Capítulo 10
A Akita le han metido la cabeza por una bandeja en la que han hecho un agujero central. Si no le miras el cuerpo, se parece realmente a Juan Bautista. No quiero ni imaginarme las perversiones que piensan hacer con él. A mí me han dejado atado a una cama enrome, con la pose de Jesucristo en la cruz. Han vuelto a darme Viagra, para no perder el tiempo. Me estoy empezando a cansar de esto, de verdad. El colchón tiene tal cantidad de manchas de dudosa procedencia que ya ni se adivina el tonalidad original.
Nos han dejado atados y solos, las monjas han salido a organizar los turnos. Fuera se oye una turbamulta de hermanas que, por lo que entiendo, están cogiendo número, como en la cola de la charcutería. Las conversaciones que me llegan me hacen rechinar los dientes:
- ¡Yo me pido Salomé!
- ¡Pues yo la Magdalena!
- ¡Eh, sin colarse, astuta!
- ¡Y yo soy Ana!
- Venga, venga, coged el número y a esperar. Cuarto de hora cada una, que
- ¿Sólo? ¿Pero tú de qué vas? ¡Cacho fruta!
- ...si me regalas tu turno te lo rebaño todo.
- ¡Oye, oye! ¡Cuidado con ésa, que se escapa, coged bien la cadena, jorobar! -rugidos infrahumanos- Hale, hale, Lorena, bonita, que no pasa nada, que tú también vas a
- ... la deddtaduda poztiza, shishi!
- Oye, Akita, ¿cómo lo tienes para soltarte? Yo no muy bien, tío.
- Tengo las manos sujetas a la espalda por la brida. Los pies también están atados. Pero es plástico, a lo mejor puedo rozarlo con algo.
La tienda sólo tiene una salida, la mayor parte del interior está derruida. Akita busca desesperadamente algo cortante, y lo mejor que encuentra es la esquina de hormigón de los restos de una columna que emerge entre un mar de cascotes. Empieza a frotar las muñecas contra la columna como un maníaco, y al cabo de un par de minutos me las muestra, pero le digo que aún falta. Lo sigue intentando con toda su alma, le corre el sudor por la frente y las lágrimas por las mejillas, se tiene que estar haciendo una carnicería. Jadea como un perro del esfuerzo. Finalmente se escucha un chasquido seco y la cara se le tras*forma como si hubiera visto la Luz.
- ¡Ya está, ya está! -lo primero que hace es mirarse las muñecas, y se pone amarillo. Yo estoy sudando como un lechón de los nervios y le conmino a que me afloje las cuerdas- ¿Y ahora qué vamos a hacer? No hay salida...
- Secuestrar a un par de ellas y usarlas de rehenes para llegar hasta los todoterreno, no hay otra.
No es un plan muy elaborado, pero efectivamente, no se nos ocurren alternativas. Aún tenemos que esperar varios tensos minutos, él sentado y yo tumbado, con las ataduras aflojadas, antes de que se abra la puerta y entren las dos primeras, que dejan sus armas a la entrada y se lanzan a por nosotros como energúmenas. Parece que a la Lorena la han dejado para más tarde, menos mal, a lo mejor la están sedando. Sor pardoazo vigila un rato desde la puerta para verificar que todo esté en orden antes de dejar a sus hermanas con su momento de intimidad. A mí me ha tocado Sor Karolaina. Y me alegro, porque ambos somos donostiarras, y sabido es que los donostiarras no amaban entre ellos. Al otro se le abalanza una tía que farfulla no sé qué de un pisito en Alcorcón. Se le sienta en la bandeja sobre los hombros, y se encasqueta la cabeza del Bautista entre los muslos. El pobre no puede decir nada, sólo balbucear sonidos burbujeantes que indican que como no haga algo pronto acabará ahogado.
Mientras tanto, sor Karolaina se me ha sentado encima a horcajadas y me pregunta con brazos cruzados y gesto altivo:
- ¿Qué? ¿No vas a hacer nada o qué pues?
