salud del consumidor, sobre todo los más sensibles a reacciones alérgicas.

¿Y todo esto por qué? ¿Podré ir esta tarde al supermercado o más bien me dedicaré a tirar todo lo que tengo en la despensa?

Haría bien en revisar su despensa y, si va al supermercado, emplee el tiempo necesario en revisar y sospechar de las etiquetas, como si leyera entre líneas. Es tiempo que le gana a la vida y a la de su familia. Lo único que les interesa a los industriales y a las grandes superficies es su dinero; ¿acaso cree que les importa su felicidad, como dicen los anuncios?

¿Continúa siendo cómplice o a qué se dedica ahora?

No, ahora me dedico a la veterinaria, trabajamos por la salud de los animales domésticos empleando soluciones naturales.

¿Duerme mejor?

Definitivamente.

Ejemplos de timos alimentarios

1. Jamón a la carta


La fábrica recibe del matadero cajas de plástico repletas de jamones, bastante pequeños, que se someten a "una acelerada sesión de culturismo: una inyección intramuscular a presión que contiene polifosfatos, proteínas de sangre y gelificantes; azúcar, glutamato, aromas y humo líquido; ascorbato de sodio y nitrito". Cada industrial tiene su propio cóctel que duplica el tamaño del producto, luego se retira corteza y piel, se mete el jamón en unos moldes para su cocción, se les añade alrededor una capa regular de la grasa antes retirada y, voilà, tendremos el jamón de corte perfecto, las lonchas homogéneas que compramos envasadas en el supermercado, las de calidad. Las de pizzas, san jacobos, etc., sufren un proceso mucho más contaminante, la llamada "mantequera".

2. Queso azul

Otro de los ejemplos llamativos que recoge el libro ¡Cómo puedes comer eso! se refiere al queso azul de Auvernia o cualquier otro queso fundido. Receta: un 5% de queso de origen mezclado con agua, muchísima cantidad de agua, bloque de queso artificial (fabricado a base de leche termizada y extraída artificialmente), mantequilla, proteína láctea, nata, leche en polvo, fosfato trisódico, citrato de sodio y ácido cítrico. Y listo para untar. Si aún así el producto final resultara demasiado caro, el productor puede renunciar a la denominación oficial y, así, llegamos a ejemplos como el gratinado de queso cantal sin cantal o los raviolis con gruyer sin rastro de gruyer.

3. Té de Ceilán

Habían comprado una gran partida de té ecológico de Ceilán a muy buen precio, que por supuesto no venía de Ceilán, dato que nadie debía conocer. Eso no fue lo peor, sino que cuando sometieron las bolsitas a análisis, encontraron dosis de tiabendazol, pirimetanil, carbendazima y otros pesticidas. ¿Cómo era posible en un té ecológico, si el pesticida no cae del cielo? La clave, como suele suceder, estaba en el olor a limón: "Los aromas se producen normalmente a través de técnicas que concentran los contaminantes utilizados al mismo tiempo que las moléculas aromáticas, es decir, que las gotas de extracto natural estarán al tiempo atiborradas de pesticidas, fungicidas y moléculas de tratamiento del cultivo del limón".

4. Miel que no es miel

Las asociaciones de consumidores han estudiado, y las autoridades consienten, que el 30% de la miel que se vende en los supermercados sea fraudulenta: está mezclada con azúcar cuando no es falsa al 100%. "El nivel de equipamiento y conocimiento científicos que los chinos emplean para producir miles de toneladas de miel es absolutamente increíble. En cierta ocasión tuve que visitar una factoría china exportadora de miel y juro que su laboratorio estaba mejor equipado que el del más avanzado de los hospitales que puedas imaginar. Una visión terrorífica".

5. Caracoles de Borgoña

Los caracoles de Borgoña son criados en los alrededores de Chernóbil y pasados por una planta de "tras*formación" que se encuentra en Turquía. "Olí la fábrica mucho antes de verla", escribe Brusset en el libro.

