1930 en el campo (Spoiler: Se vivía de querida progenitora)

Mi familia materna proviene del rural gallego.

Seamos claros: la vida en una aldea gallega en tiempos de postguerra era dura de huevones. En un tiempo donde caían nevadas tremendas, no había calefacción más que el hogar, no había atención médica casi de ningún tipo, y para todas las diversas dolencias, enfermedades, accidentes, tenía que valer el remedio casero, porque no llegaban las carreteras y el médico tardaba días en llegar a la aldea subido a un mulo o un burro... Imaginadlo.

Sí, mis abuelos tenían tierras, gallinas, cerdos, vacas. Pero su comida diaria era caldo, patatas y verduras, con un trozo de tocino para darle gusto. El pan, de maíz o de centeno, que el pan blanco era un lujo asiático. Achicoria en vez de café, y el azúcar contado. La tortilla, en días de fiesta; la carne, un lechón para un año con 14 personas comiendo en casa; sí, pollos de vez en cuando, si la cosecha de maíz había sido provechosa y había suficiente para alimentarlos, y así con todo. Los bemoles, los cerdos, los pollos, los terneros, había que venderlos para comprar zapatos, abrigos, libros para el colegio, medicamentos, etc. Mi progenitora iba con las vacas a llevarlas a pastar con un trozo de pan, y si había hambre, a apretar la ubre de la vaca y sacar un chorreón de leche directo a la boca. No había más.

Ahora, con todas sus miserias y carencias, que con el fin de la posguerra se fueron apaciguando, vivían en un entorno sano, cohesionado, lleno de juventud y muy vivaz. Había bailes, romerías, fiestas. Pero no había sitio para todos. Mi abuela tuvo que ir empujando a sus hijos uno a uno fuera del nido, para que se buscaran la vida. No había otro remedio.

¿Era mejor esa vida a la ciudad de hoy? Lo que es seguro es que era más cercano a nuestra esencia humana. Mi progenitora lo recuerda como una época muy feliz. Si nos quedamos en facilidad, por supuesto que la vida moderna gana por goleada, pero antes con la tierra era suficiente para malvivir. Hoy en día, estudiando una carrera, apenas te da para pagarte el techo de una gran ciudad y un roñoso patinete eléctrico, si no sube más la luz. Y peor se va a poner. Así que el campo se perfila hoy en día como un pequeño reducto de libertad y espacio, teñido de un aura de romanticismo. Pero sin ningún ingreso, de cualquier tipo, hoy en día no se puede vivir en el campo.
 
Esto era, hace 6 meses, un corral de borregos.

Igualito que los nichos que venden a precio de oro en las ciudades.

El que sigue despreciando la Vida Rural es como el astuta y las uvas a las cuales no llegaba.

012161fbb011854dc4a354ad118d2bcf.jpg
87e0d2d607e99240007f153e95d190cb.jpg
8200d83be87212294b5fd9c5d2e7b96b.jpg
c7533015141da3dbb3e5763b540b3409.jpg


Enviado desde mi OLIVETTI LINEA-98
 
Pero que me estas cuentando?

Que los animalicos de la granja se pillan puentes, un mes de vacaciones en agosto y los fines de semana se levantan a las 10? roto2
Cuando se entere que hay riego por goteo programable, comederos y bebederos automáticos para los animales alucinará entonces.

DJI tiene un modelo de dron para controlar el estado de crecimiento de su cosecha.

¿Vd. ha visto llegar a "pueblerinos con la maleta atada" a su estación de tren estos últimos 30 años?


Enviado desde mi OLIVETTI LINEA-98
 
Vivir del campo es un sufrimiento. Cualquier evento climatológico da al traste con tus previsiones. Los precios están altos cuando hay poca cosecha y bajos cuando es abundante. Hace un frío que pela en la madrugada de invierno cuando vas al campo y hace un calor agobiante cuando vas a regar en julio. Coger el fruto, acarrearlo al punto de recogida, subirlo al camión, te deja las lumbares arregladas para tu madurez.
Como segundo trabajo, pues bien. Pero para vivir del campo te hace falta mecanización, unas cuantas hectáreas, tierras llanas, fértiles y sobre todo agua.
 