- Huy, no, que eres chica, a ver si te voy a gustar -cosa, la ciudad habrá desaparecido bajo las aguas, pero el espíritu donostiarra sigue vivo. Qué puñetero legado, por Dios.
En ese momento oigo un ruido a mi derecha. Akita se ha incorporado de golpe, y sor Animosa ha caido de espaldas al suelo, lo que aprovecha el otro para soltarle un patadón en el vientre. Yo también aprovecho el momento de distracción de Karolaina para soltar las manos y agarrarle el cuello. A pesar de lo que me pide el cuerpo, a ésta la necesito viva, pero no me resisto a darle un par de bofetones antes de inmovilizarla. Increíblemente, es entonces cuando Karolaina entorna los ojos y entreabre la boca mostrando la punta de la lengua, buscando la mía, entre jadeos. ¿Pero será pervertida? ¡Anda a tomar por pandero, jorobar! Otro bofetón. Entretanto Akita está tosiendo congestionado, recuperando aire, frente a la inconsciente Animosa.
- Oye, tío, tienes los morros llenos de...
- ¿Qué? ¡Puajh! -y se frota con las manos para quitarse la pelambrera adherida- ¿Pero qué tiene esta tía? ¿Alopecia en el potorro, o qué? -masculla entre arcadas escupiendo pelos.
- Puede ser la radiación -le respondo-. Creo que en Alcorcón pasó algo muy rellenito, y que los que aún están vivos brillan por la noche.
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Abrimos la puerta de una patada, cada uno de nosotros lleva a una monja como rehén sujeta con un brazo y su arma, una Uzi, en la mano libre. Akita se ha quitado la bandeja del Bautista y yo me he vuelto a poner el taparrabos de bolsa panera. En cuanto las hermanas de fuera nos ven aparecer se incorporan de un salto y cogen sus armas.
- ¡Atrás, cortesanas! ¡Atrás! Como no nos dejéis paso hacemos una masacre -ruge Akita con la Uzi en la sien de Animosa.
En el equilibrio del terror que flota en el ambiente, las salvajes retroceden lentamente, dejándonos paso. Sus caras son impresionantes: no sólo se les fugan unos prisioneros, no sólo se llevan a dos compañeras, sino que encima se quedan con más hambre que el perro de un ciego. Para acabar de destrozarme los nervios, Karolaina no hace más que frotarse contra el bulto de la bolsa del pan. Tengo que liarme a tiros, pienso; no duraría mucho, pero sería una liberación.
Lentamente nos vamos acercando a los vehículos aparcados en el centro del campamento. Hay un Land Rover con una ametraladora pesada montada en la parte sin techo de atrás, y varias cajas de munición. Me gustaría buscar mi ballesta, pero no hay tiempo para eso. Cubro a Akita mientras éste mete a Animosa y luego pasa él al puesto de conductor. Yo, con Karolaina bien sujeta, subo de espaldas a la parte de atrás sin dejar de vigilar la jauría del Señor. Akita arranca y empezamos a movernos lentamente. Entonces se abre el corro de monjas y veo a varias sujetando por una cadena a la que sin duda tiene que ser sor Lorena. Dios mío, de la que nos acabamos de librar. Entre gruñidos ininteligibles apenas distingo las palabras "huevonaaaaa" y "majeteeeee", pero no entiendo el contexto. A ésta no se le habría podido calmar ni echándole veinte tíos, es la Hormona Animada.
En la parte delantera la desquiciada Animosa está cantando a voz en grito "Qué buenos son, que nos llevan a Alcorcón". Karolaina me está pidiendo que le sacuda más, y en medio de todo este infierno veo que Lorena se suelta o la sueltan, y se lanza hacia nosotros con furia y velocidad inhumanas. Al lado de esto Práxedes es un teletubbie en orfidal. Se me aflojan los intestinos.
- ¡Akita, por Dios, acelera, que nos han soltado a Cujo! -hago unos disparos, pero no estoy acostumbrado a manejar la Uzi con una mano, y los fallo todos.
