Un hombre cuya obra no estuvo a la altura de su autor, y no por su falta de nobleza y entrega a la misma, sino por falta de consideración de un aspecto fundamental que finalmente sería el que acabase con el propio Jose Antonio y la mismísima Falange. El gran error de José Antonio y sus camaradas fue defender el totalitarismo como forma de gobierno, pues siendo personas de altos y nobles ideales, a la sazón católicos y defensores de la fe cristiana, no tuvieron en cuenta una realidad aun mayor y mucho más noble que la suya y es que el mismo Dios que sembró la verdad y el amor en el corazón del hombre, le dió el libre albedrio para defenderlo.
El modelo corporativista, como todo modelo ideológico, en el laboratorio podía resultar perfecto pero en la realidad era inviable por que a la par que la verdad, en el corazón de los hombres también hay sembradas semillas de mentira, egoismo, repruebo y vanidad, y ningún hombre es ajeno a ello.
El «fascismo joseantoniano» estaba condenado a fin desde el mismo momento en que nació. Por lo demás, ya quisieran muchas ideologías actuales sacar brillo las suelas de los ideales que proclamara José Antonio.