Memorias post-Mad Max

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Oiga no se queje que yo la trato como a una reina!!! :cool:

Quebraderos de cabeza que me da la tropa XD!!!. :p

Hombre, si por una reina entiende usted que esté tol dia mandando pos si, que vaya capitan mas flojinango y con poca autoridad tenemos en el barco...:rolleyes::p
 
Hombre, si por una reina entiende usted que esté tol dia mandando pos si, que vaya capitan mas flojinango y con poca autoridad tenemos en el barco...:rolleyes::p

Aka, a ver si se apiada y se pasa por aquí, que Destroyo:mad:se ha llevado lo último en la guantera.
El colacao ya no sabe igual y andamos medio locas.
 
Hombre, si por una reina entiende usted que esté tol dia mandando pos si, que vaya capitan mas flojinango y con poca autoridad tenemos en el barco...:rolleyes::p


Pues de momento me va a hacer cien flexiones en cubierta pa empezar y castigada sin paté de cangrejo durante tres días.

Y ya puede ir devolviéndole el bombacha a ignatus que sé que ha sido cosa suya, choriza!!

Si es que confunden lo de ser bueno con flojeras shishi!!. :cool:
 
Así me imagino a nuestra amiga Blanche en el Mad Max. :cool::)

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Pues de momento me va a hacer cien flexiones en cubierta pa empezar y castigada sin paté de cangrejo durante tres días.

Y ya puede ir devolviéndole el bombacha a ignatus que sé que ha sido cosa suya, choriza!!

Si es que confunden lo de ser bueno con flojeras shishi!!. :cool:

Las cien flexiones ya se las mandaré a hacer alguno, que yo estoy ocupada poniendo el orden que usted no pone en el sindios este de barco que tenemos...:D

Ah, y de lo del bombacha de Ignatius yo no sé nada, pero cuando pille al responsable se va a soltar la cortesana, hombre ya!!!:cool:
 
Destroyoooo, macho cabríoazooooooo quiero mi dosis de hoy :D

yonkarra


Por cierto, eso de que vas a dar la historia por terminada no me mola nada. QUEREMO MAS, QUEREMOS....









LOS EPISODIOS NACIONALES MADMAXISTAS
 
Capítulo 11 [1]


Los capitalistas saben que la jauría de monjas va a llegar tarde o temprano, y quieren estar en el Búnker para cuando eso suceda. Y eso que subestiman la fuerza real de las hermanas de Satanás. El Búnker tiene buenas defensas, aunque han sido debilitadas por los primeros días de combates, sobre todo debido al uso de lanzagranadas. Según Luismarple, no hay muchos jovenlandesadores, por las deserciones continuas debidas al tiránico régimen de Abraham. Capitalistas, katiuskos o piratas, el primer grupo que consiga entrar en el Búnker lo tendrá fácil para hacerse con su control. El puñeterodire quiere saber el estado real de sus defensas y sus puntos débiles después de varios días de ataques.

El plan es malísimo, por supuesto. Pero no se podía esperar otra cosa de alguien que contribuyó a pergeñar la debacle financiera que se produjo poco antes del Mad Max. Básicamente consiste en llevarles el vehículo a los del Búnker, espiar lo que pueda, y largarme cuanto antes para contárselo a los del Frente. El coche no les preocupa porque apenas tiene gasolina, está en muy mal estado y la ametralladora tiene poca munición, servirá como cebo para que me dejen entrar. Lo complicado será hacer creer a Abraham que me he escapado y que los capitalistas me persiguen.

Efectivamente, eso es lo complicado. Lo que ocurre es que no me importa, porque no pienso regresar.

Conforme me he ido haciendo un cuadro de la situación, he comprendido que la mejor opción para estos días es precisamente quedarse en el Búnker. Tarde o temprano llegarán las monjas, y los grupos sitiadores no van a poder aguantar a la horda, y menos en el estado diarreico en que están. Cuando sólo quede uno o dos bandos ya empezaré yo a hacer de las mías. Me sabe mal por Akita, pero no hay muchas opciones. Si regreso, los dos nos veremos en medio de una batalla descomunal, o simplemente el puñeterodire nos ejecutará. Tendrá que arreglárselas por sí mismo.

- Oye, puñeterodire, ¿no pretenderás que me presente en el Búnker como el mesías, verdad?

- Pues ahora que lo dices... mejor que no -me mira de arriba a abajo- Te puedes poner el uniforme de Aynrandiano, que la palmo ayer mismo de cagalera, es mas o menos de tu talla. Y esta limpio -añade tras una pausa.

El uniforme de Aynrandiano...

Ahora sí que parezco salido de un lgtb parade de esos. A pecho descubierto, con correajes de cuero por todas partes, pantalones demasiado estrechos que me sacan los michelines y me marcan el paquete hasta hacerlo parecer la faltriquera de un trovador, cadenitas... Es que sólo me falta la gorrita de policía, me acuerdo de la leche fruta. El orate del pueblo en carnavales, Mortadelo en el Arny. En cuanto el puñeterodire me ve y me suelta un "jojojo, que mona estas, Carlota", sé que a éste lo voy a ahorcar con sus propios intestinos, que metros tendrá de sobra en ese depósito.