Justo cuando estamos saliendo del campamento, la bestia se lanza de un salto sobre la parte trasera, derribándonos a Karolaina y a mí sobre la cureña de la ametralladora. Creo que me he abierto la cabeza. Lorena agarra a Karolaina y la hace salir volando del Land Rover hacia un montón de escombros sin dejar de mirarme, me arrebata la Uzi de un manotazo, me arranca el taparrabos de otro y hay un segundo de quietud mientras se fija en los efectos del Viagra que me han dado. Ahora sé que voy a morir ahí dentro. Intento zafarme con todas mis fuerzas, le atizo varios abrazos, pero esta tía es una fuerza de la naturaleza desatada, no parará hasta devorarme entero.
El traqueteo habitual del vehículo se intensifica de pronto, hay un topetazo con algo que manda a Lorena contra la ametralladora por encima mío, se da un golpe monumental con la frente, y sus caderas quedan a la altura de mi cara. En ese momento escucho unos chasquidos en su entrepierna que juraría que son los de una dentadura vaginal. Sea ilusión o no, tengo un momento de terror absoluto, y me escurro por entre sus piernas hasta la parte posterior, junto a la puerta trasera. Estamos rodando cuesta abajo por un barranco boscoso, y me fijo que detrás nuestro hay haces de luz perforando la noche: evidentemente nos siguen. Delante mío, Lorena se empieza a recuperar del hostión en la cabeza, se gira bruscamente hacia mí, la sangre le chorrea por la cara de un profundo corte en la frente, pero sonríe con anticipación sádica. Se pone en pie a duras penas por el bamboleo, y se dispone a abalanzarse de nuevo sobre mí, echado de espaldas...
Y en ese momento el Land Rover pasa bajo una gran rama que golpea a Lorena en la parte posterior de la cabeza. Pasa por encima mío, en el vuelo uno de sus pies me da un patadón en los bemoles que casi me hace perder el sentido, y se pierde en la oscuridad. Me retuerzo en medio de un dolor monstruoso, tardo un buen rato en poderme levantar. Todavía nos siguen. Me fijo en la cabina y comprendo el motivo del rumbo caótico que llevamos: Animosa está tratando de amarse a Akita por todos los medios, mientras éste intenta en vano quitársela de encima y conducir a la vez. Es un milagro que no nos hayamos apiolado todavía. Con ayuda de una granada rompo el cristal de la cabina, y agarro a Animosa por el cuello, tratando de estrangularla, mientras Akita hace lo posible por recuperar el control. Animosa se debate con furia, pero poco a poco veo por el retrovisor que se va poniendo jovenlandesada. Por encima suyo, Akita abre la puerta del pasajero y después empuja a la semiinconsciente Animosa con el pie hasta hacerla caer fuera. Lo último que oimos de ella mientras rueda barranco abajo es un desesperado "¡Mi pisitooooooo!".
No nos podemos relajar, porque ahora no tenemos rehenes, y las monjas nos siguen persiguiendo. Con el vaivén han saltado varias cajas de munición, pero algunas todavía aguantan. Abro una, saco la cinta y la introduzco en la ametralladora. Me pongo detrás de ella y comienzo a disparar como un loco contra los haces de luz, sin dejar de echar miradas intermitentes hacia adelante, para que no me ocurra como a Lorena. Muchas balas dan en los árboles que vamos dejando atrás. También ellas comienzan a disparar. Alguna bala ha pasado silbando cerca de mí. En un momento dado, uno de los vehículos perseguidores parece estallar en una bola de fuego y tras un par de décimas un estruendo sacude el bosque. No sé si he sido yo, pero por si acaso me apunto el tanto y doy gritos salvajes de júbilo. Llevaba toda mi vida queriendo hacer esto. Los otros vehículos parecen haberse detenido, porque sus luces van quedando cada vez más atrás.
Año 2, día 214
En el neցro cielo fulguran ocasionalmente los relámpagos de una tormenta eléctrica.
