Encontrábame ya en el poder como cuatriministro, y tras ver la práctica de las campañas llevadas por mi a cabo, era claro que el Reino necesitaba una gran reforma militar para no ser la comparsa de la Francia y el botín de la Gran Bretaña. Mas la cosa no era sencilla, ese estirado inglés de Keene ya había advertido de mi idea: "Los planes de Ensenada son llenar los cofres del rey y armar una marina poderosa"; aunque por suerte no confiaba demasiado en mi: "Ensenada no es capaz de poner en pie un marinero".
En parte tenía razón, ya que no pretendí llenar de rufianes mis barcos, sino una reforma total del país (económica, social) y así, por ende, llegar a la reforma de nuestros ejércitos. Para mejorar el comercio, desarrollé el Canal de Castilla al estilo y manera de los canales franceses, y mejoré el camino de Guadarrama para que el comercio de las dos Castillas creciera, con el consiguiente aumento de las gabelas. Así se llenaron los cofres de Nuestra Majestad.
Conociendo la superioridad de la Albión por el mar, concebí un plan que llevaría ocho años: construir más de cien barcos artillados. Mientras tanto, la paz a la espera y la guerra sorda, o sea, no entrar en combate con la Marina inglesa y mantener la alianza con la Francia. Y durante este período de rearme, aceptar el juego de esas naciones y olvidar el orgullo imperial, ser una España discreta y diplomática; tanto la diplomacia visible como aquella que se hace con métodos que Dios Nuestro Señor me perdonará haberlos usado, o eso espero.
Con la realización de mi Catastro, proseguí con el objetivo de llenar de oro las arcas reales. Cada uno debía pagar por lo que tenía, en la idea de que el Rey sólo será rico si lo son sus súbditos y estos contribuyen en proporción a su riqueza. Del mismo modo, creé el Real Giro, con la idea confesa de ser un banco para hacer pagos en el exterior, pero en verdad usado para financiar la red de espías y sobornos.
Así, ahora había dinero, pero no soldados, pues sólo había en el Reino ocho millones de habitantes. Devolví a los soldados al campo, para que cultivaran y procrearan. Y aún con dinero y soldados, nos faltaba la técnica naval para emular a los ingleses; recurrí a la red de espías para conseguir avances por toda Europa, y contraté a los mejores maestros, científicos y técnicos que había. Mi querido Jorge Juan consiguió infiltrarse en los astilleros londinenses de la Navy, incluso, consiguiendo un plano y una maqueta de un navío artillado, base para nuestras construcciones. Y a nuestros astilleros trajo a Rooth, Mullan, Bryant...
En 1752 ya atemorizábase la Gran Bretaña de nuestro desarrollo naval, más tras la promulgación de las nuevas Ordenanzas de la Marina. Solano y Enriqui espiaban en Europa el moderno arte de compactar metales; y los barcos se construían en El Ferrol, Cádiz, Cartagena y La Habana; había holandeses expertos en lonas y jarcias, maestros de construcción naval ingleses, italianos, irlandeses, maderas traídas del Báltico, acero sueco para el armamento...
Mi plan se había cumplido, si bien no teníamos una Armada lo bastante fuerte como para derrotar sola a la Gran Bretaña, era lo bastante fuerte como para que evitaran enfrentarse abiertamente a nosotros; y junto con la francesa, equilibrar las fuerzas en los Mares Océanos.
Escrito desde mi destierro en Medina del Campo, a 6 de julio de 1781.
(Fuente de la que saqué la información: El proyecto político del Marqués de la Ensenada; Prof. Dr. José Luis Gómez Urdáñez, Catedrático de Historia de la Universidad de La Rioja)
En parte tenía razón, ya que no pretendí llenar de rufianes mis barcos, sino una reforma total del país (económica, social) y así, por ende, llegar a la reforma de nuestros ejércitos. Para mejorar el comercio, desarrollé el Canal de Castilla al estilo y manera de los canales franceses, y mejoré el camino de Guadarrama para que el comercio de las dos Castillas creciera, con el consiguiente aumento de las gabelas. Así se llenaron los cofres de Nuestra Majestad.
Conociendo la superioridad de la Albión por el mar, concebí un plan que llevaría ocho años: construir más de cien barcos artillados. Mientras tanto, la paz a la espera y la guerra sorda, o sea, no entrar en combate con la Marina inglesa y mantener la alianza con la Francia. Y durante este período de rearme, aceptar el juego de esas naciones y olvidar el orgullo imperial, ser una España discreta y diplomática; tanto la diplomacia visible como aquella que se hace con métodos que Dios Nuestro Señor me perdonará haberlos usado, o eso espero.
Con la realización de mi Catastro, proseguí con el objetivo de llenar de oro las arcas reales. Cada uno debía pagar por lo que tenía, en la idea de que el Rey sólo será rico si lo son sus súbditos y estos contribuyen en proporción a su riqueza. Del mismo modo, creé el Real Giro, con la idea confesa de ser un banco para hacer pagos en el exterior, pero en verdad usado para financiar la red de espías y sobornos.
Así, ahora había dinero, pero no soldados, pues sólo había en el Reino ocho millones de habitantes. Devolví a los soldados al campo, para que cultivaran y procrearan. Y aún con dinero y soldados, nos faltaba la técnica naval para emular a los ingleses; recurrí a la red de espías para conseguir avances por toda Europa, y contraté a los mejores maestros, científicos y técnicos que había. Mi querido Jorge Juan consiguió infiltrarse en los astilleros londinenses de la Navy, incluso, consiguiendo un plano y una maqueta de un navío artillado, base para nuestras construcciones. Y a nuestros astilleros trajo a Rooth, Mullan, Bryant...
En 1752 ya atemorizábase la Gran Bretaña de nuestro desarrollo naval, más tras la promulgación de las nuevas Ordenanzas de la Marina. Solano y Enriqui espiaban en Europa el moderno arte de compactar metales; y los barcos se construían en El Ferrol, Cádiz, Cartagena y La Habana; había holandeses expertos en lonas y jarcias, maestros de construcción naval ingleses, italianos, irlandeses, maderas traídas del Báltico, acero sueco para el armamento...
Mi plan se había cumplido, si bien no teníamos una Armada lo bastante fuerte como para derrotar sola a la Gran Bretaña, era lo bastante fuerte como para que evitaran enfrentarse abiertamente a nosotros; y junto con la francesa, equilibrar las fuerzas en los Mares Océanos.
Escrito desde mi destierro en Medina del Campo, a 6 de julio de 1781.
(Fuente de la que saqué la información: El proyecto político del Marqués de la Ensenada; Prof. Dr. José Luis Gómez Urdáñez, Catedrático de Historia de la Universidad de La Rioja)