En el caso que os ocupa lleváis demasiado tiempo besando el traserin a la mafia, tanto que ya arrastráis los bracitos.
Comandados hoy más que otros días para disimular la apertura de patas que ha pedido el mas a sus colegas...
Y no es cierto que el hombre siempre evolucione y más bien lo contrario. De las termas romanas ( agua caliente en casa) se pasó al 'agua va' ( otra clase de agua caliente) desde las ventanas.
Cuanto más aislamiento más involución.
Tienes bolas de cristal o algo para predecir que hay en mi subconsciente?
Eso de evolucionar calzando letras de más....
Las lenguas no evolucionan poniendo letras sino hablando y contrastando.
No se si conoces este artículo...si te apetece y lo quieres mirar creo que es muy interesante.
Un saludo Ana...
Albert
SOLÉ OLLÉ
Catedrático de Economía de laUniversitat de Barcelona. Licenciado en Ciencias
Económicas y Empresariales.
Máster en Hacienda Pública y Análisis Económica del
Instituto de Estudios Fiscales. Investigador del Institut
d’Economia de Barcelona (IEB).
Per què Catalunya no fracassaria - Col·lectiu Wilson
El debate sobre los costes y beneficios de una eventual independencia
de Catalunya se ha centrado hasta ahora en el efecto directo que esta tendría sobre los resultados económicos, ya sea sobre el comercio o las finanzas públicas.
No es el objetivo de este artículo aportar nuevos datos al respecto, por otro lado de sobras conocidos y debatidos.
En este artículo me centraré en un aspecto poco discutido hasta ahora: el porqué de la independencia, tal como señalaba Jordi Galí en un reciente artículo publicado en La Vanguardia.
Según mi parecer, la pregunta realmente relevante es:
¿conseguiría una Catalunya independiente hacer las cosas de una forma diferente a como se están haciendo ahora mismo en España?
Es tentador responder afirmativamente a esta pregunta argumentando que sería el dividendo fiscal obtenido por la independencia lo que lo permitiría. Lamentablemente, el dinero no lo es todo.
Lo que se requiere para que un país tenga éxito son unas instituciones democráticas que funcionen (que sean inclusivas, en los términos empleados por Daron Acemoglu y James Robinson en
su libro Why nations fail), es decir que impidan a los gobernantes llevar a cabo políticas dirigidas a los intereses de una pequeña élite. Según este libro,
esta es la condición necesaria para que el talento y la iniciativa emprendedora sean reconocidos y se pueda dar un crecimiento económico sostenido.
La Catalunya postindependencia necesitaría, pues, instituciones democráticas realmente representativas y políticos que rindieran cuentas de sus actos ante la ciudadanía.
En comparación con los otros argumentos a favor o en contra de la independencia, la respuesta a esta cuestión no es cuantificable. Aún así, me permito hacer algunas consideraciones. En primer lugar, tal como ha argumentado César Molinas, las instituciones democráticas españolas no son actualmente inclusivas, pues están controladas por una casta partidista dedicada a la búsqueda de rentas.
La epidemia de casos de corrupción y la muy documentada desafección de los ciudadanos respecto
de la clase política española son buena prueba de este hecho. La incapacidad del país de reconocer el talento e incentivar la actividad empresarial no están
desvinculadas de estos problemas.
Llegados a este punto, tengo que admitir que Catalunya no es totalmente ajena a esta problemática.
Después de todo, también aquí hemos tenido nuestros casos de corrupción y nuestros elefantes
blancos, y las instituciones políticas y el funcionamiento de los partidos no difiere mucho del resto de España. De todos modos, un vistazo a los datos demuestra que el fenómeno ha tenido aquí una intensidad inferior a la media. Por ejemplo, según datos de la Fundación Alternativas, Catalunya ocupa apenas la quinta posición por la cola en el ratio entre
casos de corrupción urbanística y número de municipios (con cinco casos por cada 100 municipios).
En la primera posición está Murcia (con 51 casos). A pesar de que las causas de este problema son variadas, hay una literatura que sugiere que el funcionamiento efectivo de las instituciones democráticas está muy relacionado con el nivel de cultura cívica o capital social (entendido como el nivel de confianza que impregna las relaciones económicas
y sociales en un determinado territorio).
Pues bien, la mayoría de variables que se puedan emplear para medir el capital social (indicador publicado por la Fundación BBVA, actitudes sobre la política, lectura de prensa, o asociacionismo) sitúan en Catalunya en las primeras posiciones.
Este es un claro motivo para el optimismo: Catalunya tiene una sociedad civil fuerte y esto tendría que asegurar un funcionamiento efectivo de las instituciones democráticas.
En segundo lugar, ante la argumentación avanzada hasta ahora se podría decir que el funcionamiento de las instituciones democráticas catalanas tampoco ha sido perfecto en los últimos años y que es difícil prever que pueda mejorar con la independencia.
Dejando a un lado el hecho de que la situación en el resto de España es claramente peor,
creo que hay una razón que explica esta situación.
El funcionamiento democrático de Catalunya no ha sido en los últimos años el de una democracia normal. La competencia política ha estado centrada en gran medida en el eje nacional. A pesar de que no podía ser de otra manera, dada la carencia de satisfacción con la autonomía y las demandas ciudadanas al respeto, esta situación ha tenido el efecto colateral de reducir la atención dedicada a otras cuestiones y de permitir que los gobernantes no hayan tenido que rendir cuentas por su gestión.
Durante todos estos años la culpa de todos los problemas era de Madrid y la gestión del Govern ha sido evaluada en términos de lo que se conseguía, ya sean competencias o dinero.
A pesar de que el problema afecta también a las otras comunidades (es el efecto general de la carencia de autonomía real), es más agudo en el caso catalán.
Por ejemplo, la falta de legitimidad del tratamiento fiscal al que se ha visto sometida Catalunya ha permitido que los diferentes gobiernos gastaran no en función de los recursos disponibles, sino de los recursos que se creía que Catalunya merecía o que eventualmente acabarían llegando un día u otro cuando España reconociera el agravio existente.
Con una Catalunya independiente, esta problemática se desvanecería inmediatamente, habría
más o menos dinero en la caja, pero los gobernantes no podrían ignorar la realidad económica argumentando que el dinero necesario caería del cielo en el futuro. En una situación como esta, la culpa ya no sería de los otros y se tendrían que rendir
cuentas por la gestión realizada.
Como decía Vicens Vives, Catalunya la han hecho los catalanes. Ha superado momentos difíciles
en su historia gracias a la fuerza de su sociedad civil. En el caso de una hipotética independencia, la combinación de esta fuerza y del conocimiento de que el futuro estaría ya solo en las manos de los catalanes hace pensar que Catalunya no fracasaría