El México de los mexicas era el mayor centro de poder de la totalidad del continente norteamericano. Y el patrón católico es el de la conversión del alma. El problema no fue que la ciudad, el Reino y, después, el Estado independiente se acabaran llamando México (fue un término muy usado en tiempos de Nuestra Unidad, como el de Perú o el de las Indias); el problema es que estamos aplastados por un indigenismo satánico, anglosajón y socialista que se apropia de toda marca y la interpreta en su clave. Y ahí caen todos: "América" se reserva para un desmadejado proyecto bolivariano, "Iberia" para una payasada federal... y "México" para este fallido tanato-Estado masón. Quizá el último término por subvertir es el de "España", con el que no se atreven aún, quizá porque es el que reunía a todos, y que por ahora sigue funcionando como un sello de contención. Por eso lo quieren destruir.