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Con las primeras luces de la mañana conduzco el coche rápidamente hasta la puerta del Búnker haciendo sonar el cláxon, mientras los del Frente Capitalista me disparan con todo lo que tienen a mano. Obviamente, no tiran a dar, aunque noto los impactos de algunas balas en la carrocería. Esta es la parte más delicada, porque los katiuskos y los piratas podrían unirse a la fiesta si tienen algo de largo alcance, hay que hacerlo todo en un par de minutos. Detengo el coche junto a la puerta y grito con toda mi alma que me dejen entrar. Algunos defensores del Búnker empiezan a responder al fuego mientras alguien desde detrás de una mirilla me pregunta qué quiero.

- ¡Avon llama a tu puerta, hijomio! Traigo un vehículo con ametralladora pesada. ¿Me vais a dejar entrar sí o no?

Tras unos tensos momentos que a mí se me antojan horas, las puertas se abren para dejarme pasar al tiempo que el fuego de cobertura se intensifica. Una vez dentro, las puertas se cierran y varios defensores me rodean apuntándome con sus fusiles. Bajo del coche con los brazos en alto, y nueva espera mientras llega el jefe. No puedo pasar por alto en primer lugar los comentarios jocosos sobre mi indumentaria. Pero en seguida me fijo que entre la gente del Búnker hay varios errantes. A alguno incluso lo conozco. Esto es toda una sorpresa. Finalmente llega Abraham, todo chulo, marcando pecho con su camiseta de Punisher y una escopeta de calibre 12 al hombro.

- ¿Destroyo? ¿Eres tú el mismo Destroyo que estuvo aquí hace unas semanas? -parece incluso que va a sonreir -¿Qué has venido a hacer aquí, y cómo has llegado?

- He venido huyendo de las monjas de Lamar, que vienen en tromba hacia aquí. He pasado por el campamento de los capitalistas, que no sabía ni que estaban ahí hasta que me han comenzado a disparar.

Hay un murmullo general de preocupación cuando he mencionado las monjas, como si fueran los hunos de Atila. Abraham no parece muy convencido.

- ¿Seguro? ¿Y por qué precisamente aquí, Destroyo? ¿Por qué no has seguido hacia otra parte?

- No me queda gasolina, no podría ir muy lejos. Si tenéis vosotros, os puede ser de utilidad, y la ametralladora también, aunque no tiene mucha munición. A cambio de quedarme aquí.

- Podríamos quedarnos con todo y echarte fuera, lo sabes.

- No lo harás. Te hará falta hasta el último hombre cuando vengan las monjas. No estoy seguro de que los de fuera vayan a poder resistirlas mucho.

No las debe tener todas consigo, porque cede pronto en la "negociación".

- Vale, te quedas. Pero de momento nada de armas. Ayudarás a preparar las defensas. No tenemos mucho para comer, pero no nos morimos de hambre, lo peor es el agua, aunque si llueve... -mira al cielo-. Ahora tengo que atender algunos asuntos, a las cinco te quiero ver en mi despacho. Y una cosa: te vigilamos. Cualquier actitud que nos parezca sospechosa y acabarás mal, ¿me has entendido?

Y para confirmarlo, conforme Abraham se da la vuelta y se aleja veo cómo se acerca el hombre Mercadona con una masa pútrida en la mano:

- Oye, oye, una cosa, tú eres el de la otra vez, el que me presentó a Marta, ¿no? -y añade al borde del llanto- Es que Marta... no sé lo que le pasa, está mal, mira -y me enseña lo que queda de Pepito de Ternera, podrido y lleno de larvas blancas retorciéndose felices por encima. Dios mío, ha estado tres semanas tirándose el mismo filete.

- Creo que le has contagiado algo.

- ¿Contagiarle? ¿Pero cómo? ¡Si le he sido fiel! -eso me lo creo- ¡Si hasta me hago las caricias con condón para no pegarme el sida! -eso también.

El pobre lo está pasando mal. A su manera, es casi una tragedia shakespeariana. Decido serle franco:

- Mira, tío, creo que tienes que afrontarlo. Marta está muy mal, se está muriendo.

- No... -se le atragantan las lágrimas- ¡No! ¡Marta! ¡No te mueras, por favoooor! -y llorando se cubre la cara con el filete, o lo que sea a estas alturas. Puedo ver cómo asoma su lengua por la raja que le practicó en su día, en un último y apasionado beso de despedida. Algunos gusanos han caido sobre la lengua. Conmovido, decido dejarlo en su intimidad. Yo también estoy al borde de... las lágrimas.

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El ambiente está cargado hasta lo indecible de electricidad. Se escucha retumbar algún trueno lejano. A pesar de que es mediodía, el cielo está casi neցro. La tormenta va a ser de órdago. Estoy en una empalizada, ayudando a sostener una plancha metálica con otro errante, Xoancar, mientras Adriana la suelda a la pared de un contenedor. Cuando termina de soldarla y se va, aprovecho para hablar con él.

- Oye, ¿cómo es que hay tantos errantes por aquí?

- Hace unos días se decidió en una reunión en un merendero que nos íbamos a unir de forma temporal para hacer frente a los nuevos grupos que habían irrumpido en la zona.