Que los vecinos se metieran en tu vida, sí, puede resultarnos un ******, pero era parte de lo que hacía al pueblo un pueblo. La gente se conocía, la gente regulaba el comportamiento de los demás para bien y para mal, y la gente se cortaba de hacer lo que le daba la gana porque existía la vergüenza, el honor de la familia, y el buen nombre, esas cosas que el anonimato de la ciudad nos quitó, y nos hizo más huraños, más solitarios y más maniáticos.
 
Mi familia materna proviene del rural gallego.

Seamos claros: la vida en una aldea gallega en tiempos de postguerra era dura de huevones. En un tiempo donde caían nevadas tremendas, no había calefacción más que el hogar, no había atención médica casi de ningún tipo, y para todas las diversas dolencias, enfermedades, accidentes, tenía que valer el remedio casero, porque no llegaban las carreteras y el médico tardaba días en llegar a la aldea subido a un mulo o un burro... Imaginadlo.

Sí, mis abuelos tenían tierras, gallinas, cerdos, vacas. Pero su comida diaria era caldo, patatas y verduras, con un trozo de tocino para darle gusto. El pan, de maíz o de centeno, que el pan blanco era un lujo asiático. Achicoria en vez de café, y el azúcar contado. La tortilla, en días de fiesta; la carne, un lechón para un año con 14 personas comiendo en casa; sí, pollos de vez en cuando, si la cosecha de maíz había sido provechosa y había suficiente para alimentarlos, y así con todo. Los bemoles, los cerdos, los pollos, los terneros, había que venderlos para comprar zapatos, abrigos, libros para el colegio, medicamentos, etc. Mi progenitora iba con las vacas a llevarlas a pastar con un trozo de pan, y si había hambre, a apretar la ubre de la vaca y sacar un chorreón de leche directo a la boca. No había más.

Ahora, con todas sus miserias y carencias, que con el fin de la posguerra se fueron apaciguando, vivían en un entorno sano, cohesionado, lleno de juventud y muy vivaz. Había bailes, romerías, fiestas. Pero no había sitio para todos. Mi abuela tuvo que ir empujando a sus hijos uno a uno fuera del nido, para que se buscaran la vida. No había otro remedio.

¿Era mejor esa vida a la ciudad de hoy? Lo que es seguro es que era más cercano a nuestra esencia humana. Mi progenitora lo recuerda como una época muy feliz. Si nos quedamos en facilidad, por supuesto que la vida moderna gana por goleada, pero antes con la tierra era suficiente para malvivir. Hoy en día, estudiando una carrera, apenas te da para pagarte el techo de una gran ciudad y un roñoso patinete eléctrico, si no sube más la luz. Y peor se va a poner. Así que el campo se perfila hoy en día como un pequeño reducto de libertad y espacio, teñido de un aura de romanticismo. Pero sin ningún ingreso, de cualquier tipo, hoy en día no se puede vivir en el campo.
Si el del patinete se conformara con la mitad de herencia que le toca, a lo mejor podia pagar techo.

Queremos que el zulo de los papis valga una fortuna, pero que el nuestro sea barato.

Todo no puede ser.
 
Un par de ideas
La idílica vida en pueblo pequeño


La idílica vida en Irlanda rural


Vivimos mejor que antes, pero para vivir en un pueblo hay que ser tú mujer y tú de allí.
O cómo muchos románticos de lo rural, ser gente que vive sola con las cabras, va los domingos a ver el Madrid en el bar del pueblo y el tema de conversación es la recogida de aceitunas o calabacine

escuchad la entrevista a halcón viajes, como se fueron de Salamanca a Suiza, pobres
O cómo montaron los buses Salamanca Suiza y los llenaban con lugareños
Y en base a alquilar un avión a Avianca, empezó la empresa

Supongo que no era tan chulo vivir en un pueblo de Salamanca
 
Hoy en día con la maquinaria actual puede ser muy cómodo. Tiene sus momentos de estrés. Siembra, recogida. Luego está el tema de los animales que puede ser algo más absorbente.
Pero creo que se trabaja menos.
Cierto es que la vida en la ciudad está idealizada. Y la vida en el campo también. Pero no, ni mucho menos es tan duro.
 
