Eso que digo no es gratuito, es la conclusión que recoge
Erving Goffman, uno de los sociólogos más importantes del S.XX, padre de la
microsociología, en su estudio
Estigma, un librito pequeño y de lectura fácil pero clarificador sobre el efecto social de las etiquetas en la vida de las personas. Es a partir de ese libro que comenzamos a hablar de
estigmas para referirnos a cosas que marcan en el simbólico social. Él es quien trae esa palabra religiosa al vocabulario popular. Pero trae también otras como
victimario. También el propio concepto de simbólico social. Su obre más representativa es
La presentación de la persona en la vida cotidiana.
Las etiquetas puede ayudar a las personas en determinados contextos no hostiles, pero en un contexto hostil un diagnostico psiquiátrico es su pasaporte a la indigencia y es una carta blanca de impunidad para sus abusadores que sin duda se presentarán como víctimas. Esto yo lo he vivido.
Entre los grandes logros recientes de la maravillosa ciencia de la Psiquiatría -ahora de forma eufemística Neurociencia- está por ejemplo el haber hecho de la infancia un trastorno a través del
trastorno por déficit de atención. Hoy ya eso no se diagnostica. La etiqueta hizo estragos. En la década 2005/2015 nos encontramos a países como Holanda con un 30% de niños etiquetados y sometidos a fuertes tratamientos con anfetaminas. Barbarie.
Ese libro de Goffman y también
Historia de la Locura en la Época Clásica de
Foucault son dos textos que salvan vidas. Porque el contexto sociofamiliar de las personas puede conducir perfectamente a un desequilibrio afectivo, pero la solución no es poner una etiqueta estigmatizante o un tratamiento con terribles efectos secundarios a esa persona, sino tratar y enseñar a la persona a protegerse en ese contexto en la medida de lo posible o bien tratarlos a todos desde una terapia familiar, si es que se prestan a ello.
Conozco casos de desintegración familiar en los que una etiqueta ha conducido al suicidio de esa persona, también otros en los que ha conducido a la indigencia y yo mismo he estado cerca de pasar por ello. Hay lecturas que salvan vidas.