- Sí, estuve en esa reunión. No me uní porque sabía que la cosa iba a acabar mal.

- Para que te hagas una idea: a los tres días quedábamos la mitad, y eso sin haber trabado contacto con ningún grupo. Como no había un jefe claro, no podíamos tomar ninguna iniciativa ni organizarnos, y en cuanto salía uno que tomaba responsabilidades, lo matábamos en aplicación de nuestras normas. Al final decidimos que lo mejor sería unirnos a alguna comunidad fuerte hasta que se haya resuelto la situiación, y luego volveríamos por nuestros fueros.

- ¿Y creéis que si el Búnker resiste Abraham os va a permitir largaros por las buenas? -no espero respuesta, y no la hay. Miro con precaución sobre la empalizada a los campos y bosques de los alrededores- La situación aquí dentro no es muy buena, ¿no?

- Para nada. Los primeros días los katiuskos usaron lanzagranadas y por poco consiguen entrar. Se perdió el control de las huertas de ahí fuera, aunque eso no importa mucho, casi nos ha venido bien. Los tomates y hortalizas de los huevones, ya sabes. Luego llegaron los piratas del barco, al mando de una salvaje pelirroja, y atacaron simultáneamente a los katiuskos y a nosotros. Los pudimos rechazar, pero esa tía es peligrosa, te lo digo yo. Han ocupado ese sector que ves allí. Y finalmente han llegado los capitalistas, nuevo asalto y ahora a tiros con todos los demás. Todos están debilitados por las luchas y medio envenenados por las huertas, pero el caso es que ellos están afuera y nosotros dentro. Quizá no fue una buena idea venir -reconoce.

No lo sé. Pero algo tiene que tener esto para que tres facciones distintas, más la que está en camino, converjan aquí, y no creo que sean los thanks que acumula Abraham. ¿Las semillas? ¿Las mujeres? ¿La ilusión de fortaleza? ¿O una combinación de todo?

- Oye, Xoancar, ¿qué pasa con las verduras de este sitio?

- Aparte de ser tras*génicas, no lo sé. Hará cosa de un año debieron montar una expedición al quinto shishi para conseguir fertilizantes, creo que puede tener algo que ver. Se fueron hasta Alcorcón, imagínate...

Me imagino. Aclarado.

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Mientras me dirijo al cuartel de Abraham para la reunión pienso cuánto tiempo queda antes de que la horda de monjas hambrientas de sesso se lance sobre la zona, y cuántas nos quitarán de encima los grupos que están ahí fuera. Hay un tableteo de ametralladoras que me hace pararme y escuchar con atención. ¿Podría ser...? Empiezan a caer las primeras gotas. En el sector de los katiuskos se oyen marchas militares y algún discurso en ruso por megafonía, no creo que ninguno de ellos lo entienda, pero les dará igual.

Abraham está discutiendo con una andaluza vestida con traje de faralaes raído, originariamente blanco pero ahora gris, y cara de muy mala leche. Lleva tatuado "Amor de progenitora" en un brazo y fuma un puro. Dos cinturones de balas le cruzan el pecho. Ya imagino quién es.

- Oye, si interrumpo...

- No, no pasa nada, Destroyo -me dice Abraham-. Mira, ésta es mi mujer, Rita...

- ¡De ezo ná! ¡Él eh mi hombre! A ver zi aprendemo a dezí las coza como zon, coñe -Abraham me mira con una cara que lo dice todo. Yo hago un gesto típico masculino, el de "no te preocupes, hombre, te entiendo". Tampoco es cuestión de machacarlo al pobre. A fin de cuentas, sólo lo quiero apiolar. Rita se dirige a la salida, al pasar a mi lado me hace un guiño y me suelta en voz baja un "quillooo...". Antes de desaparecer por la puerta se vuelve hacia su hombre y le grita- Quiero la empalizá norte reforzá antes de la noshe, Abrahá. ¡O te quedas zin cená!

Expresiva sí que es, desde luego. Su cara es un smiley contínuo. Cuando finalmente sale, Abraham recupera el porte y llama a uno de sus lugartenientes a gritos:

- ¡Jefe galo! ¡A ver si acabamos la empalizada norte de una fruta vez, se me empieza a acabar la paciencia! Como no esté para esta noche voy a tener que romper algunos huesos, ¿estamos? -luego se dirige a mí, invitándome a sentarme- Bah, mujeres, ya sabes...

- Qué me vas a contar. A ver, ¿qué quieres?

- Que me cuentes cómo está la situación ahí fuera, qué sabes de la posición de los atacantes, si tienes información de sus fuerzas, lo de las monjas... todo lo que sepas.

Cuando abro la boca para hablar entra uno de los hombres del Búnker, se acerca a Abraham y le da algo envuelto en un trapo manchado de grasa. Le susurra algo al oído. Abraham escucha atentamente y me lanza miradas de soslayo, muy serio. Algo no va bien. Finalmente despide a su hombre y se me queda mirando largo rato antes de mostrarme el contenido del paquete.

- Acaban de encontrar esto en los bajos del coche que has traído.

