En 535 es dudoso que los vestigios del sacerdocio egipcio en Fila tuvieran mucho conocimiento de la escritura jeroglífica. El último testimonio de jeroglífico, precisamente en esa isla, data de 394, y por supuesto venía acompañado por la versión en demótico (cuya última inscripción data de 452), como venía pasando desde siglos antes (por ejemplo la Piedra de Roseta) porque ni Doraemon sabía ya jeroglífico, y aunque quedara muy bien en los monumentos, la intención publicitaria exige que al menos la gente culta sepa leer lo que pone.
Y fue la evolución local de la lengua egipcia, el copto, la que suplantó al jeroglífico y el demótico, no las prohibiciones imperiales. Egipto fue una de las tierras más cristianizadas, precisamente porque las decadentes supersticiones locales ya sólo convencían a los más mónguers del lugar en época tardorromana.