Pero que me estas cuentando?

Que los animalicos de la granja se pillan puentes, un mes de vacaciones en agosto y los fines de semana se levantan a las 10? roto2
El día más feliz de un amigo, cuando vendió los 300 guarros. Ya no tenía que caparlos
 
Mi familia materna proviene del rural gallego.

Seamos claros: la vida en una aldea gallega en tiempos de postguerra era dura de huevones. En un tiempo donde caían nevadas tremendas, no había calefacción más que el hogar, no había atención médica casi de ningún tipo, y para todas las diversas dolencias, enfermedades, accidentes, tenía que valer el remedio casero, porque no llegaban las carreteras y el médico tardaba días en llegar a la aldea subido a un mulo o un burro... Imaginadlo.

Sí, mis abuelos tenían tierras, gallinas, cerdos, vacas. Pero su comida diaria era caldo, patatas y verduras, con un trozo de tocino para darle gusto. El pan, de maíz o de centeno, que el pan blanco era un lujo asiático. Achicoria en vez de café, y el azúcar contado. La tortilla, en días de fiesta; la carne, un lechón para un año con 14 personas comiendo en casa; sí, pollos de vez en cuando, si la cosecha de maíz había sido provechosa y había suficiente para alimentarlos, y así con todo. Los bemoles, los cerdos, los pollos, los terneros, había que venderlos para comprar zapatos, abrigos, libros para el colegio, medicamentos, etc. Mi progenitora iba con las vacas a llevarlas a pastar con un trozo de pan, y si había hambre, a apretar la ubre de la vaca y sacar un chorreón de leche directo a la boca. No había más.

Ahora, con todas sus miserias y carencias, que con el fin de la posguerra se fueron apaciguando, vivían en un entorno sano, cohesionado, lleno de juventud y muy vivaz. Había bailes, romerías, fiestas. Pero no había sitio para todos. Mi abuela tuvo que ir empujando a sus hijos uno a uno fuera del nido, para que se buscaran la vida. No había otro remedio.

¿Era mejor esa vida a la ciudad de hoy? Lo que es seguro es que era más cercano a nuestra esencia humana. Mi progenitora lo recuerda como una época muy feliz. Si nos quedamos en facilidad, por supuesto que la vida moderna gana por goleada, pero antes con la tierra era suficiente para malvivir. Hoy en día, estudiando una carrera, apenas te da para pagarte el techo de una gran ciudad y un roñoso patinete eléctrico, si no sube más la luz. Y peor se va a poner. Así que el campo se perfila hoy en día como un pequeño reducto de libertad y espacio, teñido de un aura de romanticismo. Pero sin ningún ingreso, de cualquier tipo, hoy en día no se puede vivir en el campo.

Por lo que me han contado, se ve que depende mucho de la zona. Mi familia materna estaba a pocas horas de Orense (30 km) y la vida era dura, pero con el minifundio y trabajos esporádicos (ir una temporada a la ciudad, carpinteros, herreros... no digamos el que supiera de electricidad o montar una gramola y unos altavoces) se vivía "bien", aunque también estamos hablando de cómo lo cuenta gente que vivió la prosperidad de los 50, 60 a los 80 y 90. Pero en general a mi me contaban que a la ciudad iban los que se quedaban sin nada en el campo, y que a veces salía bien y otras mal. A partir de los 50 en cambio todo el mundo emigra a la ciudad porque pasamos a un contexto más de "dinero o fin", más consumismo pero el Estado también se vuelve "consumista" de impuestos. Lo mismo si la señora de 90 años que conoció todo aquello de golpe tuviera 20 y se tuviera que buscar la vida en 2023 decía que en el rural de la posguerra buscarse la vida era más "facil", que no menos dura ni sencilla.
 
Volver