̷p̷ɔ̷d̷n̷ ̷nike
sencillaco Premium Deluxe - Desde 2009 dando por ojo ciego
Quinto gregario de Indurain muerto antes de los 60 años | ciclismo2005
Sucedió en la primera quincena de agosto de 2018. Había acabado el Tour y no hay mucha competición en ese periodo, salvo la Vuelta a San Sebastián -que este año no se disputará, tras haber sido ganada por un juvenil-. y la Vuelta a Burgos, convertida por el el bichito-19 en el nuevo papel higiénico de los equipos profesionales.
Son vacaciones para este blog, pero por entonces todavía tenía Twitter. Como no iba a escribir un post, twitteé “Con Armand de las Cuevas ya son cinco los gregarios de Indurain fallecidos antes de los 55 años“. Se sucedieron las coñas por haberme equivocado en el número, y también los insultos y descalificaciones, algunos de ellos desde cuentas ad hoc ideadas únicamente para eso.
Otras, como la de la foca Jon Rivas, se reían también del número, porque un experto en batallitas jamás valdrá para nada más que para cuentos de niños. Dos años después Indurain puede decir con orgullo que cinco de sus gregarios no han llegado a los sesenta años.
Cicatriz, grupo mítico del punk radical vasco
Hace dos días se supo que había muerto Fabrice Philipot, el ciclista francés fichado por Banesto en 1991 y alineado en el Tour de ese año, y también en el Giro y el Tour del año siguiente, que todo el mundo sabe cómo acabaron. La noticia se publicó discretamente en un medio local de su pueblo, sin mención alguna a ninguna enfermedad ni patología previa, ni siquiera con esos eufemismos de “tras una larga enfermedad” -cáncer- “una vida de lucha” -pobre-, o alusiones leves a su cordura o una reciente ruptura -suicidio-, que es cómo se manejan habitualmente los medios de comunicación en esos trances.
En la nota de L´Equipe, el periódico que más espacio dedica al ciclismo, y especialmente si el ciclista es francés, tampoco hay mucho más: apenas una alusión a su “fuerte carácter” (traducido: hace mucho tiempo que se desvinculó del ambiente y ninguno teníamos ni fruta idea de dónde estaba, nos hemos enterado de casualidad), y el mismo tratamiento informativo que recibiría una comadreja.
La noticia de la fin de Philipot no tendría mayor tras*cendencia de no ser porque es el quinto gregario de Indurain que muere a edad muy temprana. El primero fue Jiménez, olvidado en el imaginario colectivo como gregario del mejor deportista español de siempre, a pesar de que estuvo en la famosa concentración de Colorado, y el no-nato sexto Tour.
Arnaud, Campos Elíseos 1991
El segundo fue Dominique Arnaud, muerto el 20 de julio de 2016 a los 60 años, y que estuvo en el primer Tour de Indurain, ese donde se puede poner una cruz roja (o una lápida) sobre las caras de tres de sus ocho compañeros. Fue su último año de profesional entregado y central en la estructura de Echávarri y Unzue, porque también estuvo en el Tour de 1988.
El tercero fue De las Cuevas, que debutó con 21 años en el Reynolds de 1989, donde fue creciendo hasta convertirse en un piloto probador de las terapias que Sabino Padilla estaba aplicando a la plantilla del equipo, de ahí que lograse ser segundo en la contrarreloj de Luxemburgo, lugar mítico e imaginado del ciclismo español. Preguntémonos que reacción tendríamos si ese día hubiese ganado Bugno sacando 3´ a un gregario, y 3´41″ al tercer clasificado, Indurain.
Como su fin fue con agostidad y en una posesión francesa en el Índico, los medios de propaganda dijeron unívocamente “suicidio”. Seguro que porque lo investigaron a fondo, dentro de la praxis habitual. Que era “muy inestable”. O de “fuerte carácter”, como Philipot. Al hoyo, y Jon Rivas a escribir otro libro de gestas y de bocadillos pringosos de panceta en San Mamés (“He visto jugar a Iribar en San Mamés, a Zico en Maracaná y a Indurain subir el Mortirolo“).
