El declinar de los casos en castellano
Por Felipe Perucho
En latín, en griego, en ruso y en otras lenguas los sustantivos, los adjetivos y los pronombres se declinan, es decir, adoptan una terminación diferente según la función sintáctica que desempeñan en la oración. Como es evidente, en español esto no ocurre. Sin embargo
, se conserva en nuestra lengua un curioso e incómodo vestigio de la declinación latina: los casos de los pronombres personales.
Si reflexionamos un momento nos daremos cuenta de que en algunas circunstancias utilizamos formas diferentes según el pronombre personal tenga, por ejemplo, función de sujeto (nominativo), de complemento directo (acusativo), de complemento indirecto (dativo) o lleve preposición. Fíjese en las siguientes frases:
- Él llegó en el tren de las cinco.
- Paco lo (le) recogió en la estación.
- Paco le (*lo) llevó las maletas.
- Ella llegó en el tren de las cinco.
- Paco la recogió en la estación.
- Paco le (*la) llevó las maletas.
Como puede comprobar, lo único que diferencia a las formas
él,
lo y
le de la primera columna y
ella,
la y
le de la segunda es la función que realiza el pronombre en cada ejemplo, porque el significado léxico, el género y el número (es decir, los factores que en castellano suelen hacer cambiar de forma a una palabra) no varían. Queda, pues, claro, que se trata de una auténtica declinación.
Quedan, sin embargo, sin aclarar las formas entre paréntesis. Y aquí es donde viene el terror y la confusión. Como los hablantes del castellano no estamos acostumbrados a habérnoslas con declinaciones, con frecuencia confundimos unos casos con otros. Algunos hablantes parecen intentar buscar una lógica al sistema de los pronombres personales basada en el género, y por eso en frases como (c) emplean incorrectamente la forma
la, que consideran la única átona del femenino. Con parecido criterio otros simplifican el masculino, bien empleando
le para acusativo y dativo, bien utilizando
lo en ambos casos, ejemplificados en las frases (1) y (2). El problema es que cada región, e incluso cada grupo social, adopta una solución diferente, de manera que el uso de los pronombres átonos en castellano forma un complejísimo mosaico.
Y conste que olvido intencionadamente la forma neutra
lo y el alomorfo del indirecto
se, para evitar hacerme pesado. Mi intención no es dar una solución al asunto de laísmo, leísmo y loísmo, cosa que sería ridícula por mi parte e inútil en cualquier caso, sino simplemente señalar el origen de nuestras dudas:
conservamos dentro de nuestro sistema un residuo del antiguo sistema de casos del latín.