Ya me imagino lo que es: un localizador. Abraham saca un Magnum 357 de un cajón del escritorio y me lo coloca en la frente. Hay un silencio de fin en el despacho, a pesar de que afuera se oyen cada vez más disparos y algunos gritos.

- Las has traído hasta aquí, me gusta la fruta.

No es cierto, pero a ver cómo se lo explico. La presencia del localizador no tiene incidencia en el destino del Búnker, las monjas iban a venir de todas formas. Supongo que se lo pondrán a todos sus vehículos por si se los roban, ya que hoy día los vehículos a motor son uno de los bienes más preciados. En cualquier caso, sí que afecta a mi destino inmediato.

Todo ocurre muy deprisa. Primero se oye como un siseo que va subiendo de volumen. Abraham y yo nos miramos un con las cejas enarcadas, en una décima hemos comprendido ambos de qué se trata. Luego vienen las explosiones. Varios truenso hacen retumbar la construcción, y finalmente uno de los cohetes impacta en algún lugar del cuartel. La explosión nos lanza la pared encima, todo se derrumba, nos vamos al suelo, saltan las puertas y las ventanas, el polvo lo oscurece todo.
 
Capítulo 11 [2]


No sé cuánto tiempo he estado sin sentido antes de volver en mí. Trato de hacer un recuento de daños. No parece que tengo nada roto, aunque sí contusiones por todas partes. Sólo pienso en salir de aquí cagando leches, y conseguir un arma como sea. Abraham no está. Me arrastro hacia lo que queda de la salida. Por todas partes se escuchan disparos y gritos. Oigo claramente la voz de Rita gritando no se qué sobre sus semillas.

El exterior del cuartel es un campo de batalla. Acabo de ver a varios piratas persiguiendo a Mercadona Man, que corre llevando el filete en su platano erecta. Poco después, en dirección contraria, un par de monjas corren levantándose los hábitos entre feroces alaridos precedidas por un katiusko imberbe. Todos se están matando con todos. Un errante asoma la cabeza desde la puerta de un contenedor, y un segundo después ya no hay cabeza. Tengo que arriesgarme.

La tormenta añade su toque dramático a este diorama del Bosco animado, está lloviendo con fuerza y el suelo es un lodazal. Esto es como el mundo de antes, pero en pequeñito. O como el foro. Me dirijo arrastrándome por el fango hacia el contenedor por donde asoma el cuerpo del errante. En varias ocasiones me he tenido que hacer el muerto. Tardo una eternidad en llegar. Cuando me introduzco dentro reviso el cuerpo, tiene una Glock que no la quiero para nada, y una ballesta. ¡Esto sí que sí, shishi! Hay un carcaj con varias saetas metálicas, ligeras. Un errante pijo. No es el modelo de ballesta que mejor se me adapta, pero no tengo otra cosa. Cuando estoy a punto de marcharme, oigo algo en el fondo del contenedor, en la oscuridad. Parecen gemidos y sollozos. Cargo a toda prisa un virote y hablo a la negrura.

- Tú, el del fondo, ¿quién eres?

- No me haga nada, por favor, yo no sabía... que esto iba a acabar así...

- ¡Te he preguntado que quién eres, jorobar!

- Yo... soy querido líder... y...

No tengo nada contra él. ¡Pero qué shishi, hombre, me voy a dar el gustazo, y así pruebo la ballesta! Disparo a ciegas, y de las tinieblas me llega el sonido del proyectil que traspasa carne y se hunde en el metal del contenedor. Hay unos sonidos borboteantes y luego el silencio. Parece que va bien. Hala, ya me he cargado a un líder de comunidad.

Salgo del contenedor como un hombre nuevo, sólo para encontrarme de frente con parte del grupo de Geld. En cuanto me ve, me dice:

- Hombre, señor Garmendia, no esperaba verle por aquí de nuevo. El caso es que no recuerdo dónde hemos dejado su recom

Se le abre un boquete monumental en el pecho y todos nos tiramos al suelo, al tiempo que se abalanzan sobre nosotros unas cucarachas gigantes con velo, ululando y disparando como posesas, comandadas por Lamar. Entre un cruce de disparos, nos retiramos detrás de un grupo de contenedores, lívidos de espanto. Por detrás nuestro veo a varios piratas matándose con un grupo de capitalistas. Akashilla se mueve como un gremlin puesto, y acaba de rebanar con su sable el cráneo de Hugolp; antes de que caiga al suelo le da un patadón que lo manda por encima de la empalizada. Me ha parecido ver que aún tiene los ojos gente de izquierdas. Por delante nuestro se escuchan de entre el grupo de monjas unos rugidos que reconozco al instante, y me meo encima de puro miedo. Sor Lorena se abalanza de un salto sobre un pilinguinreloaded que ha quedado rezagado por una herida en una pierna, y la pareja entra volando en el contenedor de donde he salido. De dentro salen los alaridos del pobre pilinguin mezclados con ruidos guturales que revelan la verdadera esencia de la feminidad. Qué fin más cruel. Si al menos hubiera sido una rusa...

Lamar nos grita desde el otro lado de un contenedor.

- A ver, os propongo un trato. Os dejamos ir si nos entregáis al errante ése que va con vosotros. Destroyo, ¿me oyes? ¡Te vas a acordar de habernos rechazado, cabrón!