De las Cuevas murió con 50 años y cumpliendo bien las leyes de la omertá, demostrando haber aprendido perfectamente las lecciones de Stephane Heulot, otro joven francés criado desde joven en la cuadra navarra, pero caído en desgracia por haber osado testificar en un tribunal que en el equipo en el que militó en 1993, 1994 y 1995 se dopaba con EPO, lo mismo que hizo su compatriota Thomas Davy durante el caso Festina (lean este vergonzoso artículo de Segurola, por ejemplo).
Banesto antes de Dani “Bici”
El cuarto fue Rodríguez Magro, gregario de Indurain en el Tour de 1991, que murió con 58 años dos meses después de De las Cuevas, dicen que por estar muy rellenito y llevar un estilo de vida poco saludable. En todo caso, todo aquel que osase relacionar algo diferente a esa causalidad de verdulería y periodismo deportivo era insultado. Como escribí en su momento en Twitter, “El siguiente en la lista, que no tardará mucho -los tres ya exitus lo han sido en los dos últimos años- seguro que aduce a la calvicie o la caspa como razón”
Y aquí hemos llegado, con el cadáver fresco de Fabrice Philipot. El quinto. Su historia es harto curiosa del tiempo que le tocó vivir. Pasó a profesionales con 23 años en el Toshiba, y el equipo lo llevó al Giro 88 que iba a ganar su superestrella Jeff Bernard: ganó tres etapas y abandonó por una caída, pero Philipot superó la etapa del Gavia y acabó su primera grande, en su primer año.
El Toshiba era una cueva del dopaje preEPO: como sucesores de La Vie Claire no tenían problemas en tener en plantilla a Kim Andersen, a gente como Madiot -del que Bruyneel dijo que lo vio picándose en vena en plena carrera, una práctica ya expuesta por Kimmage en su libro-, o a Andreas Kappes, alemán del Este siempre dispuesto a enseñar.
El poster
En su segundo año Philipot tuvo su mejor año: segundo en la Lieja, una etapa del Midi Libre, cuarto en Dauphiné, y mejor joven del Tour, a pesar de acabar en el puesto 24º, porque ese Tour es para muchos el mejor de la historia. El ciclismo francés, todavía pujante en esos años preEPO, tenía nueva estrella: de ahí que Le Miroir du cyclisme le dedicase el poster central, compartido por el otro lado con Indurain, del que acabaría siendo gregario.
Y esa condición de estrella fichó en 1990 por el recién creado Castorama, un equipo creado en torno a Fignon. El de las gafas abandonó en las primeras etapas, y se quedó como líder de un equipo con Riis, Rue, Pascal Simon o Luc Leblanc. Acabó 14º, un puesto muy digno para tener 25 años, pero por alguna razón en 1991 fichó por el Banesto. Será el “fuerte carácter”.
El equipo navarro siempre había hecho guiños a ciclistas franceses, y cuando se confirmó que Indurain estaba para intentar ganar el Tour a su séptima participación, afrancesaron aún más el conjunto para evitar ese tipo de problemas culturales vividos con Delgado en 1988. En el Tour de 1991 el Banesto salió con tres franceses (Arnaud, Bernard y Philipot).
Philipot lo hizo muy bien, era el antepenúltimo hombre de la montaña, antes de que pasasen Rondón y Bernard, porque Delgado siempre iba a su fruta bola (la “bicefalía”), pero ahora extraña que alguien tan joven y prometedor sacrificase su carrera tan joven y de manera tan anónima. En 1992 abandonó en la Vuelta en la etapa 12º, fue al Giro inmediatamente -acabó el 22º, tras quedarse haciendo el trabajo de los derrengados Fuchs y De las Cuevas-, y después al Tour.
