Mi joven profesora de yoga me ha enviado un wasap con instrucciones para hacer unos ejercicios.
Tuve que empezar a buscar algo para recuperar el dolor de cintura que arrastro, causado por empeñarme en trabajar como si tuviera veinte años menos.
Y la cosa fué a peor, delante de aquella pizpireta profesora, uno que tiene su orgullo guerrero pretendió alardear de flexible, hasta que algo hizo de nuevo crack a una profundidad inesperada.
Salí de su casa mintiendo y con la cabeza alta, y el corazón herido, como nunca pensé que volvería a pasarme, como hace veinte años con mi querida francesita.
No cumpláis cuarenta años, amigos míos, y si no podéis evitarlo, no miréis a las muchachas frescas, tal vez alguna os sorprenda con una risa musical, un gesto inocente, o al esquivar vuestra mirada cuando hablando de sí misma algo de tristeza muestre su espíritu.
Y estaréis perdidos, no será posible engañarse más tiempo, y sabréis que sin remedio estáis enamorados.