- Ya verás guapoooooo... -apuntilla la voz etílica de sor pardoazo, seguida de un eructo.

Los rusillos me miran alarmados, entre ellos el lechoncito de gafitas redondas parece volverse histérico.

- ¿Qué? ¿O sea, que tú eres...? ¡¡Eres Poliorcetes, me gusta la fruta!!

No le veo ni amartillar su ametralladora, estoy corriendo presa de pánico hacia no sé dónde. Llueven disparos a mi alrededor, que se hunden en el suelo y rebotan en los contenedores. Al doblar la esquina de uno de ellos casi me estampo contra la espalda de un armario humano. Es Abraham. Una explosión a mis espaldas nos baña de trozos de barro, y una pata de palo me golpea la cabeza mientras el puñetero ogro se gira para verme. Sin pensarlo le suelto un rodillazo en los huevones que lo dobla por la mitad, pero no me puedo parar a rematarlo, con todos los que vienen detrás mío, así que sigo corriendo. Por lo menos hasta que me encuentro en un pasillo sin salida que forman tres barracones de chapa ondulada. Me giro espantado y a diez metros de mí aparece Saquetas, cubierto en barro, con cortes en la cara y el cristal de una gafa rota. Sonríe como un maníaco.

- Ya tenía yo ganas de que llegase este momento, Poliorcetes. ¿Qué, te acuerdas por fin de aquella cita de Herzl?

- Y dale. ¡Que no soy Pol...!

- ¡¡IIIIIIIIIIHHH!! ¡Éste ni me lo tocas, lactante! ¡Es mío! -Akashilla ha aparecido detrás de Saquetas con dos sables y literalmente lo deshace en cinco segundos. Efectivamente, todavía tiene los ojos gente de izquierdas de insecticida. Y las encías parecen sangrarle más que nunca -¿Qué has hecho con Práxedes, poco agraciado? ¡Te dije que te ibas a acordar!

Por detrás suyo, Abraham le coge de la cabeza y la estampa contra un barracón.

- Aparta, preciosa, esto es cosa de hombres -masculla con determinación homicida mientras camina con las piernas arqueadas por el dolor de bemoles. Intento cargar la ballesta, pero no me va a dar tiempo. Cuando lo tengo a cinco metros, sin embargo, Akashilla le salta por detrás, le arranca media oreja de un mordisco y le araña toda la cara. Cuando aún estoy decidiendo lo que voy a hacer, terminator en faralaes se une a la pelea, lanzándose sobre Akashilla.

- ¡Guarrraaaaaa! ¡Deha a mi Abrahá que te saco los oho!

Pelea de gatas en el barro. Abraham se zafa de ellas como puede, con la cara hecha un poema, mientras yo paso a su lado corriendo como una exhalación. Ahora hay una batalla entre los capitalistas y las monjas, saltan cuerpos por todas partes. Mercadona Man va detrás de las monjas pidiendo a gritos que lo amen, pero no parecen hacerle ni puñetero caso, debe ser porque aún está comprometido con su filete. He visto a Lorena violando al puñeterodirector, estrangulandolo hasta que se le ha puesto tiesa. Demasiado horrible para mi sensibilidad, tengo que salir de aquí.

Me tropiezo y caigo rodando varios metros hasta el centro de un enorme cráter donde debieron impactar varios cohetes. Estoy machacado, me duele un costado y el pantalón me aprieta los bemoles. La tormenta está descargando con toda su furia. Cargo un virote en la ballesta por si acaso...

Algo butal me golpea en la espalda y caigo hacia alante, pierdo la ballesta. Al darme la vuelta veo la silueta del Punisher recortada contra el cielo. Me fijo en que la calavera de su camiseta es rosa fosforescente.

- Maldito cabrón, estarás contento de la que has hecho, ¿eh? -empieza a apuntarme con su Magnum.

Pues no. La verdad es que todo esto habría acabado ocurriendo también sin mi ayuda, yo sólo he sido un actor secundario en toda esta historia. Lo más que hice fue poner en camino hacia aquí a los katiuskos, pero habrían localizado el Búnker por sí mismos antes o después. Obviamente, no tiene mucho sentido explicárselo, así que le digo lo primero que se me ocurre.

- Calzonazos, pídele a Rita que te ayude.

- ¡Huy, lo que me ha dicho! -aúlla, y se lanza sobre mí.

Me llevo dos abrazos que me hunden algo en el costillar. Yo le he tirado una piedra a bocajarro que le ha roto la nariz, y mientras se lleva las manos a la cara aprovecho para lanzarle un golpe al estómago, pero esto no parece hacerle nada. Él me da una parada en el muslo, que me hace caer al suelo presa de un dolor inhumano. Se lanza sobre mí y me hunde las manos en el cuello. No puedo quitarlas, pero al menos consigo agarrar su dedo meñique, y lo tuerzo hacia atrás hasta que se lo parto. Abraham lanza un grito, suelta las manos un momento y aprovecho para separarme un poco y recuperar el resuello antes de lanzarme otra vez hacia él, loco de furia homicida.