¿Les parece raro hacer tres grandes en un año, siendo gregario de 26 años? No para la banda navarra, por entonces tan banda que tenían en plantilla a gente como Rubén Gorospe -una lesión en el Giro acabó con su carrera-, Lazpiur, Lukin, Uriarte, Prudencio y demás guano navarra. De ahí que los gregarios de Indurain en el Giro ganado también doblasen en el Tour.
Vamos que nos vamos
Un Tour donde ya se tomaba EPO “para recuperar” de manera más o menos extendida, y que quizás ayude a entender ese tipo de decisiones de calendario mucho mejor. Tras la jornada de descanso, la carrera afrontaba los Alpes en una edición en que no hubo Pirineos por haber salido de San Sebastián. De manera imprevista, el Banesto envió por delante a Delgado en una etapa de 267 km., justo antes de los tappones de Sestriere y Alpe D´Huez.
Con el segoviano iba Philipot, en fuga durante 150 km. porque había ido tras el primer ataque de Jaermann. Nadie entendió ese movimiento: Delgado perdió la etapa ante el suizo –dopado con EPO, y que sabía que no era el único-, Roche subió hasta el tercer puesto de la general tras haber ido gran parte de la etapa como líder virtual -iba con EPO, como se demostró en los papeles de Ferrara-, y habían quemado a Philipot.
Así pasó que al día siguiente, el de la tremenda exhibición de Chiappucci -que había desaparecido cinco horas durante el día de descanso, el mismo en el que Cubino abandonó porque a su médico Eufemiano Fuentes no le gustaron unos analísis- camino de Sestriere, Philipot abandonó. De la etapa, y del ciclismo. De las Cuevas lo haría al día siguiente, camino de Alpe D´Huez. No recuperaron bien.
Y digo que abandonó del ciclismo porque al año siguiente apenas disputó catorce días de competición en carreras muy menores, sin que haya tras*cendido enfermedad alguna, o caída, o algo. Tomen nota, porque pasa de disputar las tres grandes, con un desempeño ejemplar, a no hacer nada. Y justo en la temporada-gozne de la difusión masiva de la EPO, con la aparición del Mecair y los superequipos mecanizados, como el Clas. Tras un año en el Chazal donde deja de competir en marzo, cuelga la bici con 28 años.
Seguro que todo esto es casual -joven prometedor que apuntaba alto, al estilo de Delion o Frans Maasen, deja de obtener resultados-, al igual que es casual que tres de los siete gregarios de Indurain en su primer Tour hayan muerto antes de los sesenta años. Porque esto es ciclismo y las casualidades de este tipo siempre han pasado y seguirán pasando, su silencio de décadas se explica por “su fuerte carácter”.
***
El atletismo siempre estará peor que el ciclismo. Esta historia, por lo que supone, va a correr como la pólvora.
***
(Relacionado con lo anterior) Christian Coleman, campeón del mundo de 100 metros lisos en Doha 2019, se salta tres controles antidopaje en el arco de doce meses, a lo Lizzie Deignan. La sanción de dos años estaría asegurada, pero tratándose de un atleta de EE.UU y el supuesto sucesor de Usain Bolt probablemente no pase nada. No dejen de leer esta crónica.
Hecha.
Con.
Puntos.
Y.
Aparte que causa la risa. Hay gente que se cree Truman Capote.
***
¡Woah! (en granaíno: ozú) El Fundación Manuela empazaba fuerte: Chaves dice que su sueño es ganar el Tour de Francia. Va a ser que eso de la eterna sonrisa se debe al abuso de oxitocina, o que en letra pequeña del traspaso del GreenEdge a una fundación opaca de una provincia española hay médico famoso incluído. En todo caso, los australianos ya se han dado cuenta del timo y todo quedará como otra chapuza ciclista más.
***
Una moda pasajera de la Nueva Normalidad es la ampliación de espacio urbano para peatones y ciclistas en decrimento de los coches. En la #NarcoCiudad los taxistas dicen que les perjudica “mucho”. Pues os jorobais, porque que de la estación de tren esté a tomar por ojo ciego y sin tras*porte público a la puerta no decís nada.