Hemos encontrado una carretera comarcal. No es sencillo circular por carreteras, están llenas de vehículos abandonados y calcinados, pero aun así es más tranquilo que lo que hemos pasado. Voy sentado al lado de Akita. Hemos pasado bastante tiempo sin hablar una palabra, todavía en estado de shock y temblando. En el equipo de música suena El Mesías de Haendel. llevo de nuevo mi taparrabos y me he aplicado un apósito del botiquín en la herida de la cabeza. En la guantera hay todo tipo de drojas y petacas con whisky. Del retrovisor del techo cuelga un rosario y una estampita de la virgen del Pilar con la leyenda "Yo conduzco, Ella me guía". Cojo una petaca y le meto un trago tremendo. Entra bien.
- Vaya farra, ¿eh?
- Ya te digo. Como en los tiempos mozos.
Le paso la petaca, y Akita la vacía.
- Ten cuidado, a ver si nos va a parar ahora un control de alcoholemia -le digo.
- Sí, sería un marrón, me quitarían los puntos que me quedan -responde Akita-. Lo que me recuerda que tendríamos que conseguir algo de ropa en condiciones, ¿no? Porque eso de ir Jesucristo empalmado con una ametralladora pesada en un coche de etnianos conducido por Juan Bautista, como que no es la mejor carta de presentación.
- Tienes toda la razón -en ese momento aparece una figura en la carretera haciéndonos señas para que paremos, parece estar herida. Cuando la atropellamos su cara se estampa contra el cristal un momento antes de caer hacia un lado. Se parece mucho a Nuck Chorris, o como se llame. Akita y yo lo hemos reconocido al instante. Su última visión debió ser cuando menos curiosa.
- ¿Y a todo esto, a dónde vamos? ¿Tienes pensado algún sitio? -me pregunta.
- Yo voy a pasarme por la zona caliente esa que decía Lamar. Tengo algo que hacer ahí.
- Ah, no, ni lo sueñes, no cuentes conmigo para meterme en ese berenjenal -pausa-. Dicen que Seseña está entero.
- Los edificios sí. Pero está lleno de mutantes caníbales, no te lo recomiendo.
- ¿Y Marina d'Or?
- ¿Has visto Los Chicos del Maíz? Pues lo mismo.
- Qué horror. Toma ciudad de vacaciones.
- La culpa fue de sus padres, que nunca les supieron decir que no a nada. Oye, Akita, una pregunta: ¿cómo has acabado en poder de esas cortesanas?
- Bueno, fue cuando estábamos preparando una operación de rescate de las mujeres de un hotel que hay junto al mar... Oye, que va en serio, ¿de qué te descojonas?
- Nada, nada, cosas mías, pensaba en el azar y el destino, y me ha entrado la risa sencilla.
- ¡leche, tú, el control de alcoholemia!
A cien metros de nosotros aparecen a la luz de los focos unas figuras que nos dan el alto y una barricada. Akita frena de golpe. No me da tiempo a pasar a la ametralladora, cosa. Esperamos sentados mientras las figuras se van acercando. Van armadas y ataviadas con ropajes paramilitares, como si fueran guerrilleros. Cuando una de ellas se acerca lo suficiente, enfoca su linterna al interior y nos ve, se queda como de piedra durante unos segundos, antes de estallar en carcajadas.
- ¡Eh, tíos, tenéis que venir a ver esto! En serio, ¡qué jrande!
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De vez en cuando se escucha algún disparo aislado en la noche. Los guerrilleros del FCGN nos han estado interrogando toda la noche a Akita y a mí. Al menos con el paso de las horas se me ha ido pasando el efecto del Viagra y ya no se descojonan tanto. Están todos en mi lista de color desde el primer momento. Al final uno de ellos nos dice que el jefe quiere hablar con nosotros. Nos llevan a punta de pistola a otra gran tienda de campaña. Dios, qué monótono empieza a ser esto ya.
- Adelante -dice un petimetre engominado barrigón con traje y corbata-. Akita y Destroyo, ¿no? Bueno, yo soy el puñetero Director, asi que nos conocemos de largo.
Como ve que no decimos nada, prosigue:
- Segun vosotros os perseguian las monjas de Lamar. ¿Donde estan?
- Las dejamos atrás hace unas cuantas horas -responde Akita-. Nos han tenido que perder el rastro.
El puñeterodire nos observa detenidamente largo rato.