Pero este cabrón es peor que un monstruo de final de nivel, jorobar, parece inmune a los abrazos y las patadas, sólo he hecho algo de mella al pegarle un mordisco que me ha llenado la boca de sabor a sangre. Llevamos no sé cuántos minutos de lucha a fin en el cráter, estamos cubiertos de barro y sangre. Finalmente me ha dado tal patadón que me ha lanzado a varios metros, he notado crujir algo en mi pie derecho al caer, y me disloco un hombro. Creo que nunca he sentido tanto dolor como al lanzarle una piedra desde mi posición, que le impacta en la cabeza y lo echa hacia atrás.

Me arrastro como puedo hasta la ballesta, que está a varios metros de mí. Abraham está haciendo lo propio para llegar a su Magnum. Como tengo un brazo inutilizado, cargarla va a ser una operación complicada, y me fallan las fuerzas. Sólo encuentro un virote, así que no puedo fallar o estoy muerto. El tensado, apoyando la culata contra mi pecho, es un auténtico suplicio, y lo hago sin quitar ojo a los progresos de Abraham. Es una carrera de lisiados en la que el segundo la palma. Finalmente consigo tensarla, y coloco el virote con mano temblorosa. Abraham ya ha llegado hasta su pistola. Busco una posición para el disparo. Ya estoy listo, cabrón, te he ganado por un segundo. Con el brazo tembloroso apunto a su cabeza e intento tranquilizarme. Ya está casi

Hay un fogonazo de luz azul pálido a mi derecha. Un segundo más tarde, otro delante mío, a varios kilómetros. Es como si hubieran encendido unos focos gigantescos, columnas de luz que se pierden entre las nubes.

Y otro. Y otro más. Y uno, que nos baña de azul a todo el campo de batalla. No comprendo. Miro a Abraham y veo en su cara la misma confusión que él debe ver en la mía. Se ha hecho el silencio, ya no se oyen tiros, hasta los heridos parece que han dejado de gritar. ¿Pero qué es esto?

Y de repente las nubes se van abriendo, y vemos descender lentamente sobre nosotros unas naves espaciales circulares, inmensas, posiblemente de cientos de metros de diámetro.

Se me cae la ballesta al suelo, como la mandíbula. Sólo el dolor de mis heridas me dice que esto no es una alucinación. En este momento tengo un destello en la cabeza, un momento de revelación final: ¡Jesús lo Dijo!

El único sonido que se escucha es el de la lluvia y un leve zumbido, como el motor de un ascensor lejano, mientras uno de esos monstruos desciende despacio justo sobre nuestras cabezas. De repente se oye una voz amplificada, una voz profunda y majestuosa que se dirige a todos nosotros en nuestro idioma, si bien con acento extraño, como canario:

- Humanos. Detened vuestra lucha, por favor, pues el día y la hora han llegado. Sabed que la Confederación Galáctica ha llegado para ofreceros la salvación de vuestra especie, y llevaros a todos los que así lo deseéis, para comenzar con nosotros una era dorada de luz y esplendor, lejos del infierno de este planeta de reptilianos. Ya no tienen sentido vuestras guerras ni vuestro dolor, dejad vuestro repruebo atrás y venid con nosotros.

A duras penas aparto la vista de la nave y me fijo en la gente que puedo ver desde donde estoy. Todos ellos están como yo, preguntándose si esto no será una broma de mal gusto o un agente tóxico en el aire.

De la nave que está sobre nosotros desciende una especie de plataforma separándose del casco, como si fuera el portón trastero de un avión de carga, y queda a veinte metros del suelo, justo por encima de Abraham. La tengo delante, puedo ver cómo da a un pasillo luminoso sin detalles aparentes. Y por él aparece una figura humanoide, pero enorme, a lo mejor de dos metros y medio, de piel dorada, ropa ceñida, cabello largo blanco y semblante regio y sereno. Habla con voz suave y lo bastante potente como para que lo oiga sin problemas.

- Te saludamos, Destroyo.

¡¡¡¿QUÉ?!!! Me fijo en Abraham, que está mirándome con cara de incredulidad alternativamente a mí y a la plataforma que tiene sobre su cabeza, sin poder ver al ser que hay en ella.

- ¿E... es a mí?

- No te sorprendas, Destroyo -su voz tiene algo relajante-, pues conocemos tu nombre. Soy el comandante supremo de la flota de este sector, Ahstar Sheran -pues ahora que lo dice, sí, se parece al que salía en los videos de Youtube-, y vengo a anunciaros la buena nueva. Los días de sufrimiento de la humanidad han terminado por fin. Ah, alguien nos habló muy bien de ti -y gira su cabeza a su izquierda, al interior del pasillo. Por él aparece Jesús lo Dijo, como a cámara lenta, esta vez radiante e inmaculado en una túnica blanca y una cinta dorada ciñéndole el pelo. Me sonríe con amor sideral.

- Hola de nuevo, hermano. Ya te dije que volveríamos a vernos otra vez en las naves de la Confederación. No olvidé que me ofreciste de comer en aquella playa unos hongos muy buenos -Dios mío, ¡los monguis de Don Pako! ¿Pero esto qué es?- Y no soy el único que ha hablado de tus cualidades humanas. Hay alguien más con nosotros que quiere darte la bienvenida, amigo -y se gira hacia el interior haciendo una seña, como invitando a salir alguien. Una figura emerge lentamente de la luz.

