Octubre_borrado
Guest
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Veo que os lo estáis pasando pipa.
La guerra de sexos es un tema sin fin. No veo que lo podamos finiquitar nunca. Nos necesitamos las unas a los otros ¡¡¡y eso nos jorobaeeee!!!
Además es tremendamente socorrido poder decir "Ya sabes, ¡hombres!" y te evita explicar que él dijo que pondría el parquet en el suelo ese sábado y que tú te irías con los niños por ahí a pasar el día, y después de perseguir acondroplásicos por el parque, salvarlos de meter la cabeza en la boca del mayor cortesanazo que encontrasteis, cambiarle los pañales al pequeño en el banco, llevártelos a comer a un sitio infame, arrastrarte a ver un festival de payasos callejeros por la tarde, comprar un polo, comprar otro polo porque el primero se le cayó nada más abrir el papel, subirlos a los caballitos donde vomitaron la comida infame y el polo y volver a casa con los pies en carne viva y el ánimo en carne muerta pensando que todavía hay que bañarlos y darles la cena pero que por lo menos el parquet ya estará colocado y toda la paliza habrá valido la pena, te encuentres con que el padre de las criaturas sólo ha puesto el zócalo en todo el día, eso sí, un zócalo impacable, ya puede haber un terremoto, un tsunami y otro terremoto para rematar que ese zócalo no se mueve un milímetro, ¡y recto! vamos, eso es rectitud y no lo de fray escoba. Y encima él te dice que lo peor ya está hecho, que mañana te lleves a los niños porque acaba de poner el parquet.
Pues eso, explicas la historia dice ¡Hombres! y todas las mujeres nos sonreímos, asentimos y comprendemos.
Esta historia es verídica. No me sucedió a mí pero la viví en segunda persona porque la que se llevó a los acondroplásicos a pasar el día fuera es una de mis mejores amigas y yo decidí solidarizarme con ella y alegremente me sumé junto con mi hijo a la aventura.
La guerra de sexos es un tema sin fin. No veo que lo podamos finiquitar nunca. Nos necesitamos las unas a los otros ¡¡¡y eso nos jorobaeeee!!!
Además es tremendamente socorrido poder decir "Ya sabes, ¡hombres!" y te evita explicar que él dijo que pondría el parquet en el suelo ese sábado y que tú te irías con los niños por ahí a pasar el día, y después de perseguir acondroplásicos por el parque, salvarlos de meter la cabeza en la boca del mayor cortesanazo que encontrasteis, cambiarle los pañales al pequeño en el banco, llevártelos a comer a un sitio infame, arrastrarte a ver un festival de payasos callejeros por la tarde, comprar un polo, comprar otro polo porque el primero se le cayó nada más abrir el papel, subirlos a los caballitos donde vomitaron la comida infame y el polo y volver a casa con los pies en carne viva y el ánimo en carne muerta pensando que todavía hay que bañarlos y darles la cena pero que por lo menos el parquet ya estará colocado y toda la paliza habrá valido la pena, te encuentres con que el padre de las criaturas sólo ha puesto el zócalo en todo el día, eso sí, un zócalo impacable, ya puede haber un terremoto, un tsunami y otro terremoto para rematar que ese zócalo no se mueve un milímetro, ¡y recto! vamos, eso es rectitud y no lo de fray escoba. Y encima él te dice que lo peor ya está hecho, que mañana te lleves a los niños porque acaba de poner el parquet.
Pues eso, explicas la historia dice ¡Hombres! y todas las mujeres nos sonreímos, asentimos y comprendemos.
Esta historia es verídica. No me sucedió a mí pero la viví en segunda persona porque la que se llevó a los acondroplásicos a pasar el día fuera es una de mis mejores amigas y yo decidí solidarizarme con ella y alegremente me sumé junto con mi hijo a la aventura.