«Cierro la panadería, pese a tener 1.200 clientes, por falta de personal cualificado»
MÓNICA TORRESNIGRÁN
NIGRÁN
Oscar Vázquez
La Flor de Nigrán se despide tras 35 años y en pleno auge del negocio
30 ago 2023. Actualizado a las 08:15 h.
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La Flor de Nigrán echa el cierre mañana. Se trata de una de las cinco panaderías con más solera del municipio, ya que abrió sus puertas hace 35 años en la rúa dos Pazos bajo la gestión de
Pablo Sanromán y
Luisa Pazó, sus fundadores. Su hija
Andrea, que con 16 ya les ayudaba en el reparto y desde hace más de veinte está al frente del negocio, ha tomado la decisión al toparse con un mal que comienza a ser endémico.
«Tengo que cerrar la panadería, pese a tener 1.200 clientes, por falta de personal cualificado y sobre todo, con ganas de trabajar», explica Andrea con la agridulce sensación de la inminente despedida. Aprendió el oficio en casa, al igual que su hermana Verónica, al frente de la panadería Vema, y, hasta que hace 24 años asumió el timón del negocio, «cuando todos eran hombres», pasó por todos los puestos para formarse y ayudar. Por eso, quizás, y al igual que su progenitora, destaca y lamenta más la «falta de ganas» de los posibles candidatos. Hace dos años que se dio cuenta de la factura que le estaba pasando la sobrecarga de trabajo de tanto tiempo. «Me vi al espejo y no me reconocía. Era absoluta saturación y tuve que empezar a replantearme la vida», explica.
Quiso delegar y ampliar la plantilla, pero fue misión imposible. «No había candidatos, al menos ninguno con ganas de trabajar o iniciativa y, cuando pasa eso, en vez de aliviar la carga, provocan más estrés», señala la empresaria. Así que tuvo que recortar servicios.
En mayo optó por dejar de hacer el reparto diario, por lo que la plantilla de catorce empleados pasó a la mitad, «pero aún así
la carga de trabajo ya hacía mella en su salud». «Siempre he sido emprendedora y trabajadora, pero me di cuenta de que había dejado de ser la persona que era. Estaba amargada y deprimida y se me iba la vida», afirma. El paso más difícil, recuerda, era decírselo a su progenitora, «era mi mayor preocupación porque ella siempre fue una luchadora y un ejemplo para mi». Una vez más, encontró en ella su mejor pilar. «Yo solo quiero que estés bien, es tu decisión y te voy a apoyar siempre», le dijo. Asegura Andrea que ese día comenzó a respirar de nuevo. «Soy consciente de que estoy dando una paso muy arriesgado, pero necesito empezar a asumir otro estilo de vida.
Dejo el negocio en pleno auge, pero no encontré más personal cualificado», dice.
Galicia necesita reclutar a miles de trabajadores
C. PORTEIRO
Se deshace en agradecimientos para su clientela pero, especialmente, con sus trabajadores, a quien les comunicó hace un mes el cierre.
«Que un empleado te diga que, si vuelves a abrir, puedes contar de nuevo con él y que te apoyen tras comunicarles una decisión así, cuando son los que se llevan la peor parte, es increíble. Mi mayor pena es por ellos», asegura esta mujer que sigue al pie del cañón.
El verano fue de vértigo, con colas casi a diario y más en domingo, porque también es pastelería y hacen empanadas. «Estoy
un poco triste porque fue un proyecto de toda la familia, pero por fin tranquila porque mi hija necesita descansar», apunta Luisa Pazó.
Andrea asume la despedida como un inicio. «Creo que cierro una etapa en la que he hecho un gran trabajo y quiero hacerlo con alegría y agradecimiento, por eso organizamos para todos una fiesta mañana. He de tomarme un tiempo sabático y luego decidiré qué hacer, lo primero es la salud y la familia», dice la empresaria que tiene pendiente hace años unas merecidas vacaciones. A partir de mañana, consumirán el pan de Vema.