No.

No, por favor. NO. Por favor...

El amaciervos, ataviado con la misma indumentaria que Jesús lo Dijo, se coloca a la derecha del comandante supremo. No tiene mugre, y resulta que es blanco. La misma sonrisa a cámara lenta.

- Hola, Destroyo. Quería agradecerte que me hicieras ver lo equivocado de mi actitud hacia los demás seres, vivos o no. En el momento decisivo, cuando estaba a punto de ser devorado por los perros, apareció mi hermano galáctico -hace un gesto hacia Jesús lo Dijo- y me salvó. Él salvó mi cuerpo, sí, pero tú salvaste mi alma. Y por ello te perdono la forma en que lo hiciste, y te conmino a que tomes mi mano y te unas a nosotros. Te quiero.

- Todos te queremos, Destroyo -dicen a la vez Jesús y Ashtar Sheran. Y los tres me tienden su mano derecha con sonrisa beatífica. Si ahora se pusieran a bailar una muñeira tampoco resultaría incongruente.

Vuelvo a mirar a mi alrededor, entre punzadas de dolor de mi cuello. Ha aparecido mucha gente sobre el borde del cráter, y todo el mundo mira a los latinitos de las galaxias y a mí con cara de alucinados. Mi mente aún coordina, está lúcida. Esto no es una pesadilla, es real. Puedo ver los jadeos de Abraham, el tembleque de su mano empuñando la pistola, el agua resbalando por un trozo de chapa, una mosca que pasa junto a mi cara. Vuelvo a mirar a Abraham, que me observa desconcertado, no se está enterando de la fiesta. Otra vez a la plataforma. De nuevo a Abraham. Y así varias veces, en un momento congelado que parece no acabar nunca.

Pero sobre todo puedo ver al amaciervos a la diestra del Padre, ofreciéndome la redención y el perdón. Y tomo mi decisión final.

Con toda la rapidez y fuerzas que me quedan recojo la ballesta del suelo. Apunto al amaciervos y mascullo entre dientes y sangre mis últimas palabras en este mundo:

- ¡Pues a mí me parece usted un augusto! -y aprieto el gatillo.

----------------------------------------------

Juro que apunté al amaciervos. Os lo juro.

El virote le entra a Ashtar Sheran por un ojo y le sale por la parte de atrás del cráneo, rebota en el techo del luminoso pasillo dejando una mancha roja, y se pierde en el interior de la nave con un siniestro clin-clin-clin. Todo lo demás ocurre en cámara lenta.

Ashtar Sheran, con el ojo sano poniéndosele en blanco y la mano aún tendida, se inclina un poco hacia atrás, luego hacia adelante, dobla las rodillas, y cae por la plataforma mientras sus dos pichurris van mutando su sonrisa divina en una mueca de espanto.

Abraham ve cómo de la plataforma emerge una silueta enorme que cae directamente sobre él. Aún le da tiempo de un último grito antes de que doscientos kilos de carne alienígena le caigan encima desde veinte metros. El impacto es tan brutal que vuelan cascotes, barro y trozos orgánicos en todas direcciones.

Esto es como la señal para recuperar la velocidad normal, el pistoletazo de salida para la histeria colectiva.

- ¡¡IIIIIIIIIIIHH!!! -es el grito que se escucha dondequiera que mires. Todos los que se estaban matando unos minutos antes corren presas del pánico más atávico en todas direcciones, como pollos sin cabeza o como las cucarachas del sótano cuando enciendes la luz. En la plataforma los gritos son los mismos, pero más agudos. Los dos santones se tiran de los pelos, se arañan la cara, caen de rodillas, todo a la vez.

Ya está, pienso. Ahora nos fríen. La ballesta se me resbala de la mano, recaigo sobre el barro y me quedo mirando a la nave sin comprender lo que he hecho, mientras las fuerzas me abandonan.

Al cabo de unos momentos eternos, el sonido de motor de ascensor se intensifica y la nave empieza a elevarse lentamente, ganando velocidad poco a poco. De nuevo resuena la voz del principio, majestuosa y serena, pero más potente, para que todos la oigamos bien.

- Atención, humanos. Hemos venido a salvaros de la autoextinción, a llevaros con nosotros a la luz dorada de las estrellas. En lugar de agradecérnoslo y regocijaros por la dicha, habéis apiolado a nuestro Comandante Supremo. No tomaremos represalias, pues la Federación Galáctica es pacífica -y dicho esto el tono cambia a otro mucho más acorde con la situación-. ¡Pero ahora os va a salvar vuestra querida progenitora, personajes de cosa! ¡Ahí os pudráis con los reptilianos, macho cabríoes! Les tiendes la mano y mira lo que te hacen. Y para eso tantos años orbitando por aquí, ¡jorobar, qué ardor de estomago de especie! ¡Hijos de frutaaaaa!

La nave ya está a unos doscientos metros.

- ¡Y estos dos, a tomar por ojo ciego con ellos, que nos llenan de bacterias!

Y se ve cómo de la plataforma, que está cerrándose, caen las figuras de Jesús y el amaciervos en medio de atroces alaridos, hasta que impactan como dos obuses a unos treinta metros de donde estoy.