***
***
Efectivamente, así es: El Imbatido, Balaverde y Piti
Sucedió en la primera quincena de agosto de 2018. Había acabado el Tour y no hay mucha competición en ese periodo, salvo la Vuelta a San Sebastián -que este año no se disputará, tras haber sido ganada por un juvenil-. y la Vuelta a Burgos, convertida por el el bichito-19 en el nuevo papel higiénico de los equipos profesionales.
Son vacaciones para este blog, pero por entonces todavía tenía Twitter. Como no iba a escribir un post, twitteé “Con Armand de las Cuevas ya son cinco los gregarios de Indurain fallecidos antes de los 55 años“. Se sucedieron las coñas por haberme equivocado en el número, y también los insultos y descalificaciones, algunos de ellos desde cuentas ad hoc ideadas únicamente para eso.
Otras, como la de la foca Jon Rivas, se reían también del número, porque un experto en batallitas jamás valdrá para nada más que para cuentos de niños. Dos años después Indurain puede decir con orgullo que cinco de sus gregarios no han llegado a los sesenta años.
Hace dos días se supo que había muerto Fabrice Philipot, el ciclista francés fichado por Banesto en 1991 y alineado en el Tour de ese año, y también en el Giro y el Tour del año siguiente, que todo el mundo sabe cómo acabaron. La noticia se publicó discretamente en un medio local de su pueblo, sin mención alguna a ninguna enfermedad ni patología previa, ni siquiera con esos eufemismos de “tras una larga enfermedad” -cáncer- “una vida de lucha” -pobre-, o alusiones leves a su cordura o una reciente ruptura -suicidio-, que es cómo se manejan habitualmente los medios de comunicación en esos trances.
En la nota de L´Equipe, el periódico que más espacio dedica al ciclismo, y especialmente si el ciclista es francés, tampoco hay mucho más: apenas una alusión a su “fuerte carácter” (traducido: hace mucho tiempo que se desvinculó del ambiente y ninguno teníamos ni fruta idea de dónde estaba, nos hemos enterado de casualidad), y el mismo tratamiento informativo que recibiría una comadreja.
La noticia de la fin de Philipot no tendría mayor tras*cendencia de no ser porque es el quinto gregario de Indurain que muere a edad muy temprana. El primero fue Jiménez, olvidado en el imaginario colectivo como gregario del mejor deportista español de siempre, a pesar de que estuvo en la famosa concentración de Colorado, y el no-nato sexto Tour.
El segundo fue Dominique Arnaud, muerto el 20 de julio de 2016 a los 60 años, y que estuvo en el primer Tour de Indurain, ese donde se puede poner una cruz roja (o una lápida) sobre las caras de tres de sus ocho compañeros. Fue su último año de profesional entregado y central en la estructura de Echávarri y Unzue, porque también estuvo en el Tour de 1988.
El tercero fue De las Cuevas, que debutó con 21 años en el Reynolds de 1989, donde fue creciendo hasta convertirse en un piloto probador de las terapias que Sabino Padilla estaba aplicando a la plantilla del equipo, de ahí que lograse ser segundo en la contrarreloj de Luxemburgo, lugar mítico e imaginado del ciclismo español. Preguntémonos que reacción tendríamos si ese día hubiese ganado Bugno sacando 3´ a un gregario, y 3´41″ al tercer clasificado, Indurain.
Como su fin fue con agostidad y en una posesión francesa en el Índico, los medios de propaganda dijeron unívocamente “suicidio”. Seguro que porque lo investigaron a fondo, dentro de la praxis habitual. Que era “muy inestable”. O de “fuerte carácter”, como Philipot. Al hoyo, y Jon Rivas a escribir otro libro de gestas y de bocadillos pringosos de panceta en San Mamés (“He visto jugar a Iribar en San Mamés, a Zico en Maracaná y a Indurain subir el Mortirolo“).
