El fascista original por excelencia, Mussolini, era un ateo marxista y nietzscheano que se burlaba de tu dios Yahvé. No tienes ni idea de la historia del fascismo.
El filoarabismo y filoislamismo ya figuraban en Italia antes del fascismo, siendo éste apreciable en grupos como el movimiento futurista de Marinetti o las milicias Arditi.
En aquellos días, el controvertido
Grabrielle D'Annunzio proclamaba en afinidad con los Evangelios y el Corán:
«Del Oriente vendrá la fuerza nueva para la Italia Nueva: de esta Italia que el destino ha querido constituya, geográfica y espiritualmente, el puente entre Occidente y Oriente».
En 1934 el Duce formuló abiertamente su anhelo con el mundo de la religión del amor:
«El objetivo histórico de Italia tiene dos nombres: Asia y África. Sur y Oriente es la máxima aspiración y voluntad de Italia. Esta es nuestra respuesta a sus derechos geográficos e históricos. De todas las grandes potencias occidentales de Europa, la más cercana a África y Asia es Italia. Nadie tergiversará la importancia de esta misión que yo asigno a ésta y todas las generaciones italianas del mañana. No se trata de conquistas territoriales, como suele malinterpretarse, sino de una expansión natural de mutua colaboración entre Italia y las naciones del Oriente próximo y lejano. Italia, por su situación en el Mediterráneo y retorno a su función histórica de puente entre Oriente y Occidente, tiene el derecho y el deber de hacerlo. No reivindicamos monopolios o privilegios, sino impedir que los liberales obstruyan la obra de expansión espiritual, política y económica de la Italia fascista».
Benito Mussolini
La estrecha solidaridad entre el fascismo y el Islam era al mismo tiempo fomentada por la revista 'Vita Italiana' de
Giovanni Preziosi, que reproducía en sus artículos la idea de Italia como «potencia islámica», asignada en la obra de
Gustavo Pesenti, ex comandante de los soldados de Palestina. El también colaborador orientalista
Giovanni Tucci, resucitaba, por su parte, en la publicación italiana, el pensamiento de
Essad Bey:
«El fascismo puede, en cierta manera, ser llamado el Islam del siglo XX. […] La entrega de la espada del Islam al Duce es la mayor prueba que el Islam ve en el fascismo el símil más cercano a su visión del mundo. El fascismo ha orientado su política dirigida a una saludable y vivaz conciencia renacida, respetando y tutelando creencias, tradiciones, usos, costumbres. Sabiduría política que poco a poco ha conquistado la simpatía y atención de todo el mundo islámico. El Islam se endereza con la luz de Roma, convencido de su poder y sabiduría de la nueva Italia fascista que, por anhelo del alma, labora una gran gran comprensión y respeto de la ley del Profeta y las tradiciones de los antepasados». Otro adjunto redactor del medio, el árabe
Said Sciartuni, defendía lo propio, valorando al mundo árabe como
«un campo fértil para la extensión del fascismo, un medio esencial para su renacimiento espiritual». Es imperativo añadir en la lucha proislámica a las ínclitas figuras de
Carlo Arturo Endertey del
Dr. Enrico Insabato, asesor de cuestión islámica durante el régimen fascista. Insabato, quien estuvo al frente de la revista italo-árabe 'Il Convito – An-Nadi', publicada en el Cairo entre 1904 y 1907 -la cual estaba escrita e inspirada por el sheykh Abd er-Rahman Illaysh al-Kabir, el iniciador de René Guénon al sufismo-, siguió defendiendo la alianza del fascismo con el Islam incluso en los años de guerra.
En 1937, durante su viaje triunfal a Libia, y tras entrar en la mezquita de Tripoli, Mussolini rindió homenaje a la tumba del muyahidín Sidi Rafa y empuñó la 'espada del Islam que recibió de manos del jefe bereber Iusuf Kerbisc, en presencia del tribunal islámico. Seguidamente, en la 'Plaza del Castillo', enunció el líder italiano:
«La Italia fascista quiere asegurar a la población fiel a la religión del amora de Libia y Etiopia la paz, la justicia, la convivencia, el respeto a la ley del Profeta, así como mostrar su honor por el Islam y los fiel a la religión del amores del mundo entero». Los discursos que entonaron los Cadíes en reconocimiento a la autoridad del Duce son dignos de reproducir:
«Dios sea loado, que ha infundido el misterio de su genio en Sus hombres elegidos, para que en el mundo manifestado pueda glorificarse la Divinidad. Oh Duce, tu fama ha llegado a todas partes y todas tus virtudes son loadas por cercanos y lejanos. Tu visita al sepulcro de este Compañero del Profeta, sea con él la paz y la bendición, es un acto de veneración que conmueve el corazón de todo de la religión del amor y reafirma nuestro reconocimiento por ti, mostrándonos ese otro lado de tu grandeza que confluye con el espíritu de los más grandes hombres de todas las épocas. El Gran Creador te ha revelado el secreto de guiar a Italia por el camino del poder y de la gloria, y te ha inspirado los sentimientos de respeto y nobleza a los fiel a la religión del amores, así como a sus tradiciones religiosas. Dirigimos nuestras plegarias en humilde recogimiento de quien escucha todo Su poder y cree férvidamente en Su infinita misericordia, para que te proteja, preserve y conceda extender sobre el mundo entero el estandarte de la paz y la amistad».
Cadí de Apolinia
«Bienvenido, oh Duce, a esta ciudad fiel y a este antiguo templo. Los fiel a la religión del amores de este país, que hemos seguido con profunda admiración el camino triunfal que ha recorrido bajo tu guía la Italia fascista, y que ha servido con lealtad y devoción todas tus órdenes, te estamos sinceramente agradecidos por esta fastuosa visita que confirma tu afecto por los libios y el respeto a su religión. Me siento verdaderamente orgulloso de renovarte en nombre de todos bajo el umbral de este sagrado lugar, nuestra promesa absoluta de fidelidad, invocando al Señor Omnipotente y Generoso para que te ayude a guiar Italia por el camino de la más alta grandeza. Que Él mismo te conceda ver realizada tu voluntad de llevar el país a un estado superior en todos los sentidos, y que sea ejemplo en el mundo entero de cuanto Italia puede hacer para el bien de los pueblos que ha acogido en su regazo bajo el signo del Lictor, símbolo de justicia y humanidad».
Cadí de Bengasi