En un patio de hormigón se apilaban montañas de más de tres metros de altura de conchas de caracol vacías, rodeadas de diversos insectos y, en los restos del intestino, gusanos blancos que se retorcían. Cuando el sol calcinaba los desechos sólidos y pútridos, las lavaban con sosa cáustica, las rellenaban con el caracol cocido y las enviaban con destino a Francia, donde les añadían una pizca de mantequilla con perejil. Con ese toque final, la etiqueta se convertía en absolutamente legal.

6. Las guindillas

-¿Qué son estos granos?

-"No son granos, es ocre. Tenemos 100 toneladas de guindilla troceada que almacenaron mal en el origen. Las ratas y los ratones se pusieron las botas. Además de varios cadáveres, hemos encontrado pelos y ocre por todas partes.

En menos de una hora encontré una empresa poco mirada que trituraba las guindillas junto a todos aquellos restos podridos de roedor". La operación de lavado no fue un caso aislado, se reciben con frecuencia lotes de especias procedentes de Turquía o de Egipto que contienen excrementos de pájaros; o lotes de pimienta de China o India con ocre de roedores, colillas y desechos varios que, toda vez triturados, tratados y diluidos se ajustaban perfectamente a la normativa.
 
Hay que ser muy gañán para comprarle comida a los chinos, lo más sano y alimenticio que llevará será probablemente esas cagarrutas de las ratas.

Saludos.
 
Muy interesante y necesario el artículo, gracias por compartir.

Yo me paso horas (vale, es una exageración) en el super.
Leo y releo las etiquetas, y muchas veces dejo el producto en su estante. Alguien dijo por ahí que lo que tenga más de tres o cuatro ingredientes muy natural no es.
Intento comer lo menos procesado posible, pero a veces por comodidad o vicio cae algo de comida sarama. ¡La carne -con sus nitritos, nitratos y nitrates- es débil!

Un saludo.
 
Lo que viene de China, de India y, me imagino, que lo que viene de emergentes y tercer mundo en general. Si las autoridades sanitarias aquí son permisivas las de allí son corruptas integrales al servicio de mercaderes sin escrúpulos. Lo de "los caracoles de Borgoña" criados en Chernobil, extraídos de su concha y secados entre gusanos en Turquía y añadido el pergil con mantequilla en Francia... tiene tela por mas que su consumo sea anecdótico por estos lares. El proceso de fabricación del jamón york que comen todos los niños, si es como asegura, sí es preocupante. Y la sospecha sobre los alimentos envasados que pueden contener parcialmente producto caducado "reciclado" puede generalizarse y extenderse entre los consumidores mas o menos informados que ya tienen la mosca tras la oreja por los muchos conocidos fraudes. La industria y los supermercados europeos deberían valorar la conveniencia de una seria trazabilidad de lo que importan, compran y venden. Y, mas importante aún, no sangrar al productor local para ampliar continuamente el margen de beneficios. Si no lo hacen, los canales alternativos de comercialización de productos locales que ya están en funcionamiento terminarán por mermar su cuota de mercado, como dice este señor. Que no se quejen luego.

Liibros como este deberían llegar hasta el mas despistado de los consumidores. Así se explica el estado de la salud pública.
 
Última edición:
Muy interesante y necesario el artículo, gracias por compartir.

Yo me paso horas (vale, es una exageración) en el super.
Leo y releo las etiquetas, y muchas veces dejo el producto en su estante. Alguien dijo por ahí que lo que tenga más de tres o cuatro ingredientes muy natural no es.
Intento comer lo menos procesado posible, pero a veces por comodidad o vicio cae algo de comida sarama. ¡La carne -con sus nitritos, nitratos y nitrates- es débil!

Un saludo.

Pues yo al revés que usted, desde que como menos procesados tardo menos en hacer la compra, al no comprar nada con harinas ni con azúcar me salto pasillos enteros del súper, es una gozada, por contra compro mas en mercado, pero tiro mucho de congelador para reducir visitas
 
Volver