En el último momento antes de sumergirme en la oscuridad, me da tiempo a pensar. jorobar, Destroyo, querías liarla parda, ¿eh? Pues te llevas el premio rellenito: has condenado a la humanidad.
 
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Epílogo


Han pasado dos semanas desde los acontecimientos aquellos, y estoy sentado sobre los restos del muro de un paseo marítimo, mirando un enorme carguero herumbroso y partido hace años a quinientos metros de la costa.

Me rescataron varios errantes. La solidaridad entre nosotros no es algo habitual, pero la que hice fue tan subida de peso que les pareció una pena dejarme morir allí. Les honra el detalle, desde luego. Aún renqueo y me duelen las heridas, no puedo cazar y de momento me tengo que valer de un arma de fuego. Como a base de latas que encuentro o intercambio por ahí.

El Búnker ha quedado arrasado. Los del comando Katiuska y el Frente Capitalista han sido aniquilados. De los piratas sólo quedan dos o tres, uno de los cuales se debe pasar todo el día fregando la cubierta mientras la tablazón del casco se irá pudriendo poco a poco; se les puede dar por terminados también. Rita y Adrlana parecen estar formando una nueva comunidad, han buscado a un tío para que haga de jefe. Del grupo de Lamar tampoco quedan muchas. Errantes han muerto bastantes, pero han aparecido más con todo este caos, entre ellos algunas parejas.

En conjunto, se puede decir que mi empresa ha tenido bastante éxito. Lástima que ya no creyera en ella. Pero el caso es que sigo sin ser capaz de acabar la faena y cargarme a Práxedes y su castillo. Por lo que he sabido, en cuanto algunas tías han conocido de su existencia han ido para allá como locas, con las ropa interior en la mano. Incluso se habla de alguna monja.

Lo que no estaba en el guión era que me fuese a cargar el rescate de la humanidad a manos de los extraterrestres. Si Alseeingeye y otros estuvieran vivos, seguro que se habrían suicidado o andarían buscando mi cabeza. La gente no parece tomarse muy a mal lo que he hecho; da la impresión de que piensan que ha debido ser una suerte de alucinación colectiva. O simplemente que no quieren aceptarlo. O también puede ser que prefieren concentrarse en asuntos más humanos y urgentes, como apiolar al vecino.

Oigo un ruido a mis espaldas. Me giro y veo a Práxedes escoltada por un grupo de esclavos armados que miran en derredor, temerosos de ver surgir una mujer de entre los arbustos. Práxedes los deja atrás y viene donde estoy yo. Me saluda, se sienta en el muro y nos quedamos mirando el mar durante largo rato sin decir nada. Al final rompe ella el silencio.

- Me han llegado las noticias de la que armaste, y he estado buscándote. Topo me cantó por dónde andarías.

- Ajá.

Nuevo silencio. Esta vez hablo yo.

- Cómo te van las cosas por ahí?

- Bueno, ahora somos varias las que llevamos el chiringuito, es como una cooperativa, aunque Medusa es la madame oficial. Nos lo pasamos bien. La última, ponemos a varios chicos a debatir entre ellos sobre mujeres, y nos partimos el eje con sus ocurrencias. Es como jugar con muñequitos, pero en vivo... ¿Pero sabes una cosa? Que ya empiezo a estar algo aburrida de esa vida. Al final es siempre lo mismo.

Valiente forma de decirlo. Y luego el fistro soy yo. Le miro de reojo. Ella ataja delicadamente la posible pregunta.

- No se ha vuelto a saber nada de Blanche.

Y me dedica una de esas miradas perturbadoramente lúcidas. Pausa.

- ¿Te das cuenta de lo que he hecho, Práxedes? Me he cargado el futuro de nuestra especie. A partir de ahora comienza la cuenta atrás para el próximo Mad Max.

Otra más de esas miradas, que acaba en una risa.

- No seas tan pretencioso, petulante. Lo que se torció en nosotros ocurrió en algún momento del paleolítico, y tú no estabas allí para hacer nada al respecto.

- ...

- Lo que tú has hecho ha sido salvar a la Confederación, mi amol.

- ...

Al cabo de un rato parece fijarse en algo.

- Oye, a tí te han salido muchas canas estos días, ¿no?

- Pues sí, la verdad es que sí. Me han salido hasta en los pelillos de la nariz -y para demostrárselo me arranco uno y se lo muestro-. Mira, mira.

- Pero qué lechón eres.

Me río en voz baja.
 
Bueno, pues como parece ser que la Humanidad no ha vuelto a salvarse por enésima vez, al menos, los supervivientes podemos celebrar una fiesta antes de que la cosa se ponga antiestética otra vez, aprovechando que he conseguido unas cuantas viandas y unos vinos para regarlas:

Hala, id pasando al banquete:

mont4.jpg


DSC01136.JPG
 
ole, Ole, como ha molao...lástima que no se pueda dar más de un thanks o uno mu rellenito...

VAMOS A ENVIAR UNA PETICIÓN FORMAL A ABRAHAM PA QUE SE DESVIRGUE EN LOS THANKS CONTIGO!!!!!!!
 
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