De las Cuevas murió con 50 años y cumpliendo bien las leyes de la omertá, demostrando haber aprendido perfectamente las lecciones de Stephane Heulot, otro joven francés criado desde joven en la cuadra navarra, pero caído en desgracia por haber osado testificar en un tribunal que en el equipo en el que militó en 1993, 1994 y 1995 se dopaba con EPO, lo mismo que hizo su compatriota Thomas Davy durante el caso Festina (lean este vergonzoso artículo de Segurola, por ejemplo).
El cuarto fue Rodríguez Magro, gregario de Indurain en el Tour de 1991, que murió con 58 años dos meses después de De las Cuevas, dicen que por estar muy rellenito y llevar un estilo de vida poco saludable. En todo caso, todo aquel que osase relacionar algo diferente a esa causalidad de verdulería y periodismo deportivo era insultado. Como escribí en su momento en Twitter, “El siguiente en la lista, que no tardará mucho -los tres ya exitus lo han sido en los dos últimos años- seguro que aduce a la calvicie o la caspa como razón”
Y aquí hemos llegado, con el cadáver fresco de Fabrice Philipot. El quinto. Su historia es harto curiosa del tiempo que le tocó vivir. Pasó a profesionales con 23 años en el Toshiba, y el equipo lo llevó al Giro 88 que iba a ganar su superestrella Jeff Bernard: ganó tres etapas y abandonó por una caída, pero Philipot superó la etapa del Gavia y acabó su primera grande, en su primer año.
El Toshiba era una cueva del dopaje preEPO: como sucesores de La Vie Claire no tenían problemas en tener en plantilla a Kim Andersen, a gente como Madiot -del que Bruyneel dijo que lo vio picándose en vena en plena carrera, una práctica ya expuesta por Kimmage en su libro-, o a Andreas Kappes, alemán del Este siempre dispuesto a enseñar.
En su segundo año Philipot tuvo su mejor año: segundo en la Lieja, una etapa del Midi Libre, cuarto en Dauphiné, y mejor joven del Tour, a pesar de acabar en el puesto 24º, porque ese Tour es para muchos el mejor de la historia. El ciclismo francés, todavía pujante en esos años preEPO, tenía nueva estrella: de ahí que Le Miroir du cyclisme le dedicase el poster central, compartido por el otro lado con Indurain, del que acabaría siendo gregario.
Y esa condición de estrella fichó en 1990 por el recién creado Castorama, un equipo creado en torno a Fignon. El de las gafas abandonó en las primeras etapas, y se quedó como líder de un equipo con Riis, Rue, Pascal Simon o Luc Leblanc. Acabó 14º, un puesto muy digno para tener 25 años, pero por alguna razón en 1991 fichó por el Banesto. Será el “fuerte carácter”.
El equipo navarro siempre había hecho guiños a ciclistas franceses, y cuando se confirmó que Indurain estaba para intentar ganar el Tour a su séptima participación, afrancesaron aún más el conjunto para evitar ese tipo de problemas culturales vividos con Delgado en 1988. En el Tour de 1991 el Banesto salió con tres franceses (Arnaud, Bernard y Philipot).
Philipot lo hizo muy bien, era el antepenúltimo hombre de la montaña, antes de que pasasen Rondón y Bernard, porque Delgado siempre iba a su fruta bola (la “bicefalía”), pero ahora extraña que alguien tan joven y prometedor sacrificase su carrera tan joven y de manera tan anónima. En 1992 abandonó en la Vuelta en la etapa 12º, fue al Giro inmediatamente -acabó el 22º, tras quedarse haciendo el trabajo de los derrengados Fuchs y De las Cuevas-, y después al Tour.
¿Les parece raro hacer tres grandes en un año, siendo gregario de 26 años? No para la banda navarra, por entonces tan banda que tenían en plantilla a gente como Rubén Gorospe -una lesión en el Giro acabó con su carrera-, Lazpiur, Lukin, Uriarte, Prudencio y demás guano navarra. De ahí que los gregarios de Indurain en el Giro ganado también doblasen en el Tour.