- Vosotros dos sois pareja. A mi no me la dais. Se reconocer a un gayer en cuanto lo veo. Venis de algun lgtb parade de esos.
Akita y yo nos miramos brevemente. Hala, otro demente más. ¿Y ahora qué? Para acabar de arreglarlo, Akita apuntilla:
- ¿Y si lo fuéramos, qué? ¿Te importa algo?
- ¿Lo ves? Lo que yo decia -se queda un rato pensativo-. Las monjas os han dejado libres porque sois gays. No me cuadra mucho lo del coche este pero creo que se le podria dar algun uso. Ya casi no le queda gasolina... -Akita y yo nos volvemos a mirar. ¿Qué estará tramando este cabrón ahora?
Finalmente, el puñeterodire toma alguna decisión.
- Hugolp, llevate a Akita al barracon de detencion. Jesucristo se queda aqui.
Cuando se lo llevan, Akita me dirige una mirada asustada. El puñeterodire no pasa por alto el detalle y se reafirma en su convencimiento. Cuando nos quedamos a solas con otro guardia, me interpela.
- Bueno, Destroyo, quiero que colabores en algo con nosotros. Si lo haces, te dejaremos marchar con tu amiwito, ¿hace?
De repente ya no me parece tan mala idea la de hacerme pasar por el novio de Akita. Hago un poco de teatro.
- ¿Qué le vais a hacer? ¡A Akita no le tocáis un pelo, o te juro que os mato a todos!
El puñeterodire ríe satisfecho.
- No te preocupes, vaquero, que yo siempre cumplo mi palabra, desde que trabajaba en el banco, puede que incluso antes. Ahora escucha...
- No, no, escucha tú -le interrumpo-. Si quieres que colabore tendrás que decirme qué pasa aquí, que no me estoy enterando de nada.
- ¿Pasar? Pasa que llevamos varios días aqui atascados con el Bunker enfrente, los piratas a la izquierda y los rusitos esos al otro lado, y esto se parece a una guerra de trincheras mas que a otra cosa. Los que mejor lo llevan son los del bunker, que tienen mejores defensas. Hemos tomado las huertas, pero esos cerdos han estado cultivando cosas raras y ahora estamos todos con cagalera, no podemos ni matarnos entre nosotros.
Ya decía yo que durante el interrogatorio alguno se largaba de repente con cara descompuesta. Le animo a que prosiga.
- Y la cosa es seria, porque ya han muerto algunos de disenteria. Sin ir mas lejos el jefe anterior, Europia...
- ¿QUÉ? ¡Pero qué me estás contando, Europia estaba con vosotros?
- ¿De que te sorprendes? -me mira con cara extrañada- ¿No te acuerdas del Losantos? Esas cosas son normales. Tambien tenemos aqui a Votin, y tengo que decir con orgullo que es uno de nuestros mas feroces y comprometidos guerreros. Y Hannover esta buscando para nosotros petroleo renovable. Lleva cuatro dias cavando un pozo, nos jura que saldra dentro de nada, pero todavia no hay resultados y se nos empieza a agotar la paciencia. Si tuviera la voluntad o el ingenio que se le supone al ser humano ya nos habria dado con alguna solucion. Me da que como no haya sacado nada para mañana vamos a tapar el agujero con el dentro -la idea de un Hannover convertido en petróleo orgánico dentro de varios millones de años se me antoja cruelmente sarcástica -. En fin, a lo que iba: en el Bunker sabemos que tienen medicamentos, mujeres y alimentos. Es mas: tienen semillas. ¿Te das cuenta, Destroyo? Con semillas podemos empezar de nuevo una agricultura, y
- Ya, ya me conozco el cuento. Y por cierto, ¿quién os ha pasado toda esa información? ¿Habéis estado ahí?
- Nos la ha pasado uno que se unio a nosotros hace unos dias, uno muy gracioso que a lo mejor lo conoces, Luismarple.
¡La progenitora que lo parió! Éste la está armando más subida de peso que yo todavía.
- Bueno, atento, Destroyo, que te voy a decir lo que vas a hacer si quieres conservar la vida de tu novio...