Que hacemos con los parados de larga duracion ?

Aupa campeón, tiempo que no te leia, estabas muy moderadito pero ya has enseñado la patita, la verdad, me parto de risa mucho, no se si es por esa mala leche que te caracteriza o por las respuestas.

No es darwinismo, es eugenesis lo que viene, seleccionar a los mejores.

Vuelve Esparta, el ciudadano guerrero, esa elite y la agogé como sustituto de primaria y la Logse, con dos huevones.

Al cumplir los siete años, los niños espartanos abandonaban su casa y quedaban bajo la autoridad de un paidónomo, magistrado especializado que supervisaba la educación. Se integraban en una agelé, especie de unidad militar infantil, bajo el mando de un muchacho mayor, el irén (de diecinueve años cumplidos). Aprendían entonces a leer y a escribir (según Plutarco, este aspecto se reducía al mínimo indispensable), así como a cantar (principalmente las elegías de Tirteo, que servían como cantos de marcha). Pero lo esencial de su formación consistía en endurecerlos físicamente por medio de la lucha y el atletismo, y en aprender el manejo de las armas, a marchar en formación y, por encima de todo, a obedecer ciegamente a sus superiores y buscar siempre el bien de la ciudad. Plutarco lo expresa así: "Licurgo acostumbró a los ciudadanos a no saber vivir solos, a estar siempre, como las abejas, unidos por el bien público en torno a sus jefes" (Vida de Licurgo).

El Estado asume la tutela hasta los veinte años. Durante la infancia, todo el énfasis se pone en el rigor y la disciplina. Estos dos principios son la quinta esencia de lo espartano. A los niños se les corta el pelo al rape (más tarde, cuando sean efebos, lo llevarán largo y bien cuidado), van habitualmente descalzos y hacia los doce años sólo se les permite ya un himatión (manto de lana de una pieza) al año y ningún quitón (la habitual túnica corta, atada sobre los hombros). De hecho, la mayor parte del tiempo -en el gimnasio, en sus juegos- van desnudos y mugrientos, porque raramente se les permite bañarse. Las raciones de comida se reducen al mínimo imprescindible, lo que les obliga a robar si quieren evitar el hambre o así se lo manda su irén (y, de ser sorprendidos, se les castiga severamente no por el robo mismo, sino por su torpeza al cometerlo). Duermen en un lecho de cañas recogidas en el Eurotas, que deben cortar a mano ellos mismos, sin herramientas de ninguna clase. Pese a todo, los niños y jóvenes cuentan con servidores que les atienden, salvo durante la Krypteia. Al convertirse en efebos (hacia los quince años) se dejaban el cabello largo propio de los soldados, limpio y perfumado, en honor de la opinión atribuida a Licurgo, para quien la melena hacía a los guapos más apuestos y a los feos más temibles.

La esmerada atención que en Atenas y otras ciudades griegas se prodigaba a la educación retórica, en Esparta estaba orientada a formar en la máxima economía expresiva, hasta el punto de hacer proverbial la concisión espartana al hablar (laconismo). Se esperaba del joven que llegara a expresar sus ideas con solidez, pero de forma breve y mordaz, al tiempo que con gracia.

Toda la ciudad vela por la disciplina de los jóvenes. Cualquier ciudadano o compañero de más edad puede reñir a los niños o sancionarlos con castigos físicos: hacerles pasar hambre, morderles el pulgar, azotarlos, etc. Esta dureza, lejos de ser herencia de Licurgo, irá incrementándose a lo largo de los siglos de manera completamente inconexa con las auténticas necesidades militares de la ciudad. Así, durante la Pax Romana, cuando Esparta se ha convertido en un población sin importancia de la provincia de Acaya, las ceremonias a manera de novatadas en el santuario de Artemisa Ortia (combates rituales disputándose pilas de quesos colocados sobre los altares) se convierten en el sádico ritual de la dimastígosis, en la que a los niños, desnudos y al sol, se les flagela incluso hasta la fin, ante las ávidas miradas de los espectadores, venidos de toda Grecia.