Un Tour donde ya se tomaba EPO “para recuperar” de manera más o menos extendida, y que quizás ayude a entender ese tipo de decisiones de calendario mucho mejor. Tras la jornada de descanso, la carrera afrontaba los Alpes en una edición en que no hubo Pirineos por haber salido de San Sebastián. De manera imprevista, el Banesto envió por delante a Delgado en una etapa de 267 km., justo antes de los tappones de Sestriere y Alpe D´Huez.
Con el segoviano iba Philipot, en fuga durante 150 km. porque había ido tras el primer ataque de Jaermann. Nadie entendió ese movimiento: Delgado perdió la etapa ante el suizo –dopado con EPO, y que sabía que no era el único-, Roche subió hasta el tercer puesto de la general tras haber ido gran parte de la etapa como líder virtual -iba con EPO, como se demostró en los papeles de Ferrara-, y habían quemado a Philipot.
Así pasó que al día siguiente, el de la tremenda exhibición de Chiappucci -que había desaparecido cinco horas durante el día de descanso, el mismo en el que Cubino abandonó porque a su médico Eufemiano Fuentes no le gustaron unos analísis- camino de Sestriere, Philipot abandonó. De la etapa, y del ciclismo. De las Cuevas lo haría al día siguiente, camino de Alpe D´Huez. No recuperaron bien.
Y digo que abandonó del ciclismo porque al año siguiente apenas disputó catorce días de competición en carreras muy menores, sin que haya tras*cendido enfermedad alguna, o caída, o algo. Tomen nota, porque pasa de disputar las tres grandes, con un desempeño ejemplar, a no hacer nada. Y justo en la temporada-gozne de la difusión masiva de la EPO, con la aparición del Mecair y los superequipos mecanizados, como el Clas. Tras un año en el Chazal donde deja de competir en marzo, cuelga la bici con 28 años.
Seguro que todo esto es casual -joven prometedor que apuntaba alto, al estilo de Delion o Frans Maasen, deja de obtener resultados-, al igual que es casual que tres de los siete gregarios de Indurain en su primer Tour hayan muerto antes de los sesenta años. Porque esto es ciclismo y las casualidades de este tipo siempre han pasado y seguirán pasando, su silencio de décadas se explica por “su fuerte carácter”.
***
El atletismo siempre estará peor que el ciclismo. Esta historia, por lo que supone, va a correr como la pólvora.
***
(Relacionado con lo anterior) Christian Coleman, campeón del mundo de 100 metros lisos en Doha 2019, se salta tres controles antidopaje en el arco de doce meses, a lo Lizzie Deignan. La sanción de dos años estaría asegurada, pero tratándose de un atleta de EE.UU y el supuesto sucesor de Usain Bolt probablemente no pase nada. No dejen de leer esta crónica.
Hecha.
Con.
Puntos.
Y.
Aparte que causa la risa. Hay gente que se cree Truman Capote.
***
¡Woah! (en granaíno: ozú) El Fundación Manuela empazaba fuerte: Chaves dice que su sueño es ganar el Tour de Francia. Va a ser que eso de la eterna sonrisa se debe al abuso de oxitocina, o que en letra pequeña del traspaso del GreenEdge a una fundación opaca de una provincia española hay médico famoso incluído. En todo caso, los australianos ya se han dado cuenta del timo y todo quedará como otra chapuza ciclista más.
***
Una moda pasajera de la Nueva Normalidad es la ampliación de espacio urbano para peatones y ciclistas en decrimento de los coches. En la #NarcoCiudad los taxistas dicen que les perjudica “mucho”. Pues os jorobais, porque que de la estación de tren esté a tomar por ojo ciego y sin tras*porte público a la puerta no decís nada.
***
***
Efectivamente, así es: El Imbatido, Balaverde y Piti