Durante la adolescencia, se pone especial énfasis en el aidós ("pudor", "decencia"). En la primera edad adulta se insistirá de modo particular en la emulación y la competencia, principalmente para llegar a ser uno de los "Hippeis". A partir de los veinte años, los jóvenes espartanos siguen viviendo en un régimen de cuartel y forman los grupos de sfareis (jugadores de pelota).

Todo este entrenamiento hace de los espartanos los soldados más temidos de Grecia y figuran, probablemente, entre los mejores combatientes de la Antigüedad.

Para entrenar el físico, aparte de los castigos y prácticas comentadas con anterioridad, lo más frecuente era apalearlos. El lugar de apaleamiento se encontraba ubicado en un pequeño y agradable bosque -se encontraba un poco apartado- pero podía acceder a él cualquier ciudadano de Esparta. Aunque lo que se hacía en él no tenía ni una pizca de agradable. Lo primero que se hacía era escoger un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una cadena -en el tronco- y a ésta un palo. Lo que hacía el muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros lo apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía, picaba y desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de dolor había otro dos compañeros que se encargaban de levantarlo para que pudiesen seguir apaleándolo.

La finalidad de este ejercicio era, para el que apaleaban, aprender a aguantar y soportar mejor el dolor. Para los que golpeaban, era no detenerse ni vacilar en el ataque aún cuando se sentía el terrible dolor que estaba sufriendo el enemigo. Y en tercer y último lugar, los que sujetaban, la finalidad era que aunque viesen sufrir o incluso morir a sus compañeros en combate no vacilasen y continuasen con la misión que les había sido encomendada por sus superiores.

Esta practica no se realizaba como castigo, sino que se hacía de forma aleatoria entre los componentes del campamento. Aunque éste también era el castigo que recibían los muchachos a los cuales se les sorprendía robando.

Cuando el que estaba recibiendo el castigo tenía el cuerpo demacrado se le retiraba, pero a no ser que se encontrase muy herido no se le curaban las heridas. Había casos de jóvenes tan arrogantes que por no sucumbir al dolor y por no caer a los pies de sus compañeros preferían morir. Sus cuatro compañeros -los que apaleaban y los que sujetaban- no podían interrumpir la ceremonia, tan sólo podían aconsejar a su compañero que se soltase. Pero si este decidía no hacerlo se proseguía con la ceremonia hasta arrebatarle la vida.

Saludos



L a Eugenesia, es la cara amable del nazismo, y que me dejen de Wikimanipulaciones; es lo que hay.

Todo aquel que no conforme consigo mismo (el caso de Hitler, que tenía de ario lo que yo de cura), quiera exterminar en los demás, lo que no sabe exterminar en si mismo, o exterminarse del todo, merece ser linchado o ahorcado, pra cabrón.

:D

A mi, particularmente, Esparta y los espartanos, me la pelan; dejemos de mirar al pasado y lidiar con lo que hay: miles de nazis, con disfraz de liberales,brokers farloperos, o ecónomos adictos a la escuela austriaca (la cosa se gesta en Austria, que cosas), que deben ser linchados, para que Darwin se quede tranquilo en las alturas.


Aqui, ni viene Esparta ni palos; los que tengan título, estén en la treintena y anden en el paro obrero: que se pongan YA a currar en lo que encuentren, para seguir subsidiando a sus viejos. Las deudas, hay que pagarlas.

Y punto pelota.

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Yo liberalizaría el mercado del todo. Es decir, que los parados de larga duración pudieran ir a las empresas y expropiar todo lo que éstas han robado desde su creación. Y si el empresaurio se opone pues se soluciona la cosa eligiendo el arma del duelo:ostras, pedradas, navajazos, mordiscos, tiros...

Esto es la competencia real, en la que no hay reglas y cada uno lucha con lo que tiene a mano. La competencia que defendéis los "libegales" es muy curiosa, se basa en jugar con las que os beneficien a vosotros. Si tanto creeis en que la lucha por la supervivencia es necesaria para que sobrevivan los más aptos, dejar de reclamar policía y jueces, que en la selva el león no puede decirle a las cebras: oye, que no vale dar coces.

En España ya hay un precedente de lo que planteas. Lo intentó llevar a cabo una panda de gente de izquierdas de cosa entre los años 1934 y 1939. Les fue bastante mal, por cierto.
 
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